Acepto el abuso en mi infancia que no recuerdo
pero que de alguna manera se quedó grabado en mi cuerpo
y hay días en que todo se siente pesado,
pero acepto que debo recordarme que yo misma creo mi realidad.
Acepto mi pasado, acepto mi infancia que recuerdo con amor
aunque tenga capas de dolor, que a veces visito sin querer.
Acepto haber tenido unos padres ausentes la mayoría del tiempo,
porque ellos eran jóvenes, porque seguramente no sabían ni lo que estaban
haciendo.
Acepto que mi mamá me rechazaba abiertamente, alejándose tanto física como
mentalmente de mí: no debió ser fácil para ella ser mamá a los 18 años.
Yo ahora tengo 30 y no puedo imaginarme teniendo un hijo.
Mamá, te aceptó y te agradezco haberme traído a este mundo aún si saber lo que
ello significaba: que renunciarías a tu vida y a tus sueños.
Espero que sepas que aún hay tiempo de sobra para ti y que mi más grande deseo
es verte feliz, disfrutando la vida.
Papá aceptó que crecí en un hogar donde no estabas, y cuando te hacías presente
era borracho, maldiciéndonos por estar en tu vida.
Sé que quizá no te diste cuenta de la cantidad de responsabilidad que es tener
hijos, sé que cambiaste y hoy te esfuerzas por recuperar el tiempo perdido.
Acepto que mis padres solo me vieran a través de mis logros,
que no se dieran el tiempo de conocer a la verdadera yo.
Acepto que me tomó mucho tiempo encontrarme después de esto: fui invisible
por mucho tiempo y me refugié en mi mente, en los libros, en mis diarios.
Acepto que aún me cuesta trabajo,
y está bien.
No pretendo ser lo que nunca fui: una niña perfecta y complaciente, ahora me doy
a la tarea de darme mi espacio, de buscar maneras de recordarme que vivo esta
vida para Mí.
Acepto que viví mucho tiempo para los demás, a veces me cuesta aún trabajo
decir que no. Pero soy consciente.
Acepto que veía al amor como un escape, como una manera de evadir la realidad y
como un mecanismo de defensa que me permitía seguir viviendo el dolor de no
ser vista.
Acepto que mis relaciones han cambiado debido a ello: ya no busco personas que
me pisoteen, busco personas que caminen a mí lado, me escuchen y me vean tal
cual soy; y aún con las partes feas se queden.
Acepto que me abandoné de muchas maneras a lo largo de mi vida: no
comía bien o no comía en absoluto cuando tenía el corazón roto, dejaba
que los hombres utilizaran mi cuerpo aunque sabía que no querían nada serio,
decía que haría una cosa y terminaba haciendo lo contrario o nada en
absoluto.
Acepto que mis amigos han cambiado también; que son poquitos y contados pero
que los aprecio porque estamos en la misma sintonía.
Acepto que mi mejor amigo de toda la vida ahora se siente como un extraño y me
duele.
Porque acepto que no me gustan las despedidas, terminar ciclos, cerrar la puerta
y trato
de alargarlo
lo
más
qué
puedo.
Acepto que las despedidas me dan pánico
y qué a veces no sé cómo salir de relaciones o situaciones que me hacen mal.
Acepto que estoy trabajando en ello
día
a día
un pie tras el otro.
Me acepto con el camino que me ha llevado a escribir estas palabras.
Me acepto con el coraje que tuve para reescribir mi historia.
Me acepto con los ojos de niña triste que se han convertido en ojos de esperanza.
Me acepto.
Siempre.