Escapemos por un momento de estas cosas que parecen abrumarnos de repente: responsabilidades por venir, pagar facturas al final del mes, pensar "¿y ahora qué sigue?", y no saber nada con certeza.
Diría que no tengo miedo pero estaría mintiéndote, lo sabes, ¿no es así?, ya te lo había dicho el fin de semana y creo que desde entonces mi ansiedad bajó unos cuantos niveles. Creo que está comenzando a pasar. La temida adultez nos está alcanzando. Más a ti que a mi, tal vez...
Veo como todos a mi alrededor parecen tener todo resuelto. Como todos se ven tan seguros, tan cofiados: pidiendo matrimonio, diciendo que sí, casándose sin pesar en nada más que el amor del momento, y teniendo hijos.
¿Es eso todo?
No puedo pensar, no tengo idea ahora. Una vez estábamos caminando por una calle empedrada y me preguntaste si quería tener hijos y dije que sí, que tal vez uno. Tú dijiste que querías cuatro y me pareció una exageración. Pero creo que ahora que lo pienso concuerdo contigo, también quisiera tener 4, si es que algún día pasa.
¿Y por qué estoy hablando de esto?
No lo sé. La adultez corre detrás de mí y me dice que ya es hora de buscar un trabajo, que mis preocupaciones deberían ser otras y que tal vez sí: desperdicié mi juventud. Hay una guerra dentro de mi porque cada día y por más que intento no puedo atar estas cuerdas que unen los pedazos de mi corazón. Tengo muchas cosas que pensar y pocos días.
Tic, toc, tic, toc...
miércoles, 19 de noviembre de 2014
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