Un día, mi almohada me contó una historia acerca de la casualidad:
Cierra los ojos, dijo, e imagina que de nuevo eres una pequeña niña y sales a jugar al jardín, tomas un diente de león en tus manos y quedas absolutamente fascinada por su forma, las pequeñas cipcelas se desprenden cuando lo tocas, "es perfecto", piensas, y luego, quizá un poco de polvo entra en tus pequeñas fosas nasales y entonces, un estornudo, dos: cipcelas volando por doquier, quieres ponerlas todas de vuelta, pero te resulta imposible, quieres correr en todas direcciones pero pronto el viento se lo ha llevado todo. No te entristeces pero crees que tu mundo está ahora un poco más vacío así que regresas a casa.
No habías pensado en eso durante muchísimo tiempo, de hecho, ni siquiera lo recordabas, pero un día caíste en un profundo sueño y justo ahora te estoy despertando de él, así que finalmente puedes saberlo: todas aquellas cipcelas volando por doquier no eran más que posibles amores.
"Pero eran muchísimas", seguramente estarás pensando, y sí, así es, los amores en esta vida son tantos como estrellas en el cielo, y si te preguntas de que depende que encuentres a unos y a otros no, déjame decírtelo:
es solo casualidad.
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