Hace ya un año que fue el cumpleaños de uno de mis mejores amigos, hicimos planes para ir de fiesta y también para decir adiós, pues finalmente me iba a mudar a GDL.
Todo se fue al carajo cuando apareció mi ex, me volví loca, le dije a todo el mundo que por favor me llevaran a casa, y terminé peleada con todos. Y al día siguiente, me fui sin mirar atrás, escuchando el disco de Dua Lipa durante todo el camino, especialmente New Rules, y sintiendo cómo esa canción representaba mi lucha constante por decirle que no a ese chico que con su sola presencia ponía mi mundo de cabeza.
Y este año, de nuevo mi amigo celebró su cumpleaños y me invitó. Ahí estaban todos los que habían presenciado mi locura: viejos amigos, conocidos y mi ex...
Pero esta vez me reí, la pasé bien, canté y celebré sin un solo momento de ansiedad o nerviosismo.
El ciclo se cerró: me fui de la fiesta sintiéndome feliz, diciéndome que el universo me había puesto justo donde necesitaba estar.
Luego, justo después de la 1 am, estaba lista para irme a dormir cuando el chico me llamó una y otra vez, diciendo que estaba afuera de mi casa, que por favor abriera, que necesitaba verme.
Y como la nueva yo sí sigue las reglas de Dua Lupa, ni siquiera contesté, solo puse mi celular en modo avión y dormí plácidamente.
Un año después siento que mi lugar está aquí, por ahora. He conocido a gente increíble, me enamoré, me desenamoré, y sobre todo aprendí que no necesito irme demasiado lejos para ser feliz:
estos huesos que me han sostenido por ya casi 25 años son el único hogar que necesito.
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