Xithla respondió primero: “¿de qué hablas?, ¿todo bien?”
Dana: “????”
Wendy empezó a escribir pero después de un minuto, decidió que sería mejor enviar un audio, y a mitad del audio comenzó a llorar con fuerzas, ¿a dónde había llegado su vida?
“Tengo 30 años” comenzó de nuevo, “y no tengo nada, todo lo que había construído se fue de la noche a la mañana porque ya no podía más, no era feliz con Fausto y no podía callarlo ni un segundo más, y finalmente me decidí a terminar una relación de seis años y ahora no sé qué voy a hacer; no tengo casa, no tengo trabajo y no tengo ni puta idea de quién soy sin él”
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Al día siguiente las seis estaban reunidas en el restaurante donde siempre se reunían para todas las ocasiones posibles: cumpleaños, bautizos, jueves de chicas, anuncios de compromisos y ahora, rupturas amorosas.
-Mi amor, cuando tu veas que ya no hay sangría en la jarra, tu la vuelves a llenar, ¿ok? -le dijo Dana al mesero.
-Ahora sí, ¿qué pasó?, ¿por qué cortaste con Fausto?, si yo los veía súper felices -dijo Pao.
Todas miraron a Wendy al mismo tiempo, ella las miró de vuelta y sonrío con tristeza en sus ojos.
-¿Me creerían si les digo que hace mucho la decisión estaba tomada, solo no me había animado a completarla?
-Pero, ¿qué pasó? -repitió Pao.
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Las chicas se conocieron 15 años antes. Wendy se mudó de un pueblito costero a la ciudad más cercana para estudiar la prepa porque sus papás querían que tuviera la mejor educación posible y la metieron a una escuela medio privada, no tan cara pero no tan barata como para que todos pudieran entrar. En el primer día, Wendy se sentó hasta el frente, porque era lo que siempre hacía, porque toda su vida había sido la niña con mejores calificaciones, la cerebrito a la que todos admiraban y la vez odiaban. Al final de la primera clase su maestro había dicho:
-Ahora, formen equipos de cuatro.
Wendy entró en pánico porque no conocía a nadie y no quería ser el bicho raro y no ser elegida, pero para su sorpresa, una chica a su lado la volteó a ver y le dijo:
-¿quieres estar en nuestro equipo? -había dos chicas más a su lado y todas le sonrieron.
Resultó que dos de ellas; Xithla y Pao vivían súper cerca de la casa de la tía de Wendy, y entonces, decidieron que todos los días iban a encontrarse a las 6:30am y caminar juntas a la prepa.
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Xithla creció en Ciudad de México hasta que cumplió 6 años y sus papás decidieron mudarse a la costa, había sido una niña promedio en muchos aspectos; sus calificaciones, en los deportes, en la gimnasia, en el ballet, hasta que un día cuando estaba en la secundaria su papá le dijo que debía empezar a trabajar para que así pudiera empezar a ahorrar dinero, y la mandó a un despacho contable con uno de sus amigos cercanos para que le ayudara a limpiar la oficina. Xithla odiaba ir cada tarde a las 3pm solo para agarrar una escoba y un trapeador y fingir que disfrutaba limpiar, hasta que un día el contador le dijo “¿sabes usar excel?”, ella fingió que sabía y él empezó a darle más y más tareas: pon estos números aquí, organiza estos datos. Xithla había encontrado al fin algo en lo que era buena, algo que disfrutaba: los números. Decidió ahí, en el despacho un lunes por la tarde, que quería ser contadora.
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-Debes tener una razón más profunda que “ya no era feliz” para haber cortado con él y haber decidido que su vida juntos ya no era suficiente -dijo casi gritando Fátima. -¿Qué pasó?, tenían un negocio juntos, tenían una casa, y ahora, ¿vas a dejar que él se quede con todo?
-¡Eran sus cosas! -gritó de vuelta Wendy - sí, yo estuve involucrada en el proceso de obtenerlas, pero él puso el dinero, él hacía los planes, yo solo decía que sí.
-¿Y ahora qué vas a hacer? -preguntó Brit.
Wendy solo se encogió de hombros.
-Sabes que puedes quedarte en mi casa por el tiempo que necesites -respondió finalmente Pao - pero debes tener un plan, él no se puede quedar con todo y tú solo cruzarte de brazos y aceptarlo.
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6 años antes Wendy se había rendido en su búsqueda del amor; había salido con todo tipo de chicos: mayores, menores, de su misma edad, con trabajo estables, sin motivaciones, celosos, egocéntricos, que la adoraban y la aburrían, pero hasta entonces nada parecía llenarla, simplemente pensaba que no había encontrado al indicado.
Había empezado a ir a terapia porque en algún lugar leyó que primero hay que amarse a uno mismo y de ahí surge el amor hacía los demás.
-Estoy lista para encontrar el amor, pero no sé por dónde empezar -le dijo a su psicóloga.
Ella le sugirió que siguiera viviendo su vida normal, que hiciera las cosas que más le gustaban y en algún punto encontraría una cita. Pero eso no estaba funcionando.
Le pidió a sus amigas que pensaran si había algún amigo que pudieran presentarle, y así fue como conoció a Fausto.
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Brit era la bonita del grupo, la que siempre tenía pretendientes y hombres rindiéndose a sus pies, ofreciendo pagarle viajes y llevarla a donde ella quisiera, pero ella estaba aferrada a un hombre casado que siempre prometía que iba a divorciarse para estar con ella, y nunca cumplía.
-¡Tengo al hombre para ti! -le dijo un día a Wendy. - Es amigo de un amigo, súper inteligente como tú y seguro que te gusta también físicamente.
Y una semana después se encontraron en un restaurante a la orilla del mar, con velas, con pétalos de rosa, con vino y comida elegante.
Wendy se sintió fuera de lugar en todo momento, no pensó que aquel hombre era el indicado para ella: porque para empezar, no sentía química, no tenían mucho en común: él era un abogado, ella era escritora, él no leía libros y ella termiaba uno cada semana, él solo iba a la playa dos veces al año y ella iba casi todos los días de la semana, él escuchaba música de banda por placer y ella sólo escuchaba pop. Wendy se dijo que iba a disfrutar la cita de todos modos, a fin de cuentas ya estaba ahí. Pero una hora después, no podía esperar para volver a su casa y abrir un libro y perderse en el mundo de la fantasía.
Eso, hasta que lo vió.
¿Cómo no lo había visto hasta entonces?, si estaba justo frente a ella; era alto, tenía el pelo negro y de un largo que no la molestaba, con pequeños rizos cayendo al final, ojos negros y aunque no lo había considerado antes, su bigote no la molestaba en absoluto, al contrario, lo encontraba fascinante. Él también la vió y le sonrío, ella se sonrojó, ¿de verdad le había sonreído?, su cita dijo algo pero ella no estaba escuchando, solo asintió, él se levantó y fue al baño. Entonces, él salió de la cocina y fue hasta ella, viéndolo de cerca, era aún más guapo de lo que ella había pensado: con su uniforme de chef y sus pecas en las mejillas. Sintió que el estómago le daba vueltas, se sintió como en una escena de una película. Él le pasó un pequeño papel.
-¿Cómo estuvo la cena? - le dijo, y ella no pudo pronunciar palabra, solo lo miró con ojos llenos de fascinación. Él se volteó y regresó a la cocina, a lo lejos, vió como su cita salía del baño, así que se apresuró y tomó el pequeño papel en la mesa, lo abrió rápido.
“Llámame” decía, con un número de teléfono y firmado como Fausto.