Y ahí estaba yo, aventurándome y pedaleando con miedo porque creía que en cualquier momento me iba a terminar cayendo. Después de dar mil vueltas en el mismo lugar, lo había logrado: aprendí a andar en bicicleta.
No recuerdo si esa vez me caí, quizá sí. Lo que sí sé es que me sentí como la mujer maravilla después de esa experiencia.
Y cuento todo eso porque bueno, este fin de semana pasó algo que me dejó pensando en bicicleta y caídas.
Salí el viernes con mi hermano y unos amigos y ahí, mientras bailaba, vi a un chico que me ha parecido demasiado lindo ya por muchos años, apenas hace poco empezamos a hablar y una vez nos pusimos ebrios mientras estábamos en la playa. Pero nada había pasado, no de verdad, hasta ese día. Nos besamos y yo sentí algo. De verdad. Ya sé que yo suelo exagerar en todo y por todo, pero esta vez fue algo que no puedo explicar. Después de tanto tiempo viéndolo desde lejos, pensando en lo imposible que sería que él se fijara en mí, y pasó. Pasó. Después de eso regresamos al pueblo y yo pensé "bueno, ya pasó, ahora espera a ver qué sigue". Y me estaba preparando para lo peor, porque siempre me pasa.
Pero ayer sábado nos volvimos a ver y volvió a pasar. No sé bien que siento, no sé si será algo bueno o malo. No tengo ni la menor idea de qué esperar. La verdad es que somos como polos opuestos, y la simple idea de pensar en que estemos juntos se me hace descabellada.
Y todo esto tiene que ver con la historia de la bicicleta porque pensé en lo difícil que es todo lo relacionado al amor. Quiero decir, uno nunca "desaprende" a andar en bicicleta, simplemente te vuelves a montar en una y ya está. Lo mismo pasa con el amor, quizá uno piensa que ya olvidó cómo era estar con alguien, pero cuando pasa, es como "ah, en realidad aún sé cómo hacer esto". Pero también está el miedo. El miedo a caerse, porque a pesar de que a veces todo parezca bajo control aparecen de pronto obstáculos que de una te ponen con las rodillas en el piso.
Así me siento en estos momentos.
Sé que pueden pasar mil millones de cosas, que quizá mañana no hablemos o que quizá nos sigamos viendo. Quién sabe.
Lo que sí se bien es que la caída me va a doler.
Porque siempre duele.
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