viernes, 26 de enero de 2024

¿Qué es real?

La tierra es plana

O vivimos en un domo sin darnos cuenta

El vecino está más cerca de lo que creemos 

Nos mienten sin parar 

Que si Jesús, que si buda, que si la religión solo es control, eso no se puede negar. 

¿Esto es un sueño?, ¿Una proyección de mi cuerpo que en realidad está en otro lado?

Hay reptiles entre nosotros que sacrifican niños y se alimentan del miedo

Hay aliens riéndose de mí en este momento porque me creo tan sabia

Apenas y entiendo el 0.01% de todo, y aún así, no estoy segura de que sea verdad. 

El feminismo no es más que una estrategia 

Los hombres han perdido su poder (o eso intentan los que controlan al mundo) y ahora todos quieren ser gays, o cambiar de sexo o decir que el amor está pasado de moda y es mejor ser poliamoroso. 

La música te controla el cerebro, el celular te espía, el wifi te hace enfermar. 

En todos lados hay químicos, no somos más que zombies

Que bailan al ritmo de un mundo controlado por papelitos sin sentido cachin- chachin. 


¿Qué es verdad?

¿Cuándo podré despertar para darme cuenta de la realidad?

¿Cuándo?

jueves, 25 de enero de 2024

Mi pelo negro

 Mi abuela tenía un pelo negrísimo, nunca se lo tuvo que pintar, sí le salían canas de vez en cuando pero su pelo era tan negro que era raro que se las notaras. Mi mamá también tiene pelo negro y ya tiene cada vez más canas, ella sí se lo pinta desde hace años porque no le gusta que se le vean, aunque hace un año tomó la decisión de no pintarselo más porque quiere aceptarse tal cual es.

Aceptarse tal cual es.

Qué fácil de escribir y qué difícil aprender la lección, especialmente cuando somos bombardeados desde pequeños con mensajes como "debes tener el pelo súper lácio y brillante, siempre debes verte presentable, no te descuides y te dejes crecer la lonja, haz ejercicio y pintate el pelo y las uñas y sácate las cejas y depílate las patas"... la lista es interminable. En fin, a lo que quiero llegar es a contar la historia de mi pelo.

Mi pelo y yo hemos crecido juntos desde que nací, fui una niña medio peloncita hasta eso de los tres años, luego tuve una melena indomable, nunca hubo un punto intermedio. Mi mamá tiene el pelo tan grueso como una caña de pescar y vaya que lo heredé de ella, mi pelo es grueso grueso, se tarda horas en secar y es moldeable, eso sí. Cuando era niña mi mamá me dejaba el pelo larguísimo y me hacía toda clase de peinados: trenzas y colas y coletitas. Cuando cumplí 12 años le pedí que por favor me dejara cortarmelo de honguito y ella aceptó, yo fui la niña más feliz del mundo hasta que mi abuela me vió y me dijo "¡¿Qué hiciste?!"
Aprendí que las niñas deben tener el pelo largo y cuidado.
Pero a los 14 años me enamoré fervientemente de Hayley Williams que tenía el cabello pintado de colores rojo, amarillo y naranja y yo también quería tener el cabello rojo, o al menos naranja, así que cuando cumplí 15 años pedí de regalo de cumpleaños que me dejaran pintarme el pelo naranja y para mi sorpresa mis papás accedieron. Me sentí genial y fui la adolescente más feliz del mundo hasta que llegué a la escuela al día siguiente y el prefecto me dijo "¡¿Qué hiciste?!"
Aprendí que las mujercitas deben tener el pelo de colores no extravagantes.
Por un tiempo me dejé el pelo de mi color original: negrito. Hasta que entré a la prepa y tuve más libertades porque ya no vivía con mis papás así que regularmente me lo pintaba rojo o castaño. Era feliz, y no tenía a nadie diciéndome que lo que había hecho estaba mal.
Hasta que me obsesioné con la idea de ser RUBIA.
Sí, rubia. Yo, una morena que jamás en la vida hubiera nacido rubia porque NADIE en mi familia lo es. Pero yo quería ser rubia a toda costa así que fui al salón de belleza (qué estúpido no, que un lugar se llame salón de belleza, jaja), y le pedí a muchas, muchas chicas que me pintaran el pelo rubio y siempre salía decepcionada con el resulado, ¿y cómo no iba a estarlo?, si a mí no me queda el rubio, porque simplemente no nací rubia.
En fin, hace unos años, decidí hacer las pases con mi cabellera y dije "ok, no más pintarme el pelo", aunque me lo pinté una última vez; de negro porque quería regresar a mi color natural. Regresé a casa y lo primero que me dijo mi cuñada fue "como que el negro no te queda"
¿QUÉ?, ¿cómo no me va a quedar mi propio color de pelo, mi color original.
Ese comentario se quedó en mi cabeza ahí flotando y un buen día regresé al salón de belleza a que me hicieran unas mechitas más claras y de nuevo fui feliz.

