La batalla había terminado hacía ya algunos días, Stephanye caminaba sobre la fría arena, tomada de la mano de su madre. Se preguntaba por qué todos estaban tan tristes aún, ya no había más problemas. Recordó cómo en plena batalla un hombre que le había resultado muy conocido la había tomado del brazo, evitando que los seres malignos que la gente llamaba Eugys se la llevaran como a los demás niños. Fue entonces que vino a su mente el hecho de que no había un solo niño o niña en la aldea, ella era la única excepción.
-Extraño a todos los niños, en especial a los pequeños, siempre jugando –dijo a su madre –no puedo evitar pensar en ese día, ¿por qué mamá?, ¿por qué tenían que llevárselos?
Su madre apenas podía caminar por el frío, en su corazón el dolor seguía presente, trató de ser fuerte y sólo dijo:
-Yo también los extraño –Mientras una lágrima se deslizaba silenciosamente por su mejilla.
Llegaron a casa y Stephanye se asombró al ver que estaban ahí reunidos algunos habitantes del pueblo.
-Stephye, amor necesito decirte algo –dijo su madre.
Ella no lograba comprender de qué se trataba todo aquello, escuchaba demasiados murmullos: “dilo ya”, “¿qué está esperando?”. Su corazón se sobresaltó al volver a escuchar la voz de su madre, en esa ocasión Stephanye podía distinguir cierto dolor en sus palabras.
-Hay algo que debes saber –Le tomó del brazo y la condujo al patio trasero, los demás la siguieron en silencio.
-Mamá, esto me asusta, ¿por qué está toda esta gente aquí? –Además de toda esa gente reunida, en el patio trasero también se distinguía una presencia sobrenatural, para ella esa presencia resultaba aterradora, parecía que todos estaban esperando que se desatara una batalla, pero algo en su corazón le indicaba que estaría a salvo.
-Stephanye, sabes que te amo y yo….-Las palabras de aquella mujer fueron sustituidas por lágrimas, un hombre mayor, conocido y respetado por todo el pueblo, tomó la palabra.
-Ya es suficiente, tú sabes que hemos estado buscando la solución a todo esto, –dijo dirigiéndose a Stephanye–pues parece que tú eres la respuesta.
Aquel viejo le explicó que la desaparición de los niños se debía a que el pueblo estaba asentado en un lugar prohibido, que hace muchos años el bisabuelo de Stephanye había hecho un trato con los dueños del lugar, unas creaturas llamadas Eugys, para que les permitieran seguir viviendo allí, pero la fecha había llegado al límite, provocando que se desatara la fría guerra de la que ella había sido testigo.
-Tú conoces el poder que tienen los Eugys, ellos son creaturas despiadadas que no conocen la bondad. –Le dijo su madre, que parecía haberse recuperado- Todos en el pueblo intentamos hacerles ver que no estamos causando daño a sus tierras, sólo queríamos que supieran que este es el lugar donde hemos crecido, es todo lo que tenemos. Pero ellos no estuvieron dispuestos a cooperar.
El resto de la historia Stephanye la conocía muy bien, aún así tuvo que escucharla de los labios de su madre, le contó a ella y a todos los presentes que los Eugys habían regresado a la tierra sólo para llevarse a todos los niños de la aldea. Esas creaturas lo consideraron la mejor de las venganzas. Todos en el pueblo lucharon, pero fue en vano, lo único que sabían hasta el momento es que los pequeños estaban lejos de ahí. Mientras ella escuchaba la historia, pudo distinguir cierta tensión en el ambiente.
-¿Cómo es que yo me salve? –preguntó Stephanye tímidamente.
Su madre parecía de nuevo alterada, todo su cuerpo temblaba mientras hablaba.
-Debes saberlo ya, todos en la aldea estaban rezando, buscando pistas y esperando encontrar alguna evidencia que pudiera ayudar. Pero yo tenía la respuesta, sabía que tú eras nuestra salvadora.
