Tengo una vida que amo: con una familia que he aprendido a aceptar y que me ha aceptado también, con un círculo de amigos que cada vez se hace más pequeño pero que me hace feliz, con un novio que me recuerda todos los días que la vida es buena.
Por la mañana me levanto y hago un té que me tomo lentamente, agradeciendo siempre por un día más jugando en este plano. Tengo todo lo que un día soñé, un trabajo que disfruto, puedo comprar lo que necesito y un poco más, quisiera tener un perrito, quizá pronto.
Aún así, no puedo evitar preguntarme a veces si me estoy perdiendo de algo.
El otro día iba al camino al trabajo y me encontré con mi ex al que no veía desde hace años, nos sonreímos y dijimos adiós y pensé en lo tonto que me parece ahora haber sufrido tanto por su amor, y en las muchas entradas de este blog que están dedicadas a él pidiéndole a universo que me lo devolviera. Ahora entiendo esa historia que termina en "ahora no lo entiendes pero un día lo harás"
Pienso en todos los hombres a los que les envié mensajes a altas horas de la madrugada diciendo "aún te quiero", solo para no recibir ninguna respuesta. Tantos años que pasé queriendo ser amada, pensando en cómo podía hacerme más atractiva, no para mí, sino para ellos.
Qué tontería.
Porque todo esto que soy un día se terminará. La belleza que hoy logro ver cuando veo al espejo cambiará, solo quedarán pequeños rastros de lo que hoy soy.
Y estoy bien con eso.
Podría sentarme días enteros leyendo lo que mi vida solía ser, pero hoy puedo decir que no lo extraño, no quiero volver a repetir las mismas historias, quiero pensar que estoy escribiendo en un nuevo camino desde hace tiempo, uno que ninguna mujer en mi familia ha recorrido, y eso me llena de emoción.
Porque no puedo seguir siendo la niña que fui cuando empecé a escribir aquí, que con 16 años pensó que iba a cambiar al mundo, hoy y todos los días me quito la piel que había usado el día anterior y me preparo para ser mejor, o eso quiero pensar.
Si estoy dando vueltas en un carrusel, esta es la parte en la que me acostumbro, me relajo y comienzo a disfrutar del paisaje.
No lo sé, tal vez solo estoy alucinando en el salón de uñas, otra vez...