Eso fue hace un año y medio más o menos, la última vez que me pinté el pelo. Y desde entonces el negro h estado creciendo y creciendo, un día en el trabajo me vi al espejo y me dije "wow, otra vez tengo el pelo completamente negro, debería pintármelo" y me detuve a mí misma, y me pregunté "¿y por qué?"

No tengo respuestas, ¿es porque prácticamente me lo he pintado más de la mitad de mi vida?, ¿es porque está normalizado que las mujeres no nos gustemos a nosotras mismas y debamos cambiarnos lo más posible?, ¿es porque en todas las series y películas que veo abundan las rubias?
No lo sé.
Lo que sí sé es que quiero ser un poco más como mi mamá y aceptarme tal cual soy, con mi pelo negro, súper negro, con canas apareciendo. Aceptarme tal cual. Poquito a poquito.

viernes, 12 de enero de 2024

Yo no me quiero ir de aquí

 


Esta es una foto de mi pequeño pueblo en 2013, cuando la playa aún no estaba llena de turistas, de sombrillas que rentan para pasar el día, de mesas, sillas y camastros de los restaurantes y de vendedores ambulantes.
Han pasado casi 11 años, yo pasé de tener 20 años a tener 30, y el mundó cambió. 
Sé que es imposible que el mundo no cambie, que las cosas no evolucionen, es la menra en que el mundo funciona, pero quisiera pararlo de alguna forma, quisiera que hubiera una manera de proteger esto que tanto amo y guardarlo del resto de la gente.
A veces pienso que México solo se está convirtiendo en un estados unidos pero donde en vez de dólares ganamos en pesos y aún así servimos a los gringos. Que vienen y se quejan de que todo está tan caro, pues cómo no iba a estarlo cuando ellos vienen y se adueñan de todo: de las casas, de los restaurantes, de las calles y las tradiciones. Ahora, es imposible vivir de la manera en que vivíamos 10 años atrás, claro. Pero me pone a pensar hasta dónde llegarán las cosas. Es importante para mí que sepan que mi pueblo es una parte que se entrelaza con la persona que soy: aquí está mi historia, aquí nací, crecí y vi todo cambiar. Solía odiarlo con todo mi ser y solía querer irme lo más lejos que me fuera posible, y hace unos años todo cambió, más gente empezó a llegar, y yo empecé a ver la magia que había en los lugares que antes no había logrado ver. Es mucha gente la que viene y dice que se enamora del pueblo por su gente, por su energía, por su playa.
Hoy en día es imposible rentar un lugar a un precio razonable, debido a la alta demanda y la poca gente que está dispuesta a rentarnos a los locales, termino pagando un precio elevado por una casa que no vale ni la mitad, pero es la única manera de vivir, incluso, tanto restaurantes como viviendas ya están poniendo anuncios en dólares, yo tuve un argumento con una señora que estaba bastante ofendida porque en mi tienda no tomamos dólares, y es aquí dónde me pregunto, ¿acaso esta gente que viene y se adueña de todo se da cuenta de dónde está y del daño que están causando?

Yo no me quiero ir de aquí,
que se vayan ellos.
Lo que me pertenece a mí,
se lo quedan ellos,
que se vayan ellos.

jueves, 11 de enero de 2024

Vianey

 Hace tres días estaba en mi cama viendo videos o algo así cuando mi novio entró al cuarto y me sururró "creo que algo pasó", yo me le quedé viendo y siguió "la esposa del rentero está llorando y también su hermana", pausé mi video y confirmé que sí, por mi ventana podía escuchar a varias mujeres llorando. ¿Qué pasó? me pregunté e hice lo único que se me ocurrió pero que sabía que me daría respuestas: entrar a facebook, porque vivimos en un pueblo pequeño y donde los chismes siempre se publican primero en facebook.

Para mi sorpresa, lo que encontré no fue ni un chisme, ni nada chistoso: la hija de mi rentero, Vianey, había fallecido. 

Salí de la casa para encontrarme con su hermana llorando, no sabía ni qué decir, solo se me salió un "lo siento mucho", pero no me animé a preguntarle qué pasó. Durante toda la tarde fui recopilando extractos de lo que había pasado: era lo único de lo que se estaba hablando ese día. 

Vianey no murió, se suicidó. Porque su novio la engañó con otra chica y esa chica le envió un montón de videos y fotos de ellos teniendo sexo. Vianey fue a buscar a su novio para reclamarle, y también a la chica, pero ambos no dieron la cara. Así que en su casa, sola, se terminó  ahorcando.

