Me hubiera gustado que todo fuera más fácil. Que el amor simplemente se instalará un día y decidiera no irse nunca más. Pero no funciona así. No para mi. Estoy trabajando todos los días, estoy tratando de sacarme la nostalgia de los huesos, estoy sanando a mi niña interior pero sé que no pongo suficiente empeño. Aun me ganan las viejas costumbres de vez en cuando: tratar de complacer a las personas a como de lugar, y pasearme por los mismos lugares solo para ver si alguien me voltea a ver. Y, ¿para qué?
Los domingos son los días más difíciles, me hacen pensar que quisiera tener a alguien para pasarlos juntos, para ir al mar, para leer y no decir nada. Los domingos lloro mientras escucho I know alone y leo sobre el amor y maneras de matarlo.
Dios, como quisiera que fuera fácil, poder aceptar invitaciones a cenar, poder decir lo que realmente pienso sin temor: no puedo dejar de pensarte, lo que es ridículo y me pone fatal. Pero mira, mírame bien y recuerda mis palabras, después de mí todo cambia.
Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, érase una vez el amor pero ahora no lo soporto, es más, le tengo miedo. Y por eso me resguardo en la comodidad de lo que ya conozco bien, pero eso me impide crecer y sanar y me hace llorar los domingos.
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