Conozco a Dayana porque trabajé para ella por un periodo muy corto de tiempo, siempre me pareció la persona más linda del mundo, y a pesar de las grandes diferencias de nuestras vidas, la semana pasada nos juntamos para tomar café y hablar.
¿No pasa que entre más creces más difícil es hacer amigos?, como, cuando éramos niños solamente hacía falta ir hacía alguien, jugar un rato con él/ella y ya, amigos para siempre. Pero mantener esas amistades una vez que el trabajo, la responsabilidad y los hijos aparecen es muy difícil, tengo amigas a las que no he visto en años y ya solo hablamos de vez en cuando, tengo a mis amigos de mi pequeño pueblo y amigas a las que veo con regularidad, por lo menos una vez cada 2-3 meses.
En fin, Dayana y yo somos diferentes en muchos aspectos: ella tiene 56 años, yo 27. Ella es de Canadá, yo pues de México, ella está casada y yo soltera, ella ha pasado por infinidad de cosas que jamás hubiera imaginado, y me las contó por una pregunta que le hice: "¿Tienes hijos?", me dijo que no, pero que la explicación iba a ser bastante larga, le dije que no había problema.
Dayana estuvo casada durante 12 años, vivía en Toronto y tenía una vida bastante normal y exitosa, sin embargo, su espíritu libre le decía que algo estaba faltando a su vida, ella quería viajar y tener aventuras, incluso estaba pensando en tener hijos, y cuando le comentó esto a su esposo, él solamente la miró raro, y no dijo nada, tener hijos es algo de lo que ya habían hablado y él había dejado muy en claro su postura: "no quiero hijos, fin". Así que un buen día mientras lavaba los platos, Dayana tuvo una revelación: "sino salgo de aquí, esta será mi vida para siempre", y con 35 años, tomó sus cosas y se fue.
Tiempo después conoció a alguien más mientras estaba en México, y fue como si el destino le sonriera: era todo lo que ella había querido, finalmente, viajaban juntos por el mundo, iban de vacaciones a lugares exóticos y emocionantes y estaban viviendo en Londres. Dayana de nuevo pensaba en tener hijos, con él, incluso el criar a los niños le parecía una aventura que valía la pena vivir. Pero un día, de la nada y mientras regresaban de vacaciones, él tuvo un infarto.
Por supuesto que Dayana estuvo devastada por bastante tiempo, ¿qué iba a hacer ahora de su vida?, tenía 45 años, y regresó a casa a Canadá. Al parecer, las circunstancias de la vida no iban a permitirle tener hijos. Hasta que, de nada, y después de años de conocerse, se volvió a casar, esta vez con un hombre que ya tenía 2 hijos, bastante mayores pero aún así, Dayana los quiso como suyos.
"Supongo que te cuento todo esto porque, quiero decirte que si un día sientes que ya no hay más opciones, debes saber que siempre las hay"
Me fui a mi casa ese día con una gran sonrisa en la cara, nunca hubiera imaginado que un simple café iba a permitirme conocerla mejor, claro que también hablamos de muchas cosas más: me recomendó música, de conciertos y del panorama general de la vida. Fue un gran día, y supongo que ahora yo lo cuento porque quiero decir que siempre hay maneras de conocer más a la gente, solo hacen falta dos cosas: preguntar y saber escuchar.