Escribir esto me parece irreal. Vianey tenía menos de 25 años, una vida por delante y mucho que descubrir aún. Vivir en un pueblo tan pequeño a veces es como vivir en una burbuja, donde por ejemplo, hablar de salud mental es un tabú, a veces parece que vivimos 50 años en el pasado para muchas cosas. Se me parte el corazón pensar en lo mucho que habrá sufrido, en lo que sus papás sufren ahora, y en qué se pudo haber hecho para evitar que muriera. 

Vianey siempre tenía una sonrisa para regalar a todo aquel que cruzara en su camino, y así quiero recordarla. 

jueves, 4 de enero de 2024

Cuando pase el temblor

En marzo de 2020 mi padre subió al techo a revisar su antena de televisión, porque pensó que había algo mal con ellas, debido a que desde hacía ya días el cable no servía y solo había estática en su tv. Para su mala suerte, no encontró nada anormal, así que tuvo que regresar tristemente a su sala donde se sentó en su sillón blanco y esperó a que la cena estuviera lista. Era su costumbre: regresar del trabajo y sentarse a ver lo que fuera: una película, las noticias o el partido de fútbol, mientras esperaba a que mi madre terminara de cocinar y finalmente anunciara: ¡la cena está lista, apaga esa tele y vente a comer!

Mi padre se preguntó qué podría hacer en vez de mirar la tv, ¿qué hacía la gente antes?, ¿limpiar? miró a su alrededor y la casa estaba bastante impecable, y es que mamá tenía un raro miedo a los gérmenes y jamás dejaba pasar un día sin sacudir, barrer, trapear y pasar un trapo con cloro y pinol por toda la casa. ¿Qué podía hacer?, ¿leer el periódico?, demasiado aburrido, ¿ayudar a mamá con la cena?, ni hablar, eso solamente lo dejaría con dolor de cabeza. Así que optó por hacer lo que solo hacía en caso de total emergencia:

-Vieja, ¡voy con José a ver las noticias, me echas un grito cuando la comida esté lista!

Nada nuevo en el mundo: robos y asaltos por doquier, politicos haciendo de las suyas, niños cantando y bialando, pero pronto notó que había algo de lo que no paraban de hablar: un virus raro apoderandose del mundo, con un nombre aún más raro y amenazando con dejar a todos en casa. 

-Seguro no pasa nada - dijo José y cambió de canal.

Pero ahí estaba de nuevo: el virus esparciéndose, el miedo también.

Papá volvió a casa antes de que mamá tuviera lista la cena, prendió el estereo y subió el volumen. 

-¡Bájale! estoy hablando con tu hijo.

-Pásamelo.

Entonces papá y yo hablamos de cosas generales: cuándo sería mi próxima visita a casa, para cuándo iba a proponerle matrimonio a Mónica, cómo iba el trabajo.  

-Parece que este virus es en serio. En la última semana ya despidieron a seis de mis compañeros. 

-Nunca pasa nada hijo, tú tranquilo.

-¿Estás escuchando a soda estereo?, ¿cuántas veces al día escuchas las mismas canciones papá?

-Ya sabes que son mi banda favorita, ok, hijo, tengo que irme porque tu mamá ya me está haciendo señas de que es hora de ir a cenar, nos vemos cuando pase el temblor.

-Adiós papá.

Yo estaba viviendo en Indio, California, trabajando como programador para una empresa gigante, y yo paraba de escuchar los rumores: pronto todos estaríamos desempleados, sin dinero y sin papel de baño. 

Para abril el mundo ya no era el mismo que antes, apenas y podía conseguir salir de casa una hora al día, hablaba con mi papá a diario, siempre con música de Soda Estereo de fondo y mi mamá cocinando. Por suerte ya había comprado otra antena y ahora podía ver la televisión, pero según él se había acostumbrado a ir a casa de José, luego regresaba a casa a hablar un rato conmigo y a cenar. 

"¿Cuándo vas a venir a casa?" me repetía una y otra vez, y aunque yo había mirado constantemente vuelos, no me había decidido aún. 

En junio mi papá se enfermó, lo noté cuando un dia no paraba de toser y mi mamá tuvo que gritarle para que dejara el celular y tomara su medicina. Un día simplemente ya no me respondió y después de varias llamadas a mamá, finalmente me dijo que mi papá tuvo que ir a que lo checaran al hospital, pero que ya estaban en casa. Me lo pasó y pude hablar un poco con él.

-¿Seguro que estás bien papá?

Me aseguró que se sentía bien y no era más que una tos común, pero yo estaba preocupado. Terminó su llamada con "nos vemos cuando pase el temblor", y colgamos. 

Esa fue la última vez que hablé con él. Al día siguiente mamá me llamó desconsolada y yo no lo podía creer. Compré el vuelo más cercano y finalmente volví a casa.