miércoles, 19 de noviembre de 2025

cambios, cambios, cambios

 He estado pensando mucho sobre los cambios últimamente. 
Y creo que es porque me rehuso a irme de este pequeño pueblo que me vio nacer, y a la vez, hay una fuerza grande que me indica que es tiempo, que a donde sea que vaya voy a volver a echar raices y florecer.
Eso no quiere decir que no tenga miedo, 
al contrario: estoy aterrada.
Porque por primera vez en mi vida siento que mi relación con mi familia está perfecta, estoy feliz con mis papás, estoy bien con mi hermano, amo demasiado a mi sobrina, ¡y tener que irme así!, justo en este momento de felicidad se siente como una traición a algo, no sé a qué, pero a algo.
¿Será a las mujeres que nunca se movieron en mi familia? Quizás.
Me abruma el pensar en el tiempo que me queda con los que más amo y lo mucho que ese tiempo se va a acortar si me mudo. 
Lloré en el camión camino a casa pensando en el paso de los años que aún no llegan. 
Soy nostálgica por naturaleza y los sentimientos los vivo a flor de piel, no puedo evitarlo.

Mi esposo está listo para mudarse, ¿y yo?
¿cuándo estaré lista?
¿Cuándo tendré todo resuelto?
¿Cuánto voy a llorar y cuán contenta me sentiré después?

No sé, 
no sé,
solo el tiempo lo dirá...

viernes, 7 de noviembre de 2025

Celebro mi vida

 A dos días de mi cumpleaños celebro estar viva. 

Han sido semanas de mucho estrés pero ahora que finalmente todo se está concretando y volviendo una realidad, me siento finalmente en paz. 

Hace muchos años leí en algún lado que los 30 días antes de tu cumpleaños son tiempo de romper; de dejar atrás las cosas que ya no te sirven y los patrones que venías repitiendo en el año. Y luego los siguientes 30 días después de tu cumpleaños son tiempo de cocer; de reacomodar las cosas y hacerle espacio en tu vida a todo aquello que tenías olvidado o que querías dejar entrar pero no lo habías hecho.

He sentido todas las emociones que existen en estas últimas semanas.

Primero mi abuela se enfermó y falleció a los días, cosa que nadie se esperaba, ni siquiera pude despedirme de ella y eso me hizo sentir mucha culpa por un buen rato. 

Luego, como mi abuela era mi rentera, su muerte dejó todo en el aire para la apertura de mi nuevo negocio, porque aunque suene feo pero en la familia, con las muertes siempre hay pleitos por cosas materiales, y yo tenía miedo de que eso fuera a pasar, porque mi papá tiene siete hermanos y no sabía cómo se iban a repartir ese cuarto que mi abuela me rentaba. Hasta ahora parece que todo está resuelto y espero que así siga.

Y con la apertura de un nuevo negocio también tuve bastante estrés por cosas que yo ni siquiera podía controlar como licencias de funcionamiento y de alcoholes, que si los provedores me iban a mandar las cosas a tiempo, que si íbamos a tener suficiente espacio para la apertura...etc.

Finalmente abrimos el negocio hace dos días y mi ansiedad estaba por los cielos, me desperté varias veces en la noche pensando en las infinitas posibilidades de que todo saliera mal. Sabía que en algún punto iba a llegar mucha gente y se iba a hacer un caos, y me pasé todo el día esperando a ese momento, y cuando finalmente pasó me sentí totalmente aliviada. 

Hoy me desperté -al fin- con la sensación de que todo estará bien, de que ya no tengo por qué preocuparme, de que todo se va a ir acomodando con los días. Y me emociona pensar que el domingo cumpliré 32 años, wow, hace ya la mitad de mi vida que tengo este blog, es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo mucho que he cambiado.

lunes, 13 de octubre de 2025

Ríos

En un lunes nublado y lluvioso me siento a escribir junto a la ventana mientras miro a los pájaros refugiarse, a los perros ladrar mientras los rayos alumbran un poquito el cielo y a las personas correr para no ser alcanzados por las gotas.

La lluvia no es más que un recordatorio de que incluso el cielo necesita descansar de sus colores, de que los árboles y el campo gritan por agua y al fin son escuchados, de que los ríos quieren volver a encontrarse con el mar después de una temporada sin verse, llena de anhelo.

Mientras pienso en las pérdidas que tuve este mes también pienso en las oportunidades que seguramente vendrán después que pase la tormenta, porque no puede llover para siempre y este dolor no puede permanecer en mí tampoco.

Le doy un espacio como el mar le da espacio al agua del río; la acoge y le da lugar entre sus creaturas mientras la lluvia sigue cayendo. Así yo, me dejo descansar mientras las gotas de agua se confuden con las que caen desde mis mejillas. 

A veces hace falta un día en que la tormenta lo limpie todo; que permita finalmente unir los mares con los ríos, al anhelo de los recuerdos con las lágrimas que me dicen que pronto saldrá el sol.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Mi abuela Severiana

Hace semana y media mi abuela se puso mala, bastante grave. Le dio un infarto y la llevaron al hospital en la madrugada, ahí automáticamente la intubaron para ayudar a sus pulmones que además de todo traían agua. Le dijeron a la familia que mi abuela necesitaba una operación de corazón, pero que no aconsejaban ya hacersela porque no iba a aguantar con su situación.

Supe que era hora de empezar a pensar que mi abuela no iba a sobrevivir.

Mi abuela siempre fue una guerrera. Fue una de siete hermanos, se crió en la Peñita de Jaltemba, que está a 30 minutos de mi pueblo, y se casó con mi abuelo a los 21 años. Recuerdo que esto me impactó mucho porque la mayoría -sino todas las mujeres de mi familia se casaron o tuvieron hijos más jóvenes. Mi abuela tuvo a su primer hijo a los 22 años. Tuvo 9 hijos en total, dos fallecieron al poco tiempo de nacer. Ella los crío a todos sola porque mi abuelo nunca estuvo presente más que para volver a embarzarla y luego irse de parrandas.

Así que salió adelante como pudo: vendiendo elotes, vendiendo hot dogs y hamburguesas. Los recuerdos de mi infancia con ella son usando su horno para hacer galletas en navidad y que siempre salían casi negras de lo quemadas que estaban, pasar tiempo con ella ayudándole a organizar su refri, que los domingos de ramos siempre traía una vara y nos perseguía para pegarnos "para que creciéramos fuertes y altos". Mi abuela era una mujer religiosa; siempre viendo la misa en la tele o yendo a la iglesia a rezar.

En sus últimos días, aunque le costaba mucho caminar no dejaba de ir a la iglesia. Siempre tuvo fe en que se iba a poner mejor, pero vivía en decadencia y con dolor; nunca fue una mujer ordenada y cuando quería limpiar ya no podía agacharse o barría pero muy despasito. 

Mi abuela murió ayer, después de 11 días de lucha su cuerpo ya no aguantó más. No pude ir a verla al hospital porque no dejaban visitarla, no pude despedirme de ella porque el último día que estuvo bien solo la vi de reojo y le dije adiós con la mano. He pensado mucho en qué pude haber hecho diferente, si le hubiera preguntado algo, ¿hubiera hecho diferencia?, ¿me hubiera dicho que se estaba sintiendo mal?, ¿su infarto podía haberse prevenido?, no lo sé, pero son cosas que pienso y pienso.

Abuela, te voy a extrañar. Te quiero, por siempre.