sábado, 27 de abril de 2024

Corriendo por la vida

 Esta es la historia de cómo empecé a correr:

En mayo del año pasado para el día del psicólogo se organizó una carrera en Vallarta de 5k, una amiga la vió y me invitó, yo pensé "no puedo correr 5k, pero ok, vamos a ver qué pasa". Me inscribí y entrené como por 2 o 3 semanas hasta que corrí 5k y me sentí medio lista. El día de la carrera era un domingo, yo me quedé en mi pequeño pueblo y tomé el camión como a las 6:30 y tenía que llegar a Vallarta en una hora; misión imposible. Pero de alguna manera lo logré (con la ayuda de un taxi a medio camino), en fin, llegué, vi a mi amiga, medio calentamos juntas y empezamos a correr, mi meta era correr sin parar los cinco k y lo logré con un tiempo de 32:30min


Fue una carrera tranquila, pero si me esforcé y después de eso me olvidé por completo de correr. 
Hasta que 6 meses después por alguna extraña razón dije quiero volver a correr 5k, y lo intenté y esto pasó:


Solo pude correr 4.15km: fail. Pero por alguna razón no me desaniméy al contrario al principio de este año, me dije "si ya pude corer 5k claro que puedo correr 10k, me inscribí a una carrera antes de poder cambiar de opinión y empecé a entrenar con app de nike, y 4 meses después corrí mi primera carrera de 10k y la disfruté tanto que ahora ya me inscribí a un medio maratón para mi cumpleaños en noviembre.


Supongo que la vida es extraña y a veces terminas haciendo cosas que nunca pensaste y corriendo distancias que nunca pensaste correr, y lo más raro de todo: ¡lo disfrutas!

viernes, 26 de abril de 2024

Historias I

Cuando era niña, mi mamá iba por las tortillas a la tortillería y esperaba su turno en una pequeña fila, las cosas no eran lo que son ahora, y no había quién repartiera las tortillas, tampoco las vendían en todas las tiendas, la única opción era formarse en la fila y esperar su turno para decir "me das medio kilo, me das 5 pesos", me pregunto cuántas tortillas se podrán comprar con 5 pesos hoy en día, ¿dos?, quizá.
Cuando era niña mi mamá me cuidaba; me llevaba al kinder y me recogía, luego me miraba jugar mientras ella cocinaba la comida y de vez en cuando me dejaba ir a casa de mis amigas a jugar con ellas, siempre prefería que ellas vinieran a nuestra casa. 
Un día me tocó ir por las tortillas con ella; en ese entonces parecía que mi mamá tenía un unifome para andar por la vida, no éramos una sociedad consumista como lo somos ahora así que no importaba si repetías tu outfit una, dos o hasta tres veces. Mi mamá siempre usaba camisas dos tallas más grandes, súper holgadas, y con shorts de licra que apenas y eran notorios asomándose por la parte de abajo de la camisa, y una cola de caballo en la parte superior de su cabeza. Ahora que tengo la edad que ella tenía cuando me llevaba a la tortillería, a veces me encuentro por casualidad viéndome en el espejo y a veces me da risa ver cómo es que me parezco a ella, y más aún cuando me visto como ella solía vestirse. En fin, para ya no desviarme tanto de la historia que quería contar; el día que me llevó con ella por las tortillas mi mamá se formó en la fila como siempre conmigo de la mano, luego me distraje con alguna cosa, seguramente jugando conmigo misma cerca del árbol que estaba afuera de la tortillería. Me di cuenta en algún punto de que tenía que volver al brazo de mamá, así que corrí y la abracé, ella me abrazó de vuelta pero algo se sintió raro en nuestra interacción así que volteé a verla y para mi horror, estaba abrazando a una desconocida. Me reí tratando de disimular mi vergüenza, luego vi que mi mamá estaba dos lugares adelante, corrí hasta ella y nos miramos divertidas, me tomó de la mano y ya no la solté jamás.

*

Tenía apenas unas semanas de nacido cuando me adoptó una familia en un pequeño pueblo, con un patio grande donde había una alberca inflable a la que siempre querían meterme a pesar de mis esfuerzos por mostrar que el agua no me interesaba. La pequeña niña era mi humana, o al menos eso entendí, porque ella era la que siempre me daba de comer zanahorias en las mañanas y me cambiaba mi pequeña cama y siempre la dejaba muy cómoda. La pequeña niña tenía un hermano aún más pequeñín que ella, que siempre la seguía a todos lados y quería todo lo que ella tenía. Disfrutaba mucho mis tardes con ellos, saltando en el jardín o solo tirados en el pasto mirando al sol.  Aprendí con el paso del tiempo que mi nombre era Rabito Conejito, me causaba tanta gracia cuando me llamaban para que los siguiera, porque aunque lo intentaba, siempre terminaba distrayéndome con algo. En las tardes me sacan al patio para que jugara en el pasto y brincara sin parar, ellos se emocionaban co cada uno de mis pasos y a mi me daba mucha risa, en una tarde cuando los hermanos estaban distraídos, descubrí un pozo no muy profundo donde dormía una creatura que jamás había visto, la llamé y la llamé e hice todo tipo de sonidos, pero parecía estar dormida, los hermanos me descubrieron y los guié hacia la creatura, ambos gritaron asustados cuando la vieron.

