El problema es que yo nunca quise aceptarlas, porque en mi historia de vida he aprendido a aceptar a la maleza en vez de las flores, porque prefiero todo aquello que se arrastra por la tierra y destruye todo a su paso. Y la maleza, al igual que la historia, nunca deja de crecer y de repetirse.
Veo alrededor y nada me parece suficiente, y sé que al menos tú me enseñaste a querer, pero quizá aprendí de la forma equivocada, porque a pesar de todas aquellas flores hermosas, la maleza se abría paso y no me permitía admirar la belleza.
Y me veo a mí misma ahora, extrañando a los chicos que llenaron mi jardín con espinas, haciendo cualquier cosa con tal de no sentirme solitaria, y es que dios sabe que el sexo es una buena manera para olvidar la soledad, aunque sea por momentos.
Tengo todo este jardín lleno de maleza, tengo a chicos que siguen cultivándola para mí, haciéndome sentir miserable, haciéndome creer que jamás podré ver una flor de nuevo, que jamás volverán a crecer o quizá nunca las planté, ya no recuerdo.
Intenté antes y lo volveré a intentar, quiero acabar con todos, arrancarlos de raíz. Pero el tiempo pasa, se acaba, las flores no crecen y la maleza sigue esparciéndose, sigue creciendo.
Lo peor fue darme cuenta de que no solo está a mi alrededor, sino que también está dentro de mí, y ya no sé qué más hacer, si cuando abro los ojos la veo, cuando los cierro puedo sentirla, y sé que estará ahí para siempre.
*Inspirado en Weeds, de Marina and the Diamons.
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