Supongo que la vida es extraña y a veces terminas haciendo cosas que nunca pensaste y corriendo distancias que nunca pensaste correr, y lo más raro de todo: ¡lo disfrutas!
sábado, 27 de abril de 2024
Corriendo por la vida
Supongo que la vida es extraña y a veces terminas haciendo cosas que nunca pensaste y corriendo distancias que nunca pensaste correr, y lo más raro de todo: ¡lo disfrutas!
viernes, 26 de abril de 2024
Historias I
*
Tenía apenas unas semanas de nacido cuando me adoptó una familia en un pequeño pueblo, con un patio grande donde había una alberca inflable a la que siempre querían meterme a pesar de mis esfuerzos por mostrar que el agua no me interesaba. La pequeña niña era mi humana, o al menos eso entendí, porque ella era la que siempre me daba de comer zanahorias en las mañanas y me cambiaba mi pequeña cama y siempre la dejaba muy cómoda. La pequeña niña tenía un hermano aún más pequeñín que ella, que siempre la seguía a todos lados y quería todo lo que ella tenía. Disfrutaba mucho mis tardes con ellos, saltando en el jardín o solo tirados en el pasto mirando al sol. Aprendí con el paso del tiempo que mi nombre era Rabito Conejito, me causaba tanta gracia cuando me llamaban para que los siguiera, porque aunque lo intentaba, siempre terminaba distrayéndome con algo. En las tardes me sacan al patio para que jugara en el pasto y brincara sin parar, ellos se emocionaban co cada uno de mis pasos y a mi me daba mucha risa, en una tarde cuando los hermanos estaban distraídos, descubrí un pozo no muy profundo donde dormía una creatura que jamás había visto, la llamé y la llamé e hice todo tipo de sonidos, pero parecía estar dormida, los hermanos me descubrieron y los guié hacia la creatura, ambos gritaron asustados cuando la vieron.
-Es una rana muerta -dijo la niña
Yo no sabía que era una rana pero sabía lo que significaba estar muerto. Los niños fueron a buscar a sus padres y sacaron a la pequeña rana, pude oler su putrefacción y me dió mucha lástima.
-¿Qué le pasó? -preguntó el niño a su padre.
-Se cayó y ya no pudo salir.
-Pero las ranas son buenas saltarinas -dijo la niña
Yo me asusté mucho, porque sabía que también yo era un buen saltarín, ¿qué significaba aquello?, ¿que un día caería a un pozo y no podría salir hasta morir? Corrí a los brazos de mi niña, y ella me abrazó con fuerzas, sentí sus lágrimas cayendo en mi espalda.
-Todo va a estar bien Rabito Conejito -me dijo una y otra vez.
Al día siguiente salimos al patio y el pozo estaba tapado con tierra, no había rastros de animales muertos. Poco a poco todo volvió a la normalidad hasta que todos nos olvidamos de la rana.
*
Crecí en un pequeño pueblo a las orillas del mar, donde las abejas eran felices de flor en flor, llevando el polén a todos lados, y las flores sonreían al verse rodeadas de tanto amor. Todas las mañanas se levantaban y abrían sus pétalos hacía el sol que les daba sus rayos con fuerzas. Los árboles danzaban al sonido del viento, sus hojas verdes por la lluvía que nunca tardaba en llegar, los ríos llenos de agua que venía de las montañas, los niños jugando en la orilla, descalzos, a veces sin ropa, con cacharros que juntaban de la basura y usaban como juguetes. Los hombres pescando en el mar o en el río, con la piel dorada gracias a los rayos del sol, decían una oración antes de entrar al agua y antes de partir a los peces con una navaja aflilada.
"Gracias por esta ofrenda, gracias por un día más con comida en nuestros platos y gracias por todas las creaturas que habitan en esta tierra."
Crecí con mi hermano pequeño al lado, siempre siguiéndome a donde fuera, con sus pequeños pies pisando en donde yo había pisado, imitando mis pasos. Subiendo árboles tan arriba como nos era posible, cortando la fruta, poniéndola en nuestros bolsillos o haciendo una bolsa con nuestras camisas, luego repartiendo nuestro motín con nuestros primos. Riendo porque una guayaba tenía gusanos, o porque el mango estaba aún sazón, o las ciruelas demasiado maduras.
