Era de mañana, al lado de nuestra cama, en el buró estaba una pequeña notita con caligrafía hermosa que decía "no olviden que esta noche es la visita", miré alrededor, la mayoría aún estaban en su camas y algunos ya se habían salido a dar un paseo.
Yo había llegado una semana atrás, fue un alivio y sorpresa darme cuenta de dónde me encontraba: por muchos muchos años me preguntaba, "¿a dónde iré?, ¿existirá un lugar dónde descansar o será solamente oscuridad para siempre", resulta que no es la una ni la otra. "Estamos en el intermedio" nos dijeron cuando ingresamos, "aquí aprenderán todo lo que deben saber de su nuevo universo antes de que sean mandados a él."
Jania siempre creyó en la vida después de la muerte, yo era medio exceptica, o al menos fingia serlo delante de ella. A los 30 años acabé mi doctorado en cosmología; el universo me fascinaba desde que había aprendido sobre su origen y no había parado de hacer preguntas desde entonces. No paré hasta graduarme, y luego más y más, uno nunca podía saber lo suficiente. En la facultad teorizábamos acerca de cómo acabaría el universo, lo contrario del Big Bang: explosiones en reversa, hoyos negros, el cambio del comportamiento de los átomos. Bien, pues estábamos completamente equivocados.
Jania es mi hija, tiene 34 años, y vive sola. No tuve más hijos y me divorcié de su padre dos años después de que ella naciera así que cuando me fui, ella quedó completamente sola en una casa que me pasé años decorando. Sabía que era lo único que podría dejarle. Eso y un montón de libros sobre el Universo.
Cuando Jania nació me pregunté cómo era posible que unas células tan pequeñas dieran lugar a un ser que crecía tan rápido. Ella me enseñó a ser paciente, y cuando tuvo la capacidad de pensar, no paraba de hacer preguntas. "¿Cómo funciona?, ¿para qué es?, ¿puedes construirme otro?", Jania creía que yo era capaz de todo, Jania creía en Dios, o en algo que nos cuidaba, y cuando me enfermé de cancer, rezaba todos los días, aún con mis protestas. Tuvimos las conversaciones más interesantes antes de que yo muriera: ella se empeñaba en que tenía que haber algo más, "no podemos solo estar flotando en medio de la nada y luego desaparecer", yo le explicaba que nadie desaparecería del todo, "un día seré parte de una flor, de un animal o quizá llegaré de nuevo a las estrellas", ella se reía de mí y mi locura. "Al menos dime que hay una pequeña parte de ti que cree en que un día regresarás", yo solo le tomaba la mano y la apretaba con fuerzas.
Hace una semana llegué al intermedio. Todos estaban confundidos, en lágrimas o dándole gracias a Dios por no estar en el infierno. Bueno, yo no podía parar de reír mientras los demás me veían con cara de loca. Porque aún después de morir me siguen llamando loca. "¿Qué es tan gracioso?", me preguntó una chica de mediana edad, "no lo entenderías" respondí “pasé mi vida tratando de entender algo completamente falso”.
Pero bueno, hoy es el día. Los guardianes del intermedio (una especie de ángeles), solo nos dejan regresar a despedirnos de nuestros seres queridos visitándolos en sus sueños. Y nos conceden una visita cada semana durante un mes, es decir; cuatro visitas en lo que estamos listos para partir a nuestra próxima vida.
Jania duerme profundamente, puedo ver que está usando una de mis batas de dormir y siento tristeza y alivio a la vez. Quisiera abrazarla de nuevo. Está soñando cosas sin sentido, cómo seguramente todos lo hacen. "mañana no te acordarás de nada", pienso. "Creerás que solo fue un sueño", pero es un adiós. Jania se sobresalta cuando me ve ahí parada, en medio de un bosque y rodeada de helados de vainilla (sus favoritos), "¿Mamá?", yo asiento, "¿Qué haces aquí?", "Vine a decirte que tenías razón" y sonrío.
Nos sentamos y la abrazo fuerte, aunque sé que no es real, no puedo dejar de llorar. Ella me dice que me extraña y le digo que no se preocupe, un día estará lista para viajar al siguiente universo y nos encontraremos en algún punto.
"Pero, ¿qué dices?, nunca has creído en esas cosas, no mientas ahora", y yo sonrío. La beso una y otra vez en la frente mientras está en mis brazos, y así pasamos lo que parece una eternidad, en lo que despierta.
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