Hoy me desperté con el recuerdo de un sueño aún presente en mi mente. Fue un sueño muy extraño que me dejó una sensación de vacío en el estómago. Voy a tratar de escribirlo pero estoy segura que mientras lo escriba voy a olvidar más y más cosas acerca de él, pero haré mi mejor intento.
Estábamos mis papás y yo en un cuarto oscuro, no estoy segura si mi hermano estaba ahí, y si estaba, aún era un niño muy pequeñito, quizá de un año. Sé que éramos prisioneros porque estábamos planeando escaparnos, había como un tipo de tobogán en una esquina que estaba sellado por una puerta de metal, pero habíamos conseguido abrirla finalmente, así que planeábamos salir de uno por uno, empezando por mí.
¿Por que estábamos encerrados?, ¿quién nos había encerrado? No sé, pero un día mis papás me dijeron que mi momento había llegado, abrí la reja del tobogán y me lancé a lo desconocido. Cuando llegué al otro lado era como una playa desierta, y tuve que esperar a que mis papás, de uno por uno salieran para que quien fuera que nos tenía prisioneros no sospechara que nos estaba perdiendo.
Mi mamá salió después de mí. Nos abrazamos al encontrarnos del otro lado, ¡al fin éramos libres!, sabíamos que estábamos tan cerca de alcanzar la libertad de nuevo. Pero también sabíamos que una vez que papá saliera tendríamos que empezar a correr para no ser prisioneros de nuevo.
Y así lo hicimos, corrimos sin parar por una carretera oscura y llena de curvas. No vimos ni un carro por horas, estábamos cansados, queríamos parar y descansar pero no podíamos. Finalmente un coche apareció después de muchas horas, con los pies rojos e hinchados nos subimos a la camioneta que nos ofrecía un raite. Y así nos fuimos, los tres abrazados en la parte de atrás de la camioneta, respirando finamente en paz.