En la meditación de hoy vamos a hablar de nuestra madre: la Gran roca.
Recordemos que hace no tanto tiempo, éramos todos parte de esta gran entidad que flotaba en medio de la nada, comprimida dentro de nuestra madre estaba todo lo que hoy conocemos: estaba el aire que pasa por nuestros rígidos bordes, estaba el agua que nos cala y nos hace cada vez más pequeñas, recordándonos que un día no seremos más que un pequeño grano de arena, ese es nuestro destino, lo hemos aceptado, sabemos que seremos parte de un ciclo, que las olas nos traeran paz, y cada día viajaremos millones de kilómetros.
Agradezcamos pues, a la gran roca, de la que todos venimos, porque un día no pudo contenerse más y de ella enamaron millones de pequeñas rocas, volando por todas partes; nuestros ancestros.
Somos afortunados de seguir viviendo después de tantos años, aún podemos presenciar las maravillas que nos aporta el día a día.
A veces somos lanzadas de aquí por allá, a veces somos asientos, a veces formamos parte de casas, pero siempre estamos presentes.
Nunca dejaremos de existir porque nuestra escencia perdurará hasta el fin de los tiempos.
Un día volveremos a unirnos, un día nuestra madre nos llamará de nuevo a su centro y todos seremos uno solo.
Hasta entonces, practiquemos ser lo mejor que podamos, siempre conscientes de que el paso del tiempo no es en balde, y un día polvo seremos.
Hagamos cada uno de los amaneceres contar, disfrutemos de lo que nos rodea y salgamos a dar gracias.
Gracias a nuestra madre la gran roca,
esperamos el día para regresar a ella.
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