Tomé la mejor decisión de mi vida al anotarme como voluntaria en el centro comunitario de mi pequeño pueblo: nunca me había sentido tan útil, tan querida, y completa.
Tantas cosas que pasaron: mi viaje a Guadalajara me cambió la vida por completo, un día estaba aquí, acostada en mi cama pensando acerca de si seria una buena decisión ir, y a los pocos días de mi partida recibí la noticia más triste de este año: una de mis mejores amigas muere. Y yo allá, tan lejos, y ese mismo día regreso y el choque con la realidad hace que me de cuenta de lo grande que es este poder que nos guía por la vida. De no haber ido a Guadalajara no sé qué hubiera pasado conmigo.
Me encontré también con una obra de arte allá, en la ciudad de mis sueños, y en vez de solo contemplarla, crucé la delgada línea y eso fue un gran error. Pasé días triste y pensando en que tal vez, todo había sido mi culpa, y ahora que los días y semanas han pasado, agradezco que no haya funcionado, porque de haber sido así, no hubiera regresado a mi pueblo sintiéndome con el corazón roto, no hubiera jurado jamás volver a cometer el mismo error, y no hubiera roto ese juramento solo unos días después.
No me arrepiento de nada. Estas ultimas tres semanas fueron lo mejor de mi verano. Una simple decisión que cambia todo: un saludo, un hola, un "hablemos en persona", un "vamos a la playa", un "me gustas", una fiesta, mil mariposas en mi estomago y finalmente, un adiós.
"Cuídate mucho", le dije hace apenas unos minutos, cuando me dejó en la puerta de mi casa, y yo quería abrázalo para siempre. No puedo mentir y decir que no quisiera irme, porque quiero hacerlo, pero ahora tengo una razón para ser feliz los días que pase en este pequeño pueblo. No sé qué sigue ahora, porque no soy muy buena en las relaciones. Pero, creo que podría funcionar. Quisiera que funcionara. Quien sabe.
Ahora, se acabó mi tiempo.
Esta madrugada dejo de tener 17 para volver a tener 21.
Y mañana, regreso a mi rutina.
Fin del mejor verano de mi vida.
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