Hay una canción que describe a la perfección mi sentimiento, pero no puedo acordarme de su nombre ahora, así que lo único que puedo hacer es acostarme, ni siquiera logro llegar a mi cama, así que me siento en el suelo y poco a poco siento el peso de mi cuerpo y cómo lentamente cae al suelo, como un niño que está demasiado cansado cae en los brazos de su madre. No me imaginé que dolería tanto. Lo vi en las películas, lo leí en los libros y mi padre me lo advirtió una y otra vez: "no te hagas ilusiones", pero no pude evitarlo, no pude contener mi emoción al saber que la celebración de primavera sería con un baile, en medio del pueblo, en mi lugar favorito, y sería adornado con miles y miles de flores, las chicas usarían vestidos hermosos y yo, al fin, estrenaría el traje que había comprado cuando se supone que asistiría a una boda.
Diana es la mujer hermosa que pueden imaginar, en verdad, lo es. La vi por primera vez cuando ambos teníamos 6 años y entramos a la primaria, mis ojos no podían comprender cómo un ser humano podía ser tan perfecto, así que en mi mente, comencé a llamarla "Ángel", porque solo un ser celestial podía ser comparado con su belleza. Pero el Ángel y yo nunca nos hicimos amigos, ella era la niña más popular, y yo el pequeño ratoncito que se la pasaba leyendo, sentado siempre en la misma banca a la hora del recreo. Los años pasaron y Ángel se fue haciendo más y más hermosa: su cabello negro creció larguísimo, sus ojos castaños parecían más bien dos bolas de cristal, a veces los miraba sin que ella se diera cuenta, intentando ver mi futuro, su cuerpo creció, al igual que el mío: pronto dejé de ser un ratoncito, para convertirme en una jirafa. Medía 1.82 con solo 12 años.
El único que sabía de mi devoción por Diana era mi padre, se lo conté un día mientras cenábamos, y el solo dijo "ten cuidado, no te ilusiones", yo tenía 14 años y comprendí hasta mucho después de dónde había salido esa advertencia: cuando él tenía apenas 20 años, se enamoró perdidamente de mi madre, quien lo rechazó siempre, hasta que un buen día, llegó llorando a sus brazos, "estoy embarazada" le dijo "mi vida se acabó", mi padre, sin dudar ni un momento, le pidió que se casaran, nadie sospecharía que el bebé no sería de él, y aunque mi madre no lo quería, al menos no tendría que soportar la vida por su cuenta. Mi madre aceptó, pero al poco tiempo de que nací, se fue, desapareció por completo de nuestras vidas y jamás volvimos a saber de ella.
Cuando anunciaron el baile de primavera, mi corazón se llenó de emoción, porque finalmente podría expresar mis sentimientos hacía Diana, sabía que no era el único que la invitaría, pero al menos debía intentarlo. Compré un ramo de girasoles, porque a lo largo de nuestros años de juventud logré descubrir que eran sus flores favoritas, me puse la ropa más formal que encontré en mi closet: un pantalón de lino color café, zapatos negros y una camisa blanca. En nuestro pueblo, todos sabían dónde vivían los demás, así que sabía a la perfección cuál era la casa de Diana, durante todo el tiempo que compartimos los mismos lugares en común, jamás había conocido a sus padres, sabía que vivía con su abuela, sabía que tenía un hermano menor al que a veces veía, y sabía que había comenzado a trabajar en la paletería de 3 a 7pm. Pero era domingo, así que seguro estaría en casa.
Me paré frente a la puerta, sopesando mis dos posibilidades: si Diana decía que sí, me convertiría en el ser más feliz del universo, y decía que no, bueno, no había pensado en realidad hasta ese momento qué pasaría si decía que no, pero suponía que dolería, y dolería demasiado. Cuando toqué, no me imaginé lo que ocurriría a continuación, verán, mi padre, aunque ocultaba bien su dolor, a veces lloraba por las noches, yo lo escuchaba a través de la pared y lloraba con él, acompañando su dolor, a veces, cuando él se iba a trabajar y yo me quedaba solo en casa, iba hasta su cuarto y sacaba la foto que conservaba en el cajón junto a su cama; era una foto de mi madre, era hermosa en verdad, con ojos castaños y cabello negro y lacio, una pequeña nariz que apenas resaltaba de su rostro y labios pintados de rojo, en la foto sonreía con una emoción desbordante, y cuando la veía, yo también sonreía con ella.
Cuando la puerta se abrió, la mujer delante de mí sonrió, y yo sentí que algo dentro de mi despertó, tenía los labios rojos, el pelo negro y lacio y una nariz pequeñita. "Hola", dijo ella, "¿buscas a Diana?, debo decirte que no eres el primero, más de 3 chicos han venido hoy, por lo que veo tengo una hija bastante popular", Diana se acercó a la puerta, me miró confundida, "¿estás bien?", preguntó, yo me sujeté como pude de la puerta, "¡Mamá!", gritó el Ángel, "parece que se va a desmayar", y al otro lado de la ciudad, mientras mi padre trabajaba en la fabrica, se escuchó un sonido que nadie había oído jamás, un estruendo que años después se convertiría casi en leyenda, el sonido que estremeció al pueblo entero: nadie, nunca volvería a escuchar un corazón rompiéndose así de fuerte, así como lo hizo el mío.
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