martes, 5 de agosto de 2014

La fragilidad de un día común

A veces olvido lo frágiles que somos en este mundo; en un dos por tres y nos vamos, en un segundo y la respiración se nos va, el último aliento nos abandona y eso fue todo, adiós.
¿A dónde van? Quién sabe, tampoco quiero saber ya, me gusta pensar que no hay un "otro mundo", simplemente hay Nada, como hubo antes. ¿Volverán a nacer? Quién sabe, me gusta pensar que sí, me gusta pensar que un día volverán aquí a enmendar todos sus errores, o al menos a disfrutar de la función: tal vez solo somos una diversión para los que se han ido, ellos de seguro nos ven y se ríen de nuestras caídas, sufren cuando nos han roto el corazón y se emocionan cuando estamos a punto de recibir un primer beso. Tal vez.

El caso es que justo ayer estaba en la playa, riendo y caminando, pensando acerca de cómo a medida que crecemos nos complicamos más las cosas; cómo es más difícil contar con personas, hacer amigos, confiar en alguien, enamorarse, comprometerse verdaderamente a algo o a alguien. Me parece increíble el hecho de que a veces las personas simplemente están ahí: quietas, en medio del océano y no hacen Nada: no piensan, no se mueven, no cambian de posición, simplemente esperan a que las olas los lleven a la orilla, pero, ¿y si no pasa?, ¿y si al contrario las olas los llevan más adentro?, entonces simplemente se dejarán llevar...se ahogan sin un grito de auxilio.

Me gusta pensar que voy a dejar algo aquí para ser recordada, que estoy aprovechando mis días. Pero la mayoría del tiempo es difícil, tan solo intento pensar en todos los días de mi vida, pero logro recordar solo aquellos donde pasó algo especial, algo interesante; ojalá todos los días fueran lo suficientemente interesantes y buenos como para ser recordados. La mayoría de las veces se quedan pegados en mi memoria los días malos; los malos recuerdos ocupan el lugar de los buenos y entonces comienzo a ser negativa, a pensar "nada va a estar bien", "quiero irme de aquí", pero luego pienso, que los domingos vendrán y las cosas buenas tendrán su lugar en mí.

Ayer fui a la tienda más cercana a comprar agua, porque tenía sed simplemente; había caminado mucho y caminaría aún más. Y ahí estaba ella: se veía normal, estaba platicando, normalmente esto hace cada que la veo. A veces pensaba que ella ya ni se acordaba de mí, pero de vez en cuando me detenía solo para decirme "Tu eres..." y yo sonreía y le decía que sí. Ayer fue el último día en que la vi. Hoy ya no está.
Y así como ella se fue nos iremos todos; somos frágiles, tenemos una misión que cumplir aquí y depende de nosotros dejar una huella o no.
Descanse en paz. Ahora debe estar por algún lugar disfrutando de la compañía de su esposo, estoy segura de que se encontraron.

Todos merecen su final feliz.

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