Todo pasa cuando tiene que pasar, la vida tiene maneras curiosas (y hasta graciosas), de hacernos saber que estamos bien, que vamos por buen camino.
Cuando estaba viviendo en GDL me mudé a una casa gigante pero tenía el cuarto más chiquito del mundo donde apenas y cabían mis cosas, en medio de todo estaba mi cama: como yo, pequeñita, donde a veces dormía aún con la ropa puesta, donde a veces dormí con chicos, con amigas, amigos o abrazada a mí misma.
Regresé a casa y 12 días después conocí a Taylor, mis amigos me dijeron cosas como "¿te gusta ese gringo?, es tan raro como tú, creo que van a durar mucho tiempo juntos", y el enamoramiento no pasó automáticamente como otras veces, no, esta vez fue más lento, como si el universo me estuviera dando la oportunidad de disfrutar de cada pequeña cosa. Recuerdo la primera vez que fui a su casa, y vi esa cama enorme y pensé: "esto es una broma", y así, en semanas, pasé de dormir en una cama pequeñita a la más grande y llena de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario