"¿A qué le tienes miedo?" preguntó él.
"No lo sé" respondió ella. "A que me vuelvan a herir, a tener que volver a pasar por lo mismo una y otra vez. Mi vida es como un ciclo sin fin y creo que ya sé cómo acabaría."
"¿Entonces nunca quieres tener una relación?, ¿crees que todos los hombres van a ser iguales?"
Y ella no sabía qué contestar. Le hubiera gustado decir que sí, que sí desea con todas las fuerzas de su interior poder ser capaz de volver a confiar, poder cerrar los ojos y dejarse llevar por sus sentimientos. Sabe que está completamente rota, que no podría, aunque quisiera, darle todo el amor que él se merece. Después de unos minutos en silencio, él continúa: "No todos somos iguales, lo sabes, ¿no?" Ella asiente con la cabeza. "Digamos que hipotéticamente te gusta un chico, y al chico también le gustas, ¿no quieres al menos saber si podría funcionar?, ¿no quieres ser feliz por lo menos por unos minutos? Sabes que valdría la pena, ¡lo sabes!, pero es que tienes tanto miedo..."
Ella comienza a llorar en ese preciso instante, piensa en todo el tiempo que pasó buscando a alguien, algo que pudiera hacerla sentir amor de nuevo, pensó que nunca podría y ahí, delante de ella estaba aquel chico, que la hacía sentir tantas cosas a la vez, pero que al mismo tiempo la aterraba. Él tenía razón, estaba muerta de miedo, y no sabía cómo hacer para sacudírselo, no sabía cómo correr de su pasado para al fin liberarse de todos sus fantasmas.
Él hizo lo único que podía hacer en ese momento: la abrazó, la abrazó fuerte y le dijo al oído: "Encontrarás a alguien, verás que pronto encontrarás a alguien que te quiera tanto que te hará volver a creer".
miércoles, 14 de octubre de 2015
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