Qué irónico, porque en el mundo normal las personas tendrían miedo del fantasma, él no tendría nada a qué temerle, ¿o sí? A fin de cuentas no tendría más qué perder: está en una dimensión donde las cosas no se van pero tampoco pueden regresar, si alguna emoción debiera tener esa sería la tristeza o tal vez el anhelo.
Pero este fantasma por primera vez desde que se convirtió en uno tiene miedo e incluso lo puede sentir a su alrededor, es casi corpóreo. ¿Miedo a qué? se preguntarán, y yo podría responder pero todo el mundo juzgaría al fantasma de ser un cobarde, y no es así; solo estaba luchando, a su muy extraña manera.
Un fantasma no pondría en duda la existencia de fuerzas que están más allá de nuestro poder; que controlan el universo y hacen que todo vuelva su curso, pero, ¿él sería capaz de transformarlas?
Lo intentó un montón de veces, casi hasta el cansancio y cuando se iba a dar por vencido: funcionó.
Y cuando vio su deseo de regresar a la realidad convertido en ser humano, no supo qué hacer. Sentía que el estómago se le revolvía cada que daba un paso y terminó de rodillas, llorando por haber regresado al mundo donde aprendió que el sufrimiento se siente hasta los huesos, qué es aquí donde el corazón se rompe, las cosas se pierden, se caen las esperanzas.
Pero ahí estaba, pobre fantasma que deseó con todo su inexistente corazón para volver a sentir y cuando lo hizo; se formó un huracán dentro de él porque había corrientes de aire de todos los sentimientos posibles en su interior.
Salió a buscar a la persona que lo había matado, porque quería venganza, porque quería que ella sufriera tanto como él había sufrido por su culpa. Quería descuartizarla con sus propias manos y decir "¡Mira quién va a pasar la eternidad lamentándose ahora!"
Pero el fantasma tuvo miedo. Tiene miedo y se la pasa rondando por la casa de la mujer que un día lo mató: esperando a quién sabe qué, temiendo cada día, amándola pero odiándola a la vez.
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