Había una vez una niña que le temía tanto a las tormentas,
que cargaba una paraguas con ella todo el tiempo, pero no crean que lo guardaba
en su bolsa y salía a la calle, no, ella iba por las calles de su pequeño
pueblo con el artefacto cubriendo siempre su cabeza. Sin importar que fuera el
día más soleado de la primavera, ella no era capaz de dejarlo en casa.
-¿Por qué haces eso? – le preguntó una vez el sol. –No puedo
ver lo hermosa que eres porque esa cosa siempre está cubriéndote.
-Tengo miedo, ¿y si de repente llueve?
-Aquí estoy yo, y no hay una sola nube a mi lado, no tienes
razones para temer.
-¿No ves lo peligroso que es confiarse?, todo puede pasar,
quién sabe, también desconfío del viento y sus intenciones, nunca se sabe si de
repente traerá con él algunas nubes llenas de agua.
Un día se sentó en una banca cerca de una fuente, donde de
repente escuchó:
-¿Cómo puedes desconfiar así de mí? –le dijo el viento.
-Nunca estoy segura, podrías traer lluvia en cualquier
momento.
-Hoy el sol calienta bastante, deberías disfrutar el día y
jugar con los demás, quítate esa cosa horrible de las manos.
-Ahora lo entiendo todo, tú y el sol son cómplices, si él
calienta demasiado o si se aleja un poco, llegas y traes tormentas contigo.
Nunca podré confiar en ustedes.
Y la niña prefirió irse, a fin de cuentas nadie iba a
entenderla. Vivía en un mundo de locos que confiaban ciegamente en las
condiciones de la naturaleza, cuando ella había aprendido que era completamente
impredecible.
Y a pesar de que a lo largo del día todo el mundo le decía
cosas como “estás loca”, al regresar a casa y estar completamente seca, sana y
salva, siempre precavida, lo único que podía hacer era asomarse por la ventana,
reír y gritar:
-¡Ustedes son los locos!
-
Día 4. Una canción que te recuerde a alguien que preferirías olvidar: Somebody That I Used To Know - Gotye
No hay comentarios:
Publicar un comentario