-Yo pude ver que alguien me salvó de los Eugys. Mamá yo… ¿era mi papá? ¿Él regresó?
Stephanye parecía al fin comprender todo.
Fue entonces que sucedió. Todos los presentes se quedaron sin aliento, una creatura de aspecto aterrador se posó ante sus ojos, su sola presencia era increíblemente atemorizante, a diferencia de los humanos, aquel Eugy tenía un tamaño imponente y sin duda alguna aquella creatura era extremadamente poderosa.
-Stephanye hija, tu padre ha regresado sólo para que luches con él, eres la única que nos puede salvar, eres la elegida, busca el poder dentro de ti.
En el fondo del corazón de Stephanye, la voz de su padre se escuchó más clara que nunca “Él quiere acabar con nosotros, puede matarnos, pero no logrará destruir lo que somos, nuestro espíritu estará intacto”.
Sabía que su padre estaba a su lado, pudo sentir como una fuerza superior se apoderaba de ella y tomaba cada parte de su ser. Ya no era aquella presencia la que la atemorizaba, sino el hecho de saber que su madre estaba corriendo peligro. Hizo un gesto que nadie más pudo entender y se lanzó al combate, ya no importaba el peligro, no importaba la vida, importaba el hecho de que ella y su padre ahora eran una sola alma, y juntas encontrarían la respuesta. “podemos hacerlo, estoy aquí, no te dejaré sola” de nuevo aquella voz se escuchó en su corazón.
Tomo fuerza y lanzo un gran puñetazo al vientre del Eugy, pero el monstruo pareció reír ante tal muestra de combate. En cambio él, con sólo una mínima parte de su fuerza, hizo que Stephanye cayera directo a una roca, haciéndole temblar del dolor.
-¡NO! – la voz de su madre retumbo en sus oídos.
Trató de buscar algo, lo que fuese, esta vez no haría tanteos ni buscaría una acción rápida, pensaría en una solución que realmente pudiese salvarla a ella y a todo el pueblo. Si quería combatir y salir victoriosa, tendría que pensar como un Eugy y ser igual de despiadada que él. Debía transformar su tristeza y dolor en coraje y fuerza.
Y entonces llegó la respuesta, pero vino acompañada de miedo. Ella era la elegida, era la salvadora y ahora sabía lo que eso implicaba. Debía marcharse, formar parte del mundo de los muertos. Por eso su mamá había estado tan triste, por eso había llorado; el dolor en su piel. El dolor que su madre había sentido ahora lo estaba sintiendo ella. Y por la razón de su vida ahora su padre estaba acompañándola. Estaba junto a ella, lo sentía dentro de sí. Pero ahora que sabía la respuesta estaba alejándose, estaba dándole tiempo de asimilar la situación.
Junto el valor necesario y salió en dirección al Eugy. Parecía estar sonriéndole, pero en el fondo estaba reconociendo el valor de la niña.
Y en su muerte no sufrió, solo resintió el hecho de no poder despedirse de su madre, quería decirle lo mucho que la amaba, quería decirle que ella estaría bien, que ahora su padre y ella estarían acompañándose eternamente.
Tomó la mano de su padre, que estaba esperándola. Sólo sonrío y escucho como le decía “Estoy orgulloso de ti, descubriste que eras la pieza clave. Ahora tu madre y los habitantes del pueblo podrán dormir en paz. Los niños han vuelto, y tú has vuelto al lugar donde perteneces; con el Creador”
Stephanye veía desde su lugar de origen al pueblo, habían pasado apenas unos meses desde que ella había muerto, y todo parecía tan calmado. Tan misterioso como siempre había sido. Su madre; la veía disfrutando de la compañía de los niños. Cada noche hablaba con ella, le contaba acerca del Creador y de cómo somos todos piezas de un gran rompecabezas que aún está por completarse. Sostuvo la mano de su padre y juntos recorrieron una gran distancia, su lugar en el rompecabezas ya estaba descifrado, ahora era tiempo de descansar.
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