5:30 am.
Alta velocidad, me aferró a su cintura, temo que tal vez algo pueda pasarnos, pero me repito a mí misma tratando de hacerme creer que "nada va a cambiar", que hemos hecho esto antes y quizá lo volveremos a hacer.
Un montón de factores que contribuyen para que yo siga creyendo: el alcohol es el principal, ya no recuerdo cuántas copas tomé, ¿qué pasó?
Pareciera que nunca vamos a cambiar.
Pareciera que somos unos niños que juegan el juego más peligroso del mundo: al amor.
¿Algún día será posible? Me temo que no, me temo que todo lo que es bueno tiene que llegar a su fin, y después de casi un año juntos, después de peleas, reconciliaciones, rompimientos, llantos y alegrías, pareciera que ya no podría haber más.
Algo cambió, quizá fue el hecho de que leí un libro que habla acerca del amor y la obsesión, quizá es el hecho de que me estoy convirtiendo finalmente en adulta, no sé: pero algo cambió y todos lo notaron.
Estuve pensando acerca de mi futuro y lo imaginé ahí conmigo, qué ingenua.
Miro al pasado y él es lo único que veo.
Me pregunto a mí misma, "¿sabes qué no cambió?", el hecho de que al final terminamos en la misma cama abrazados y rogándole al tiempo para que se detuviera.
Evitamos mirar al reloj, olvidamos las reglas y pareciera que los minutos duran horas.
¿Algún día vamos a cambiar?, ¿dejaremos de estar obsesionados con la idea de lo que pudo haber sido?, ¿comenzaremos a superar todos estos meses?
Quizá la verdadera pregunta es si quiero hacerlo, si quiero renunciar a todo lo que implica...
6:00 am.
Alta velocidad. Las lágrimas no paran de resbalar por mis mejillas.
No le digo que es la última vez que nos veremos pero de alguna manera él ya lo sabe.
Nos despedimos como si fuera solo una madrugada más, me da miedo no ser lo suficientemente fuerte y terminar volviendo a él.
Cada día.
Cada pensamiento.
Él es la resaca emocional de la que no me he podido curar durante casi un año.
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