Crecí en un pequeño pueblo donde lo único peligroso eran las espinas, los jaguares si de adentrabas demasiado en el monte.
Crecí bendecida, entre la naturaleza y mi familia.
lunes, 8 de abril de 2024
Pajarito colibrí
Ella y mi abuela me enseñaron que en cualquier momento todo podría derrumbarse, que los peligros estaban por todos lados y luego me dijeron: “es hora de abrir tus alas y salir a ver el mundo”, y por supuesto que tuve pesadillas en las noches.
Vine al mundo a sufrir, o al menos eso creí por mucho tiempo.
Con mis alas débiles y mi miedo a mirar abajo para ver qué tan alto estaba.
Con mi eterno anhelo por un amor que me viera por mí y todos lo que acepté con tal de tener algo. “Aunque sea poquito es mejor a nada”
Con mis ganas de cantarle al mundo mi historia pero con temor a que nadie me escuchara.
Con mis sueños que no se volvieron realidad por miedo al fracaso.
Vine al mundo a sufrir, o eso escuché y viví por mucho tiempo, y sé que también mi mamá y mis abuelas tuvieron este pensamiento recurrente.
Así que un día decidí acabar con mi sufrimiento: ya no quería seguir viviendo con las migajas del amor de los demás, ya no quería seguir escuchando “no eres suficiente para mí”, “no puedes”.
Volé lo más alto que pude, al árbol más alto que encontré y me lancé en picada, sin abrir mis alas ni mis ojos.
Todo pasó rápido, sentí mi último suspiro, y todo se volvió negro.
Desperté en un lugar que no conocía, desperté y me cegó una luz, luego que mis ojos se adaptaron logré ver la silueta de una mujer muy muy cerca de mí, me espanté mucho y traté de escapar rápido pero me estampé contra una especie de malla.
“¿Dónde estoy?” grité una y otra vez. La mujer me miró y me mostró sus dientes. Me asusté tanto que traté de escapar de nuevo, pues presentía que esa mujer me iba a comer. La mujer en vez de hacerme daño me dio agua y alimento cada día, y así, poco a poco me di cuenta de que no estaba en peligro. Todos los días al amanecer me cantaba una canción que siempre me hacía sentir mejor, decía algo así:
Todo va a estar bien, pajarito colibrí
Ya no tengas miedo de vivir
Todo va a estar bien, pajarito colibrí
Tú llegaste al mundo para ser feliz
Así, un día decidí contarle mi historia y todo lo que vi hacer a mi madre y lo que ella vio hacer a mi abuela:
Todos los días se arrancaban plumas de todos lados y me decían que eso era lo que un día tendría que hacer cuando tuviera una pareja: porque es más fácil no abandonar de esta manera, sin plumas en las alas que les permitieran volar. Yo las vi destruirse a sí mismas con convicción, todo con tal de seguir en el mismo lugar, aceptando todo sin cuestionar.
La mujer me escuchó con cariño y me dijo que nadie, nunca debía sufrir por amor, que el amor verdadero estaba dentro de mí, y que cuando lo encontrara, vería al mundo de diferente manera.
Lloré mucho entendiendo todo lo que venía cargando por generaciones. ¿Cómo no iba a sentirme vacía y sin sentido? Con ganas de dejar todo atrás y no volar jamás.
Poco a poco empecé a volar de nuevo, la mujer tenía un jardín hermoso donde podía jugar y bailar. Empecé también a cantar con ella en las mañanas y un día supe que estaba lista…
Para salir y conocer el mundo, para dejar los miedos atrás y amarme a mí primero.
Di las gracias a la mujer, ella me dio un pequeño beso y me dijo que siempre podría regresar a su hogar.
El día que decidí que no quería seguir viviendo me cambió por completo. No estaría aquí ahora, quién sabe por qué cosa estaría sufriendo al lado de mi madre, ambas cómplices en nuestro dolor.
En cambio, ahora canto todos los días, y le enseño a todas las criaturas que conozco sobre el amor propio que todo lo cura.