Este verano volví a tener 17 años. Y se sintió TAN bien. Me había olvidado de lo divertido que es simplemente pasar una tarde hablando con alguien, de lo emocionante que puede ser un primer beso, de lo que los abrazos a media noche significan, la adrenalina de saber que estás haciendo algo que podría traerte problemas -no realmente malos- pero que sabes que podrías ser descubierto, y sería gracioso.
Tener 17 años significa que de nuevo pude volver a sentirme como una niña inocente, que el corazón aún no había sido destrozado.
viernes, 14 de agosto de 2015
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