martes, 8 de febrero de 2022

El intento de

Hace dos días, es decir el domingo, fui con mi novio y una amiga que nos estaba visitando de GDL a Puerto Vallarta, salimos de la ciudad y luego de unos 10 minutos, nos detuvimos en la carretera donde mi amiga estacionó el carro y nos aventuramos a lo desconocido. 

Íbamos a Palo María, una cascada súper bonita a las afueras de la ciudad. 


Y no es que haya un camino marcado, un sendero bonito y cuidado, sino que es literalmente irte al lado del río. Hay algunas partes que están súper bien y puedes caminar sin problemas, pero la mayoría del tiempo estás caminando entre las piedras y evitando el agua. 
De camino hacía la cascada, todo bien, llegamos 45 minutos después de empezar a caminar, mi amiga se metió a nadar, yo pensé en hacerlo pero luego toqué el agua y no, demasiado fría.
Pasamos unas dos horas ahí, entre la gente que llegaba y se iba, entre la gente que escalaba para poder aventarse clavados, y los que descendían del cerro, quién sabe por qué, pero ahí había gente arriesgando sus vidas.

De regreso, iba yo muy confiada, sentía que nada podía detenerme, que me movía entre las rocas con una agilidad asombrosa, hasta le comencé a ayudar a mi amiga Angie, y como a unos 10 minutos de terminar la caminata, pisé una piedra mojada y al agua, me caí y me golpeé la rodilla. La sangre salió instantáneamente, y el dolor llegó. 

Y me recordó mucho que cuando más confiada me siento, es más fácil que el universo me recuerde que los peligros existen, que el balance es necesario, que aún debo aprender más, que nunca terminaré de hacerlo. Hará falta que me caiga mil veces más, y va a doler, porque siempre duele, pero será necesario para ser más cuidadosa, para pisar con más fuerza y más seguridad. 

En el camino de la vida no estamos exentos de piedras que estén mojadas, que parezcan estables pero no lo sean, depende de nosotros, si las vemos como una bendición o no. 


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