MANUEL ES UN HOMBRE IMPORTANTE Y NECESARIO.
Manuel necesita estar ocupado. De lo contrario, le parece que su vida no tiene sentido.
En cuanto se despierta, tiene una serie de tareas: ver el telediario, leer el periódico, pedir a su mujer que no deje a los niños llegar tarde a la escuela, tomar un coche, un taxi, un autobús, un metro, pero siempre concentrado.
Manuel llega al trabajo. Si es un empleado, hace todo lo posible para que el jefe vea que ha llegado a la hora. Si es patrón, pone a todos a trabajar.
Manuel va a almorzar, pero nunca solo. Si es patrono, se sienta con sus amigos, debate nuevas estrategias, habla mal de la competencia, se queja (con cierto orgullo) de la sobrecarga de trabajo. Si Manuel es empleado, también se sienta con sus amigos, se queja del jefe.
Vuelve a casa. Va a cenar con la familia. Pregunta por los deberes de los hijos, las actividades de su mujer. Termina la cena.
Va a acostarse.
Conversa un poco con su mujer. El sueño llega enseguida, Manuel se duerme sabiendo que el día siguiente estará muy ocupado.
Esa noche Manuel tiene un sueño. Un ángel le pregunta: “¿Por qué haces eso?”. Él responde que es un hombre responsable.
El ángel continúa: “¿Serías capaz de parar un poco, durante al menos quince minutos de tu día, mirar el mundo, mirarte a ti mismo y no hacer nada simplemente?”. Manuel dice que le encantaría, pero no tiene tiempo para eso.
“Estás muy equivocado –Dice el ángel-. Todo el mundo tiene tiempo para eso, lo que falta es valor. Trabajar es una bendición cuando nos ayuda a pensar en los que estamos haciendo, pero se vuelve una maldición cuando su única utilidad es evitar que pensemos en el sentido de nuestra vida.”
Manuel se despierta en plena noche con sudor frío. ¿Valor? ¿Cómo es que un hombre que se sacrifica por los suyos no tiene valor para parar quince minutos?
Es mejor dormir de nuevo, sólo ha sido un sueño, esas preguntas no conducen a nada y mañana va a estar muy –pero que muy- ocupado.
MANUEL ES UN HOMBRE LIBRE.
Manuel trabaja treinta años sin parar, dedica todo el tiempo al trabajo y nunca se pregunta: “¿Tendrá sentido lo que estoy haciendo?”.
Sus hijos crecen y se van de la casa, en el trabajo lo ascienden y llega el momento tan esperado: está jubilado, ¡libre para hacer lo que quiera!
En los primeros meses, se da el gusto de hacer algo con lo que siempre soñó: levantarse más tarde de la cama. Se pasea por la playa o en la ciudad. Viaja con parte del dinero que consiguió ahorrar.
Pasan otros meses.
Sigue viendo todos los telediarios, lee más periódicos.
Busca a alguien para compartir sus opiniones, pero todos están inmersos en el río de la vida.
Manuel es un hombre libre, pero, ¿y ahora? ¿Qué hacer con esa libertad tan arduamente conquistada? Manuel empieza a sentirse triste, inútil…
Una noche, aparece un ángel en su sueño: “¿Qué has hecho con tu vida? ¿Has procurado vivirla de acuerdo con tus sueños?”.
Manuel se despierta con sudor frío. ¿Qué sueños? ¿Por qué se pone el ángel a preguntar cosas sin sentido?
Manuel es un hombre libre y triste, a un paso de la depresión, porque estaba demasiado ocupado para pensar en el sentido de su vida. “Pasó por la vida / sin vivir”.
MANUEL VA AL PARAÍSO.
Bueno, pues, nuestro querido, honrado, dedicado Manuel, acaba muriendo un día…lo que ocurrirá a todos los Manueles, Pablos, Marías, Mónicas de la vida.
Todos nosotros, en algún momento, nos hemos hecho la misma pregunta que todas las generaciones se hicieron:
¿Qué es lo más importante de nuestra existencia?
La prueba final de toda búsqueda de la Salvación será el Amor. No se tendrá en cuenta lo que hicimos, aquello en lo que creímos, lo que conseguimos.
Nada de eso se nos cobrará. Esto es lo que se nos cobrará: nuestra forma de amar al prójimo.
Los errores que cometimos ni siquiera se recordarán.
En este caso, nuestro Manuel está salvado en el momento de su muerte, porque, pese a no haber atribuido nunca sentido a su vida, fue capaz de amar.
Paulo Coelho. "Ser como el río que fluye." pp. 73-83
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