En Arizona, esperando el asiento del pasajero, siempre la misma historia y aquí va de nuevo:
Nos peleamos por las cosas más simples, por dónde pongo mis zapatos, por el papel de rollo tirado cuando aún tiene, por quién lava los platos después de comer, o por el maldito cartón de leche a medio vaciar.
Después te vas lejos, a casa de tus padres, y me echas la culpa de todo, que si soy bastante inmaduro aún, qué porqué tuviste que enamorarte de un hombre menor que tú. Pero solo nos llevamos año y medio, no es nada. Pero aún así les cuentas las cosas más absurdas y las haces sonar como si fueran gigantes que nos aplastan con sus pies.
Cariño, te he estado esperando por una hora, ya toqué los discos que siempre pongo cuando te vas: un poco de rock luego pasamos al blues. Un hombre canta sobre hablarle a la luna, y yo me estoy quedando dormido aquí, porque eres una niña berrinchuda que no quiere salir y pedir perdón, pero no importa, sabes que yo siempre termino por pedir perdón, aún cuando no es mi culpa.
Haría cualquier cosa por ti.
Incluso manejar durante ocho horas. Porque eres tan escurridiza que desapareces en medio de la noche; sales de la cama sin hacer ruido y empacas un cambio de ropa en la mochila, tomas 20 dólares y tu tarjeta de crédito, y no miras atrás.
En la mañana, despierto y tiro ese maldito cartón de leche a la basura, suspiro pensando en cuándo vamos a dejar de pelear, cuándo las cosas volverán a ser como cuando nos conocimos, hace tres años. ¿Cuántas veces te has ido?, no sé, perdí la cuenta pero siempre me sale caro este roadrip sin planear. Las llaves del coche están en la mesa, sabes que voy a ir por ti, como siempre lo hago.
En cinco minutos vas a salir de casa de tus padres con lágrimas en los ojos, vas a besarme con fuerzas y pondrás tus brazos en los míos, vamos a parar en un motel barato para hacer el amor. Lo sé, lo sabes, y a veces me pregunto, ¿por qué dejo que siga sucediendo?, ¿es porque te amo o porque estoy aburrido?, no lo sé. Miro el reloj, faltan 30 segundos.
Cuento mentalmente, espero, miro a la ventana, sigues ahí, en la misma silla de siempre, pero, no te levantas. Sabes que te espero pero no te levantas.
¿Qué pasa?
Te doy cinco minutos más, pero me sorprendo al descubrir que esta vez, las cosas serán diferentes. Veo a tus padres salir de la casa, suben al coche y ni siquiera me voltean a ver. Luego sales tú, con la misma ropa de ayer y no está tu mochila sino una maleta grande, ¿cuándo tuviste tiempo de empacar tanto?, grito tu nombre pero no voleas, subes al carro a la parte de atrás, y veo como lentamente te alejas.
No sé si llorar, o alegrarme, lo que sé, es que los viajes a Arizona finalmente terminanarán.
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