Cuando era niña y mi abuela y el doctor dijeron que tenía un corazón sentimental como diagnóstico, no me pareció la gran cosa.
"Voy a sobrevivir", me dije.
Pero ahora, con 26 años de usar unos lentes en mi ciego corazón, y todo para que pudiera darse cuenta de las verdaderas intenciones de las personas y así evitar que me hirieran, tengo algo que decir: NO FUNCIONAN.
Y es que nadie me lo advirtió, pero una vez que el amor se apodera de mi cerebro, el corazón pierde la batalla también y termina por quitarse los lentes, los deja un lado y dice "aquí vamos otra vez", y al final, todos sabemos cómo termina la historia: conmigo escribiendo otro poema que habla de lo mal que me ha ido.
Y justo la semana pasada conocí a un chico.
-Te conozco -me dijo mientras caminaba a mi cafetería favorita, era muy temprano y apenas había dormido 4 horas. Así que no supe qué contestar, pero él seguía viéndome como a un bicho raro así que tuve que mirarlo más a detalle: el pelo alborotado y chino, color café oscuro, unos ojos café-verdosos y alto, muy alto, quizá debía ponerme dos pares de tacones juntos para alcanzarlo.
-No tengo idea de quién eres -terminé por decirle mientras pedía lo usual: un matcha latte con leche de coco para llevar.
-Tienes un corazón sentimental, ¿no? -y entonces los tres: el corazón, el cerebro y yo nos asustamos. ¿Cómo lo sabía? -No te asustes -se apresuró a contestar -sería hace unos 20 años que te vi en el consultorio de mi padre y nunca te olvidé porque nunca habían diagnosticado a alguien con la misma condición que a mí.
-Pero, ¿qué dices? -y entonces lo recordé, sentado en la pequeña sala de espera, jugando con su nintendo o alguna de esas cosas raras que los chicos usan para entretenerse. -Tu padre es el oftanmologo que me atendió -él sonrió.
-¿Cómo te ha ido con los lentes?
-Mal, pésimo. No sirven -él se rió bastante, luego me enseñó algo que me dejó con la boca abierta. -¡¿Tú tienes lentes color rosa?!
-¿Quieres unos?, mi padre acaba de conseguirlos, son su más reciente inversión, no sé dónde los hacen pero todos hablan maravillas de ellos.
-¿Funcionan? -le dije mientras no podía parar de sonreír, ¡unos lentes color rosa!, qué gran idea, él también sonreía de vuelta, y sonreía bastante.
"¿Hace cuánto los usas?", le pregunté camino a casa y él me contó que apenas llevaba unos cuantos días pero se sentía bastante bien. "¿Notas algo diferente?", y él puso mi mano en su pecho, lo que hizo que mi corazón de pronto latiera más deprisa.
Después de unos días el chico de los lentes rosas me entregó unos, le había dicho que no podía ni siquiera pagarlos ya que eran carísimos pero dijo que no importaba. "En el mundo somos cada vez menos las personas con corazón sentimental, creo que te mereces unos"
Así que hoy mismo voy a comenzar a usarlos. Veremos qué pasa.
sábado, 2 de mayo de 2020
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