Ayer fue un día bastante bitter-sweet para mí. Comencé el día emocionada porque vería a mis amigas, vi una película que no veía hace varios años y que me gusta mucho, después tuve que ir a mi casa y arreglarme, tomar el camión, tomar otro camión y listo, estaba en el punto de reunión. Fui la primera en llegar, tuve que esperar como 30 minutos en lo que las demás llegaban, me sentía bien, a excepción de un pequeñito detalle que siempre me está molestando: una pequeñisima voz en mi cabeza que no me deja en paz y que me dice que las cosas siempre van a salir mal.
Todo estuvo bien durante el día, me divertí bastante, vi reunidas a mis mejores amigas y hablamos acerca de demasiadas cosas: cada quien tenía una historia que contar, todas excepto yo. Sé que probablemente las personas no se den cuenta, excepto si son muy observadoras y me conocen bien, o están a solas conmigo, lo que pasa es que yo no tengo nada que decir, me guardo absolutamente todo en el interior, además, ¿qué de bueno tenía contar que estoy viendo a una psicóloga para que me ayude a soportar el día a día?, ¿qué de bueno tiene el hecho de decir que todas las noches lloro hasta quedarme dormida? No creo que a nadie le interesen esas cosas, no quiero deprimir a nadie. Por eso prefiero escuchar a ser escuchada.
Hace varios días también estuve de visita con mi mejor amiga y ella sí se dio cuenta de que algo me estaba pasando, y me lo preguntó directamente, ¿Qué te está pasando? Pero no fui capaz de responder, no pude contarle todo esto que siento y que me tortura.
En fin, volviendo a ayer, pasó algo que ni en 100 años creí estar viva para ver: una de las chicas se pasó completamente de copas, la anfitriona. Ella jamás había tomado alcohol, pero es que claro, se sintió tan valiente que se servía copa tras copa, y cuando menos lo esperamos: estaba cayéndose por las escaleras. Y sí, eventualmente vomitó y quedó completamente tirada... Hasta que oh, sorpresa. Llega su mamá y a las demás nos da el paro cardiaco. ¿Qué íbamos a hacer? ¿qué diríamos?
Afortunadamente su mamá es la persona más sensata y comprensiva del universo, pero sí dijo algunas cosas que no pensé oír jamás salir de su boca.
Al final del día terminamos todas asustadas y preguntándonos qué pasaría con ella al día siguiente.
Y aquí estamos, en el día siguiente. A primera hora de la mañana todas nos mandamos mensajes preguntándonos cómo estaría la susodicha, y como a mediodía respondió que estaba bien, que todo volvió a la normalidad después de varios vómitos y de tomar mucha agua.
Hoy, el día siguiente, lo pasé completamente sola, aquí en este cuarto cuyo silencio me vuelve loca de vez en cuando. He estado pensando en demasiadas cosas, quise dormir, pero como estos pensamientos me invadían a toda velocidad, ni siquiera fui capaz de conciliar el sueño. Mandé un mensaje del que después de 1 segundo me arrepentí, y me dije, ¿qué rayos está mal contigo?
Estaba a la espera de algo, de alguien. Pero son casi las 9.30 y me siento más sola que nunca. Me hubiera gustado salir pero ni siquiera tengo con quién, me hubiera gustado tener a alguien con quien platicar, pero tampoco apareció nadie. Siento que nadie está dispuesto a escucharme, pero aún si lo estuvieran, no sería capaz de articular la verdad. Por el simple hecho de que prefiero encerrar esas palabras, esos sentimientos, y no pienso dejarlos salir. Ahí adentro, están luchando por ser externados. Pero no puedo. No así.
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