domingo, 17 de noviembre de 2019

Los domingos se inventaron para pensar

Dios al parecer estaba tan cansado después de crear y crear sin parar que decidió darse a sí mismo un día entero para hacer nada. Pero nadie le advirtió que cuando uno no hace nada definitivamente queda más espacio dentro de uno para ponerse a pensar.
Hoy me desperté tarde (y por tarde me refiero a las 9am), vi a mi mejor amigo para desayunar, volví a dormir y acabo de ver a mis amigos de nuevo para comer. Se supone que me pondría a trabajar un poco pero no tengo ganas. Terminé de ver Atypical (Que luego dedicaré un post entero a esa serie), estoy viendo Eat, Pray, Love.
No sé qué hacer, es uno de esos días en los que quiero recostarme en el piso y quedarme dormida solo para despertar cuando las cosas se hayan solucionado. Pero es que no hay nada que solucionar, todo parecería estar bien pero aún así no estoy satisfecha. Llegué a la conclusión de que nunca lo estaré. No importa qué tanto tenga, nunca podré ser del todo feliz.
Necesito cambiar mi vida, necesito salir de aquí e irme lejos, quizá no a Bali pero si a encontrarme.
Cumplí 26 en un país donde vi la nieve por primera vez, donde estuve feliz por 5 días y luego regresé a una realidad que no me gusta.
Necesito cambiar. Es hora.
Es el momento de enfrentarme a los pensamientos recurrentes que no se van y que sé que no se irán hasta que los haya repasado uno por uno.
Ya no soy una niña y el tiempo pasa cada vez más rápido.

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