Un día el corazón se despertó y ya no supe cómo apagarlo.
Me hablaba de unos ojos negros, de un baile a media noche, de los besos y el sonido del océano mientras unas manos me sujetaban prometiendo no soltarme.
Un día las manos no podían hacer otra cosa más que escribir acerca del amor y la eterna espera.
Como la luna que mira al sol y piensa que un día estarán juntos, la gaviota enamorada del pez que contempla a diario, el viento que aguarda pacientemente a las gotas de lluvia para sentir de nuevo su dulce roce.
Y yo
indiferente
sujetando otras manos
besando otros labios
conquistando mundos
todo con tal de no pensar en esos ojos
todo con tal de apagarte, corazón.
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