-¿No crees que ya es hora? -preguntó.
Y mientras me hacia esa pregunta yo pensaba en correr, en como últimamente en lo único que pensaba mientras me sentaba a esperar era en correr, lo más lejos posible, y sin mirar atrás. Y pensaba en como parecía hacer las cosas al revés siempre: en vez de avanzar retrocedía, en vez de odiar amaba y en vez de cerrar los ojos y descansar, los mantenía abiertos hasta que las lágrimas no paraban de salir, hasta que se inundaban y ya no podía dormir.
-¿Estás ahí? - insistió.
Y yo no estaba. O tal vez sí, quién sabe. Ya no sabía nada, ya no sentía nada, ni una pizca de lo que había sido quedaba en mí. "¿Estás ahí?, ¿estás ahí" me gritaban todos al rededor, y yo me tapaba los oídos: porque no quería oír, porque ya estaba ciega y qué mejor que también estar sorda. No quería saber nada. Mejor vivir en la ignorancia. Y esa era otra parte que no le contaba a nadie; que siempre estaba al pendiente, que nunca podía estar quieta, aunque me hubieran atado las manos no podía permanecer sin buscar respuestas; me hubiera arrastrado por el suelo de ser necesario.
-No te entiendo -concluyó mientras se alejaba de mí.
"Yo tampoco" pensé, y luego corrí, pero mis piernas me traicionaron, y en vez de correr hacia en frente, en linea recta, corrí hacia atrás; exactamente un año atrás y vi las cosas que me llevaron en una espiral, que me llevaron a convertirme en esto que soy ahora. Y mi cabeza se hizo bolas, y mis recuerdos giraron en tombolas y ahora no encuentro un hilo conductor que me lleve a saber qué es real y qué es subjetivo. Ayer pensé que hace más de un año que te había visto, con mis botas puestas, cuando me dijiste "¿A dónde vas vestida así?", para luego darme cuenta que no, que no pasó hace un año, sino que fue en febrero. Y entonces lloré, lloré toda la noche y hoy amanecí con los ojos hinchados y fue entonces cuando me preguntó:
-¿No crees que ya es hora?
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