-Es una rana muerta -dijo la niña

Yo no sabía que era una rana pero sabía lo que significaba estar muerto. Los niños fueron a buscar a sus padres y sacaron a la pequeña rana, pude oler su putrefacción y me dió mucha lástima.

-¿Qué le pasó? -preguntó el niño a su padre.

-Se cayó y ya no pudo salir.

-Pero las ranas son buenas saltarinas -dijo la niña

Yo me asusté mucho, porque sabía que también yo era un buen saltarín, ¿qué significaba aquello?, ¿que un día caería a un pozo y no podría salir hasta morir? Corrí a los brazos de mi niña, y ella me abrazó con fuerzas, sentí sus lágrimas cayendo en mi espalda.

-Todo va a estar bien Rabito Conejito -me dijo una y otra vez. 

Al día siguiente salimos al patio y el pozo estaba tapado con tierra, no había rastros de animales muertos. Poco a poco todo volvió a la normalidad hasta que todos nos olvidamos de la rana.

*

Crecí en un pequeño pueblo a las orillas del mar, donde las abejas eran felices de flor en flor, llevando el polén a todos lados, y las flores sonreían al verse rodeadas de tanto amor. Todas las mañanas se levantaban y abrían sus pétalos hacía el sol que les daba sus rayos con fuerzas. Los árboles danzaban al sonido del viento, sus hojas verdes por la lluvía que nunca tardaba en llegar, los ríos llenos de agua que venía de las montañas, los niños jugando en la orilla, descalzos, a veces sin ropa, con cacharros que juntaban de la basura y usaban como juguetes. Los hombres pescando en el mar o en el río, con la piel dorada gracias a los rayos del sol, decían una oración antes de entrar al agua y antes de partir a los peces con una navaja aflilada.

"Gracias por esta ofrenda, gracias por un día más con comida en nuestros platos y gracias por todas las creaturas que habitan en esta tierra."

Crecí con mi hermano pequeño al lado, siempre siguiéndome a donde fuera, con sus pequeños pies pisando en donde yo había pisado, imitando mis pasos. Subiendo árboles tan arriba como nos era posible, cortando la fruta, poniéndola en nuestros bolsillos o haciendo una bolsa con nuestras camisas, luego repartiendo nuestro motín con nuestros primos. Riendo porque una guayaba tenía gusanos, o porque el mango estaba aún sazón, o las ciruelas demasiado maduras.

Crecí en un pequeño pueblo donde lo único peligroso eran las espinas, los jaguares si de adentrabas demasiado en el monte.

Crecí bendecida, entre la naturaleza y mi familia.

lunes, 8 de abril de 2024

Pajarito colibrí

Vine al mundo en forma de una pequeña pájarita indefensa, a la que su mamá no abandonó por completo pero sí descuidó poco a poquito. Vine al mundo con un montón de miedos: miedo a volar principalmente, a dejar el nido que mi madre construyó con mucho esfuerzo.
Ella y mi abuela me enseñaron que en cualquier momento todo podría derrumbarse, que los peligros estaban por todos lados y luego me dijeron: “es hora de abrir tus alas y salir a ver el mundo”, y por supuesto que tuve pesadillas en las noches.
Vine al mundo a sufrir, o al menos eso creí por mucho tiempo.
Con mis alas débiles y mi miedo a mirar abajo para ver qué tan alto estaba.
Con mi eterno anhelo por un amor que me viera por mí y todos lo que acepté con tal de tener algo. “Aunque sea poquito es mejor a nada”
Con mis ganas de cantarle al mundo mi historia pero con temor a que nadie me escuchara.
Con mis sueños que no se volvieron realidad por miedo al fracaso.

Vine al mundo a sufrir, o eso escuché y viví por mucho tiempo, y sé que también mi mamá y mis abuelas tuvieron este pensamiento recurrente.

