Cuando vives sin corazón por tanto tiempo, no te queda otra
opción más que convertirte en todo aquello que odias, en las cosas que tanto
despreciaste, te conviertes en el monstruo que te hizo daño, en aquel que robó
tu pequeño y frágil corazón.
Quizá un día logres recuperarlo, quién sabe, mientras tanto,
te despiertas cada día sintiendo un vacío que no se llena ni con las cosas
fáciles, ya sabes, ir por allí robándole algo de amor a las personas, fingiendo
que te importan, diciendo las palabras que a ti te gustaría escuchar.
El vacío se hace más y más grande y ya no sabes cómo hacer
para llenarlo. Si tan solo tuvieras un corazón, si tan solo alguien decidiera
compartir el suyo, si te dieran por lo menos un pedazo, algo, algo que se sienta
real de nuevo.
Olvidaste cómo se siente el querer, ahora, solo esperas a
que los chicos vengan y usen tu cuerpo, porque, dime, ¿acaso crees que se van a
enamorar de alguien que no tiene sentimientos?, de alguien sin corazón, sin
capacidad para sentir. Ellos solo vienen a clavar sus cuchillos en tu piel, y
te lo advierten, te dicen “no, yo no te quiero”, y tú piensas “bueno, tal vez
algún día lo haga”, pero eso no pasa y con el tiempo el vacío solo se hace más
grande, casi como un hoyo negro consumiéndote las entrañas.
Y, ¿qué puedes hacer?
El amor y el vacío se parecen mucho, ¿no es así?
Ambos consumen, ambos acaban con todo a su alrededor, ambos
te hacen creer que de alguna manera vas a sobrevivir a ellos.
Tú y yo sabemos que no va a pasar. Que aún cruzando un
océano, que aún navegando las aguas más profundas no vas a encontrar la cura,
no hay nada que hacer. Solo esperar. Quizá un día, alguien venga y vea que a
pesar de que eres un monstruo sin corazón, en el fondo sigues siendo solo una niña a
la que le robaron la inocencia.
*Esto está inspirado en Moana.
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