Un buen día, en lo alto de un acantilado una mujer cerró los ojos y se lanzó al vacío. Lo que no sabía, es que el viento la tomaría en sus brazos y la llevaría a recorrer lo alto de los cielos, ella sintió el frío abrazo de las nubes, pero se negó a abrir los ojos. Estaba buscando un escape, dejarse llevar, olvidar las voces que escuchaba por las noches que no paraban de repetir "¿qué estás haciendo con tu vida?, ¿a dónde vas a parar?"
El viento la arropó como pudo, pero un día la arrojó al océano y ahí una ola la atrapó, y aún con los ojos cerrados, la mujer dejó que un montón de lágrimas salieran, se mezclaron con el agua salada del mar y formaron pequeños remolinos donde los peces bailaron. La mujer se dejó mecer día y noche por la ola, los peces le llevaban comida, los pájaron le hablaban sin parar, pero ella seguía sin reaccionar, sin decir palabras o abrir los ojos.
Un día la historia de la mujer llegó hasta una vieja tortuga que decidió ir a su encuentro:
-¿Qué estás haciendo aquí, tan lejos de casa? Abre los ojos mujer, que en ellos está tu fuerza, deja que sople en ellos el viento y te regrese a casa.
Después de no haber pronunciado palabras en mucho tiempo, la mujer finalmente hablo:
-No tengo a dónde ir, no tengo por quién vivir, solo quería desaparecer, pero el viento y las olas se empeñan de no dejarme morir.
-Aún no es tiempo de que te vayas -respondió la tortuga, que con un suave soplo hizo que los ojos de la mujer se abrieran.
La mujer autómaticamente reconoció en esa vieja tortuga el espiritú de alguien más.
-¿Quién eres? -le preguntó -¿por qué has venido a mi encuentro?
-No eres la primera mujer que se pierde y termina en medio del océano, tienes que regresar a casa, yo me haré cargo de que vuelvas a salvo, pero antes, tienes que ir conmigo al fondo del mar y ahí encontrarás aquello que te hacía falta.
La mujer tomó a la tortuga en sus brazos y ésta la llevó a recorrer las profundidades del mar, por primera vez la mujer sintió una emoción inexplicable en su pecho: quería gritar, quería bailar con los peces.
-Ve a bailar -le dijo la tortuga.
Y la mujer, danzó y movió su cuerpo sin parar, los peces la rodearon formando un remolino enorme. Cuando al fin la mujer se cansó, los peces también dejaron de moverse y ahí, en medio de las profundidades marinas, la mujer vió a otra mujer delante de ella.
No podía creerlo, era idéntica a ella. Observó a la mujer por un buen rato hasta que ambas se unieron en un abrazo.
-Te extrañé - le dijo la otra mujer - me abandonaste hace tanto tiempo que no sabía que hacer conmigo, tuve que refugiarme aquí en el océano con la esperaza de que un día vinieras a buscarme.
-¿Quién eres?
-Soy la mujer salvaje que vivía en ti y dejaste ir con la esperanza de que la domesticación te trajera lo que tanto anhelabas. Lo que no sabías, es que solo estando juntas podremos ser una sola, podremos estar al fin en paz.
Entonces la tortuga las tomó a ambas de la mano y las llevó a la superficie. La mujer finalmente pudo volver a casa: estaba completa, había recuperado a su otra mitad. Regresó al acantilado donde días antes había cerrado los ojos y le dio gracias al viento, al mar y a la tortuga.
2 comentarios:
Qué bonita historia comadre. No se vaya a aventar de algún acantilado, por si las dudas.
Oiga comade, necesito que me diga algun apodo bonito suyo para ponerla en mi lista de links, juraría que ya la tenía anotada pero nomás no, no la veo, efecto Mandela supongo.
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