Hace dos años estaba bien, estaba en Canadá, contando los días y las horas porque no me quería regresar a casa. Hace un año estaba bien, trabajando por primera vez en septiembre. Hace un año le pedí el universo que cambiara mi vida: que me diera más amigos y un mejor trabajo y que me dejara cumplir mis sueños. Hace un año quería volver el tiempo atrás y ser una versión de mí misma del pasado. Hace un año tenía miedo de cumplir 27. Y hoy me asomo por la ventana y digo: wow, cómo han cambiado las cosas, como el paso del tiempo me ha traído a donde menos pensaba, a un lugar lejos del hogar, donde de pronto la perspectiva cambia y de pronto ya no sé qué quiero de verdad, pero una cosa sí la tengo en claro: estoy cumpliendo mis sueños. Nunca imaginé estar aquí, de nuevo en GDL, cumpliendo con un ciclo, rodeada de gente que no conocía hace apenas dos meses y ahora, se han vuelto importantes en mi día a día. Sola pero jamás en soledad. Escribiendo cada día en starbucks, yendo de un lugar a otro y todo funcionando a la perfección, en armonía. Estoy con mis amigos aún en la distancia y le agradezco al universo. Tengo un trabajo que me permite estar lejos por 3 meses, que me permite no preocuparme por dinero, qué increíble, ¿no?, no tengo rutina por primera vez, excepto ir al gimnasio en las mañanas o a veces en las tardes, y por primera vez, me siento más en forma que nunca. El aprendizaje es lento pero seguro, estoy en la escuela de nuevo y estoy en un taller que me permite buscar adentro de mí, ¿por qué soy como soy? Tengo un amor que no conocía: el propio, uno que se emana y alumbra todo lo que toco. Aún queda mucho por recorrer, lo sé. A veces siento que aún tengo 16 como cuando comencé a escribir aquí. A veces quisiera rendirme y dejarlo todo atrás. Pero hoy, con todo lo que tengo y todo lo que me rodea, simplemente no podría.
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