Siempre que tomo café me digo que nunca más volveré a
tomar café: sé que me hace daño.
No me deja dormir incluso si pasaron horas de haberlo
tomado, me duele la cabeza, el estómago y no puedo concentrarme en algo en
concreto.
Pero aquí estoy otra vez, tomando café frío bien cargado y reprimiéndome
por los efectos que ya comienzan a mostrarse.
Luego, pienso en este chico. En su cabello negro y su barba que
tanto odio, en su boca gigante y en su voz de niña.
Y otra vez me llegan las ganas de llorar recordando en lo
mucho que lo quise, ¿o lo quiero?, no sé, mi mejor amigo dice que solamente es un
capricho:
-Lo quieres así como quieres al café: a sabiendas de
que una vez que lo tengas vas a estar quejándote de que te hace daño y al final lo vas a terminar botando.
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