El descanso.
Te escribí una
carta que hablaba de amor. Donde te confesaba que aún te quiero, que mi corazón
sigue latiendo al sonido de tu nombre. Te decía las cosas más maravillosas de
este mundo, te contaba, que sin ti no puedo vivir, que en tu ausencia he
llorado mares, que me he perdido y la senda que llevaba a ti, ahora se ha
secado, y ya no sé cómo regresar.
La volví a leer,
y me di cuenta de que sólo eran mentiras, así que decida la quemé. Yo no puedo
mentirte. Yo puedo vivir sin ti, como solía hacerlo.
Decidí que lo
mejor sería cambiarme el corazón por una bola de cristal que contenía cuentos
de amor. Al final sólo quedé con una cicatriz en el pecho, pero al final de
cuentas esa ya la tenía.
Descubrí, que me
sentía igual. Sólo que a veces pensaba como una princesa, ya sabes, como esas
de los cuentos de hadas. Estaba a la espera de mi príncipe azul.
Y cada noche, a
las 12 en punto, derramaba una lágrima porque mi príncipe encantado no me
buscaba, ¿qué estaba esperando?
Vi muchas películas
de amor, y al igual que los cuentos, solo me dejaban con la sensación de que
algo faltaba en mi vida, y ese algo era el amor.
Sólo tenía 18
años, pero aún así. Mi corazón había sido roto 2 veces. No sabía si eso estaba
en el promedio o yo había sufrido más. Así que decidí salir al mundo exterior y
preguntar, ¿Quién te ha roto el corazón? y ¿Cómo lo has superado?
Descubrí, que
todas las personas cargaban corazones rotos. Unos más que otros, pero todos con
cicatrices en sus pechos. Descubrí que las personas creían en el amor, aún si
el amor los hacía miserables. Y lo más interesante, fue que todos me dijeron
que si tuvieran la oportunidad de pedir un deseo y que éste se convirtiera en
realidad. Ese deseo sería… exacto, encontrar el amor.
En cuanto a mis
preguntas. Un niño de 6 años, me dijo que sí, que Ana le había roto su pequeño
corazón. Entonces le pedí que me dejara observarlo, para comprobar que fuera
cierto. Su corazón, del tamaño de un puño, sufría y lloraba en medio de
pequeños cuchillos que lo cortaban. Así que era verdad. A los 6 años, tenía el
corazón roto. Y aún no lo superaba.
Una adolescente
de 14 años, me dijo que Mateo le había partido el corazón al dejarla plantada. Y
tras observarla llorar por 20 minutos, me di cuenta de que no mentía. Le pregunté
si lo había superado, pero sólo lloró más.
Entonces fui con
alguien considerado por los demás como un adulto. Pero no me atreví a
preguntarle nada, ya que el hombre estaba demasiado borracho, al igual que su
pobre corazón.
Allí estaba yo. Con
la segunda pregunta aún al aire. Porque no conocí a nadie que me supiera
contestar. ¿Cómo reparar un corazón roto? Niños, adolescentes, adultos. Caminan
por las calles en busca de alguien que los repare. Yo por lo menos había
sustituido mi corazón. Así lo único que me dolía era el cuerpo, la cicatriz en
mi pecho.
Entonces pensé
que tal vez alguien más tendría las respuestas. Le pregunté a las nubes si
podrían ayudarme, si sabían cómo se superaba a un amor, pero mi duda las
deprimió tanto, que acabaron llorando e inundando la ciudad.
Le pregunté al
mar, pero a cambió sólo recibí olas en la cara, como bofetadas que me pedían
que dejara de ser tan ingenua.
Pregunté a las
flores, pero pasaron tanto tiempo pensando, que terminaron por marchitarse.
Y justo cuando
estaba a punto de rendirme. Mordí una manzana roja y caí en un profundo sueño.
Soñé que era una
sirena, que hablaba con los peces y que en el fondo del océano, se hallaban corazones
sin daños. Les pedí que me ayudaran a conseguir uno, pero se negaron, alegando
que yo no pertenecía a ese lugar, pidiéndome que me fuera.
Entonces busqué
al final del arcoíris, y todo lo que encontré fueron monedas de oro, y eso no
me servía de nada. No puedes comprar un corazón, ¿verdad?
Me fui a volar
con las aves por el cielo y una gaviota me preguntó por mi cicatriz en el
pecho.
-Es que cambié mi
corazón. Ahora tengo una bola de cristal que contiene cuentos de amor.
-¡Pero qué
tonterías dices niña! Y ahora que lo pienso, ¿cómo es que puedes volar si no
tienes alas?
Y una vez dicho
eso, caí desde el cielo hasta mi cama, pero mi colchón amortiguo mi caída y no
dolió demasiado.
Pero descubrí,
que la bola de cristal se había salido de su sitio, y si no me apresuraba, iba
a morir.
Busqué mi corazón
por todo mi cuarto, pero había demasiado desorden. Estaban restos de cenizas de
todas las cartas que te he escrito, estaban los libros que un día me regalaste
y que ahora lloraban porque yo ya no los quería como un día lo hice, y estaba
aquella foto que aún conservaba de ti. La tomé en mis manos y debajo se
encontraba mi corazón. Estaba bello y parecía haberse recuperado. Me apresuré y
le pregunté si estaba bien.
-Pues claro que
estoy bien, estoy mejor que nunca. Me respondió.
Yo le di un
pequeño beso y lo coloqué dentro de mí. Me sentí mejor que nunca, mi corazón
había sanado.
Así que te escribo
hoy esta carta mientras sonrío, y puedo decirte a ti y al mundo entero que la
respuesta a cómo curar los corazones rotos, es dándoles un descanso.
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