Imagina una explosión constante: tan poderosa que incluso a millones de kilómetros una criatura tan pequeña como una hormiga pueda verla.
Imagina su sonido:
un trueno en medio del bosque
campanadas en una iglesia vacía
un niño llorando en la biblioteca.
Sabemos cómo suena el corazón porque alguien un día tuvo curiosidad.
Y ahora ese bom-bom resuena tanto que podría ponernos a bailar en los días sin sol.
Imagina una explosión sin sonido: imposible.
Quisiera ir al espacio solo para saber si en realidad el sol se mantiene en silencio.
Me gusta pensar que suena como una canción de amor sin final,
casi parecida a la de mi pecho.
martes, 14 de mayo de 2019
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