jueves, 18 de enero de 2018

para mis amores I

Cuando me muera quiero que pongan en mi tumba que uno de esos hijos de la chingada me mató.

Pero no pongan quién,
para que así la culpa los siga hasta que vuelvan a encontrarse conmigo.
Yo soy la que fue a terapia con intenciones de sanar aquel primer golpe
pero hurgando en mis entrañas descubrimos que ni el pegamento más potente podría unirme de nuevo.

Cuando me muera no iré al infierno y tampoco al cielo,
me quedaré en medio así como solía quedarme en vida:
sin intenciones de moverme demasiado.

El enojo se fue acumulando en cada uno de los cortes y moretones que me cubrieron por completo.
Las cicatrices no cuentan mi historia,
esa la cuento yo.
Y cuento cuántos cuentos vinieron a decirle al ingenuo del músculo que me late en el pecho
cuántas veces creyó y cuántas se dio de bruces en el suelo de las mentiras,
en las narices de la obviedad.

Yo soy la que fue al doctor pidiendo la cura para el corazón roto y salió con un montón de pastillas en la mano.
Me las voy a tomar todas junto con las lágrimas que he derramado y los haré pagar.
Cuando me muera no será por amor, será por decisión propia.
No serás tú, ni aquel, ni el que vendrá después.
Pueden romperme el corazón en vida, pero una vez que me vaya, serán ustedes los condenados.
Cuando cierren los ojos estaré ahí, y cuando los abran:
también.
No habrá descanso, déjenme advertirles: no hay mejor lugar para un alma que pena por amor que el limbo.

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