Se me olvida, a veces.
Que a pesar de las promesas, tu amor es de la clase que sale volando como cipselas de diente de león.
Es que si estoy lejos -al otro lado del mundo para ser precisa, soy capaz de olvidarme de tu rostro, tallarme del cuerpo tus huellas dáctilares, escuchar tantas voces hasta olvidar la tuya.
El problema es el regreso:
estarás esperando, listo para llevarme a tu habitación, nos saltamos la cena, nos quitamos la ropa, brincamos a la cama: ya está. Es que a diez centímetros de ti el mundo no parece tan grande y difícil. Pero luego voy al baño y cierro con seguro, practico el discurso que he preparado durante seis semanas.
"Tus promesas se las lleva el viento y también me iré con él ahora", "conocí a un hombre bueno, que no desaparecerá cuando salga el sol"
Y luego:
tu rostro
tus ojos
deshacen mis palabras y con ello me desarmas.
Y, ¿qué puedo hacer yo?
¿existe otra opción que no sea dejarme llevar por el dulce viento hasta tu boca?
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