1
Él estaba cómodamente mirando su computador como todos los días: su
trabajo era simple y siempre se iba a casa con la seguridad de que había
salvado al mundo un día más. "No hay caos" pensaba, "no hay caos
es en este mundo al que yo no pueda poner orden". Le habían asignado ese
mundo hacía ya 2015 años y a pesar de que a veces parecía que las cosas ya no
tendrían solución, él siempre las encontraba. "Nada es tan fácil, creo que
no pude haber conseguido un empleo mejor" se dijo a sí mismo.
Ya antes había trabajado en 23 mundos diferentes, y siempre estaba
buscando uno más complicado que el anterior. Cuando le hablaron de la Tierra,
se quedó boquiabierto.
-No sabes la que te espera, hay catástrofes todos los días, las personas
ahí son egoístas y siempre buscan solo su beneficio, no respetan nada: harán lo
que sea por quedarse en ese mundo, aún cuando saben que lo están destruyendo.
Tú has trabajado en mundos insignificantes comparados con este, todos los
cuidadores han renunciado o sido despedidos con anterioridad.
Sabía que arriesgaba demasiado, tenía un trabajo estable: su mundo vivía
en armonía y tranquilidad gracias a él.
Nunca lo habían despedido, él siempre renunciaba, por aburrimiento sobre
todo, por tedio, por querer siempre retarse a sí mismo. Después de todo, era el
cuidador más famoso en el universo.
-Quiero trabajar en la Tierra -dijo con seguridad.
2015 años habían pasado desde que pronunció aquellas palabras y justo
ese día, en que comenzaba a pensar que tal vez ya era hora de retirarse, de ir
a buscar un nuevo mundo aún más salvaje y aún más peligroso y difícil de
cuidar, apareció Él.
-¡Blue! -gritó, tenía puesto un traje color marrón, una corbata roja, y
era bastante gordo, no podía sentarte en las pequeñitas sillas azules que había
en el cuarto, así que se mantuvo de pie, apenado cuando vio que Blue estaba sentado
y era tan flaco como una de sus piernas. -Tenemos un problema.
-¿Qué pasa? -Contestó Blue inmutado.
-¿Acaso no te has dado cuenta? -Inquirió, quería retarlo. Quería probar
si su reputación de ser el mejor cuidador del universo era en realidad merecida
o si solo se trataba de pura suerte hasta entonces. Cuando vio que Blue seguía
sin inmutarse, y parecía no tener respuesta, una sonrisa se asomó de su
rechoncho rostro y continuó: -Hay una chica, y está causando problemas.
-No sé de qué me está hablando.
"¿Me está diciendo la verdad o solo se está burlando de mí",
pensó Él, "Si es en verdad el mejor cuidador del universo, ¿por qué no se
había dado cuenta?, ¿por qué no reportó algo antes?"
-Hay una chica, en Gales, búscala ahora mismo en tu computador, se llama
Electra Diamantes. -hizo un gesto retador, Blue sabía que a Él siempre le
gustaba ocasionar problemas, se creía el dueño del universo y era reconocido
por haber despedido a 439 cuidadores de sus respectivos mundos, seguramente
quería hacerle lo mismo.
-¿Qué quieres que haga con ella? -preguntó Blue. Lo que escuchó a
continuación, lo dejó sin aliento.
-Borrarla.
2
En el universo había dos clases de personas: aquellas que no tenían
nombre y las que se ganaban uno, Blue era del segundo grupo.
Cuando apenas comenzaba a trabajar, el desorden de los mundos lo agobiaba,
era apenas un niño y su padre había muerto demasiado joven, por lo que tuvo que
trabajar aún si saber nada de los
mundos. Tomó apenas un curso intensivo y en poco tiempo estaba listo.
Aprendía rápido y eso era algo que emocionaba a sus maestros,
especialmente a uno llamado Froot, que siempre al término de sus clases le comentaba
por lo bajito “Vas a ser el cuidador más famoso de este universo algún día”.
Froot le enseñó todo lo que sabía, y pronto el alumno superó al maestro.
Blue desarrolló una técnica especial para controlar a las personas de los
diferentes mundos: era infalible.
Cuando recién comenzó sus clases lo confundían todos aquellos colores en
las computadoras, todos los habitantes de los mundos representados en gráficos,
todo el movimiento: “las personas nunca están quietas, siempre están cambiantes
y siempre pasan de un color a otro” pensaba.
Pasaron años antes de que empezara a entender que no se podía controlar
a las personas, que en un día podrían pasar por todos los colores del arcoíris y
siempre estaban de un lado para otro. Blue no podía modificar los movimientos
de las personas, ni siquiera podía influir en ellas, no podía meterse dentro de
su mente, no podía encerrarlas para que dejaran de cambiar. Un cuidador,
aprendió, solo tiene dos funciones: borrar o cambiar los colores de las
personas.
Blue nunca había recurrido a borrar a alguien, a alguna creatura, nada.
Blue creía firmemente que cada habitante de los mundos estaba ahí por alguna
razón. Sus amigos cuidadores se burlaban de él constantemente “eres un
romántico” le decían, y él solo agachaba la mirada, como buscando esconderse.
Blue se ganó su nombre un día que llegó corriendo a la escuela, para
hablar con su profesor Froot acerca de una idea que había tenido la noche
anterior, mientras dormía.
-Creo que ya lo tengo. –Dijo entusiasmado.
-¿Qué tienes muchacho? –Preguntó con curiosidad el profesor, siempre le
había maravillado aquel joven, y ahora estaba seguro de que su profecía se
haría realidad: aquel chico sería el mejor cuidador del universo.
Entonces le explicó su método: pensaba que el problema con los mundos
era que los cuidadores no podían hacer nada, de vez en cuando cambiaban los
colores de las personas: si veían que estaban rojas (lo que denominaba que
estaban furiosas y probablemente causarían algún estrago) las cambiaban a
blanco (lo cual era paz), si veían que muchas personas en cierta área estaban
verdes (lo que quería decir que probablemente había una enfermedad propagándose
por el mundo), los cambiaban a rosa (que representaba salud).
Eso es lo único que hacían, y de vez en cuando, si es que tenían el
valor, borraban a aquellos que estuvieran causando demasiados desastres a su
paso.
Entonces, su método consistía en dejar a las personas de los mundos
siempre en azul. Azul, el color de la tristeza, el color que significaba que
las personas estarían en calma, que no causarían demasiado caos.
-¿Me estás diciendo que quieres hacer que las personas estén
permanentemente deprimidas? –inquirió el profesor, tan intrigado como asustado
a la vez.
-Así es –respondió.
A pesar de que su método provocó la risa de más de algún cuidador al
principio, todos callaron al observar cómo funcionaba a la perfección: las personas
estaban azules siempre, tristes, siempre llegando a casa esperando que el día
siguiente fuera mejor que el actual, y cuando eso no sucedía, se resignaban:
vivían en la resignación. Blue se ganó su nombre a pulso, y su trabajo
consistía en que cada mañana, ingresaba a su computador y pintaba, pintaba a
poblaciones de millones de personas de Azul, las impregnaba de tristeza, y de
vez en cuando, cuando alguna se salía de su estricto orden y cambiaba de color,
Blue pacientemente la pintaba de nuevo. “Las personas son muy simples: mientras
haya tristeza no habrá caos”, pensaba.