Así que un día decidí acabar con mi sufrimiento: ya no quería seguir viviendo con las migajas del amor de los demás, ya no quería seguir escuchando “no eres suficiente para mí”, “no puedes”.
Volé lo más alto que pude, al árbol más alto que encontré y me lancé en picada, sin abrir mis alas ni mis ojos.

Todo pasó rápido, sentí mi último suspiro, y todo se volvió negro.

Desperté en un lugar que no conocía, desperté y me cegó una luz, luego que mis ojos se adaptaron logré ver la silueta de una mujer muy muy cerca de mí, me espanté mucho y traté de escapar rápido pero me estampé contra una especie de malla.

“¿Dónde estoy?” grité una y otra vez. La mujer me miró y me mostró sus dientes. Me asusté tanto que traté de escapar de nuevo, pues presentía que esa mujer me iba a comer. La mujer en vez de hacerme daño me dio agua y alimento cada día, y así, poco a poco me di cuenta de que no estaba en peligro. Todos los días al amanecer me cantaba una canción que siempre me hacía sentir mejor, decía algo así:

Todo va a estar bien, pajarito colibrí
Ya no tengas miedo de vivir
Todo va a estar bien, pajarito colibrí
Tú llegaste al mundo para ser feliz


Así, un día decidí contarle mi historia y todo lo que vi hacer a mi madre y lo que ella vio hacer a mi abuela:
Todos los días se arrancaban plumas de todos lados y me decían que eso era lo que un día tendría que hacer cuando tuviera una pareja: porque es más fácil no abandonar de esta manera, sin plumas en las alas que les permitieran volar. Yo las vi destruirse a sí mismas con convicción, todo con tal de seguir en el mismo lugar, aceptando todo sin cuestionar.

La mujer me escuchó con cariño y me dijo que nadie, nunca debía sufrir por amor, que el amor verdadero estaba dentro de mí, y que cuando lo encontrara, vería al mundo de diferente manera.

Lloré mucho entendiendo todo lo que venía cargando por generaciones. ¿Cómo no iba a sentirme vacía y sin sentido? Con ganas de dejar todo atrás y no volar jamás.

Poco a poco empecé a volar de nuevo, la mujer tenía un jardín hermoso donde podía jugar y bailar. Empecé también a cantar con ella en las mañanas y un día supe que estaba lista…
Para salir y conocer el mundo, para dejar los miedos atrás y amarme a mí primero.
Di las gracias a la mujer, ella me dio un pequeño beso y me dijo que siempre podría regresar a su hogar.

El día que decidí que no quería seguir viviendo me cambió por completo. No estaría aquí ahora, quién sabe por qué cosa estaría sufriendo al lado de mi madre, ambas cómplices en nuestro dolor.

En cambio, ahora canto todos los días, y le enseño a todas las criaturas que conozco sobre el amor propio que todo lo cura.

jueves, 4 de abril de 2024

Lo que pasa en mi cabeza

 He sido una mala bloggera, lo sé. Y no es que no tenga tiempo para escribir sino que tengo tiempo y lo desaprovecho. Creo que hay años para todo, y siendo honesta creo que este no es un año para escribir, en cambio es mi año de correr.
Nunca pensé que iba a ser una corredora, el simple hecho de pensar en correr me hubiera hecho reír hace unos años:
¿Yo?, ¿corriendo porque quiero? No puede ser...
Pero sí lo es, desde que empezó al año me inscribí a mis primeros 10km, ahora que ya corrí 10km solo entrenando me arrepiento de no haberme inscrito a un medio maratón, quizá a finales de año o el próximo.
Pensar en correr un medio maratón no me asusta, pensar en correr un maratón entero me aterra. ¿Correr por más de 4 horas? no gracias.

Así que este es un pretexto para decir: no he estado escribiendo porque he estado corriendo. Quizá no es el mejor de los pretextos pero es el que tengo; es la verdad. 

Aún así quiero volver a escribir más seguido, mi carrera es el 21 de abril, quizá después de eso pueda enfocarme de nuevo en mis palabras, ya veremos. Mi vida es una constante rutina que gira en torno de correr en estos momentos. Mis piernas son fuertes y el gimnasio a las 6am no me aburre. 
¿Quién es esta persona en la que me convertí? a veces me pregunto, cumplí 30 años y de repente quiero estar en la mejor condición física de mi vida. Quiero correr y quiero ser capaz de hacer una lagartija, tengo 1 año yendo al gimnasio y aún no lo logro.

Lo que pasa por mi cabeza en estos días se relaciona a: deporte, mudanzas que pasarán en el próximo mes, compras de amazon relacionadas a correr y pensar en que quiero meditar pero no lo hago.
Y ustedes, ¿cómo han estado?