En esta visita a mi novio en Atlanta, me he dado cuenta de algo muy importante: el tiempo se mueve, o cambia, dependiendo de las situaciones que se viven.
Me explico: la vez pasada, se sentía como si los días al principio pasaban lentamente, y una semana pasó sintiéndose casi como un mes. Pero la siguiente semana, pasó volando y pronto tenía que volver a casa. La primera vez que estuve aquí, tenía en mente todo el tiempo que mis días estaban contados, que debía disfrutar a mi novio al máximo porque a fin de cuentas nos íbamos a separar de nuevo.
Esta vez, llevo aquí un poco más de una semana, y al no tener en mente el concepto de: nos vamos a separar de nuevo, todo ha cambiado, ni siquiera presto atención a qué día es, no estoy pensando constantemente en que nuestros días están contados. Al irse la presión de una separación, el tiempo cambió y se volvió, una masa grande, una burbuja donde no me afecta qué día o que hora es, y solo estoy disfrutando.
Mis días están llenos de cosas simples, una vida simple es una vida feliz. El despertar y hacer ejercicio y meditar por cinco minutos y leer y escribir en mi diario e ir a jugar pickle ball, y luego ir al lago, y cocinar juntos, y ver series y estar sentados en el porche platicando y planeando nuestra vida. La vida que nos espera, al otro lado de la frontera, en el país que me vio crecer y en que sentía que no encajaba, y ahora no me puedo imaginar viviendo en otro lado.
Esta es la vida que soñé. Y fue cuestión de tiempo, mucho tiempo para llegar hasta aquí, pero, valió la pena.