"Podría construir un castillo con todos los ladrillos que me han arrojado", y vaya, han sido bastantes. Y es que mira: por más que digo que ya no quiero enamorarme, no puedo evitarlo, si alguien me invita a salir, voy a decir que sí, y me voy a emocionar, y me voy a crear una historia en mi cabeza, y el pobre hombre nunca podrá competir con ella, entonces, va a cometer un error, por más pequeñito que sea, y las cosas no van a cuadrar, y me voy a decepcionar, voy a llorar, no importa si es a solas o en medio de la calle o mientras camino a casa, voy a llorar mucho, él va a preguntar, ¿qué pasa contigo?, pero no puedo explicarlo, de verdad, es que no puedo.
Entonces, voy a dejar de hablarle, es más fácil, y él tampoco hará un esfuerzo, los dos entonces iremos por caminos separados.
Hasta que alguien más me busque, me hable o me invite a salir, voy a repetirme las mismas palabras: nunca más. Nunca más. Nunca. Más.
lunes, 25 de mayo de 2020
jueves, 21 de mayo de 2020
Notas de una Janeth ebria a la 1 am
Prefiero ser yo, la que te aleje, la que tenga el control. La distancia entre nuestro primer encuentro y esta noche no es demasiada, está bien, prefiero esto.
Vas a alejarte, vas a pensar que estoy loca, quizá es verdad, tengo toda una vida practicándolo: el poner pretextos, el no responder, el silencio, el orgullo creciente bajo el pecho.
Tú y yo nunca debimos haber coincidido, pero aquí estamos: voy a usar cualquier excusa para apartarte del camino, para ahorrarme el sufrimiento.
¿Para que sufrir?
¿Por qué rompo mi propio corazón?
No lo sé.
De verdad no lo sé.
Vas a alejarte, vas a pensar que estoy loca, quizá es verdad, tengo toda una vida practicándolo: el poner pretextos, el no responder, el silencio, el orgullo creciente bajo el pecho.
Tú y yo nunca debimos haber coincidido, pero aquí estamos: voy a usar cualquier excusa para apartarte del camino, para ahorrarme el sufrimiento.
¿Para que sufrir?
¿Por qué rompo mi propio corazón?
No lo sé.
De verdad no lo sé.
lunes, 18 de mayo de 2020
Fin de la cuarentena
Dicen que cuando te has visto demasiado tiempo en el espejo y luces igual, es hora de cambiar algo (en realidad nadie dice eso, pero me gusta creerlo).
Entonces, hice una cita con mi hairdresser y me corté el pelo, tan corto que me siento pelona, y me corté el fleco, cosa que no había sucedido desde 2017 -creo.
Me siento una nueva yo, me siento incómoda y extraña (cosa que siempre pasa cuando me corto el pelo), me voy a acostumbrar, a fin de cuentas a todo se acostumbra uno, ¿no?
Fin de la cuarentena, nueva yo.
Entonces, hice una cita con mi hairdresser y me corté el pelo, tan corto que me siento pelona, y me corté el fleco, cosa que no había sucedido desde 2017 -creo.
Me siento una nueva yo, me siento incómoda y extraña (cosa que siempre pasa cuando me corto el pelo), me voy a acostumbrar, a fin de cuentas a todo se acostumbra uno, ¿no?
Fin de la cuarentena, nueva yo.
domingo, 17 de mayo de 2020
Las partes que no son "yo"
Estoy leyendo un libro desde hace unas semanas, se llama 101 ensayos que cambiarán la manera en que piensas.
Hasta ahora todos los ensayos me han parecido interesantes, e incluso, sí, de verdad han cambiado mis hábitos debido a uno de ellos.
Hoy leí uno que me dejó pensando, ¿qué es lo que me hace ser yo?
¿Mi cara?, ¿mi cuerpo?, si fueran los de otra persona, ¿entonces dejaría de ser yo?, ¿dónde está esa "cosa" que me vuelve yo?, ¿es mi personalidad?, pero, ¿de dónde viene?, ¿por qué me tocó está mente?, ¿de dónde vienen mis pensamientos?
¿Quién soy yo en realidad?, y, ¿qué es lo que no soy?
Y en esa delgada línea entre lo que soy y lo que no, están un montón de posibilidades: de amar, de descubrir, de hacer, de decir.
¿Cómo saber?
¿Hasta qué punto me conozco?
¿Cómo podría decir "esa no soy yo"?
Porque todo lo que no soy, no debería herirme, sin embargo: lo hace.
Ponemos tanta importancia en lo que no es, que se termina convirtiendo en lo que sí: no soy buena en deportes, no soy fuerte, no soy buena cocinera, no soy buena en el amor.
¿Y si nos dejara de importar?
Y nos enfocáramos solo en lo que sí.
¡Sí!
Hasta ahora todos los ensayos me han parecido interesantes, e incluso, sí, de verdad han cambiado mis hábitos debido a uno de ellos.
Hoy leí uno que me dejó pensando, ¿qué es lo que me hace ser yo?
¿Mi cara?, ¿mi cuerpo?, si fueran los de otra persona, ¿entonces dejaría de ser yo?, ¿dónde está esa "cosa" que me vuelve yo?, ¿es mi personalidad?, pero, ¿de dónde viene?, ¿por qué me tocó está mente?, ¿de dónde vienen mis pensamientos?
¿Quién soy yo en realidad?, y, ¿qué es lo que no soy?
Y en esa delgada línea entre lo que soy y lo que no, están un montón de posibilidades: de amar, de descubrir, de hacer, de decir.
¿Cómo saber?
¿Hasta qué punto me conozco?
¿Cómo podría decir "esa no soy yo"?
Porque todo lo que no soy, no debería herirme, sin embargo: lo hace.
Ponemos tanta importancia en lo que no es, que se termina convirtiendo en lo que sí: no soy buena en deportes, no soy fuerte, no soy buena cocinera, no soy buena en el amor.
¿Y si nos dejara de importar?
Y nos enfocáramos solo en lo que sí.
¡Sí!
viernes, 15 de mayo de 2020
Amor, amor propio
Estoy aprendiendo a amarme a mí misma de la manera en que amo a los demás.
No es fácil:
me entrego completamente
mi corazón se llena de expectativas.
Estoy ciega,
amo ciegamente
es la única manera en que sé hacerlo.
Debo aprender a darme la misma cantidad de tiempo,
el mismo espacio
que estoy dispuesta a dar a los demás.
Salir conmigo misma
y así
encontrar el camino a casa.
No es fácil:
me entrego completamente
mi corazón se llena de expectativas.
Estoy ciega,
amo ciegamente
es la única manera en que sé hacerlo.
Debo aprender a darme la misma cantidad de tiempo,
el mismo espacio
que estoy dispuesta a dar a los demás.
Salir conmigo misma
y así
encontrar el camino a casa.
jueves, 14 de mayo de 2020
De noche
Cuéntame una historia:
una acerca de lo que te mantiene despierto por las noches.
Y entones
llena como la luna
viajaré hasta dónde estés
tan solo para quedarme dormida,
en tus brazos,
en tus palabras,
en este amor nocturno.
una acerca de lo que te mantiene despierto por las noches.
Y entones
llena como la luna
viajaré hasta dónde estés
tan solo para quedarme dormida,
en tus brazos,
en tus palabras,
en este amor nocturno.
miércoles, 13 de mayo de 2020
La verdad, solo la verdad
Me siento triste.
Me siento invisible
en este mundo digital, anhelo algo que sea real
romance
una carta
o palabras que no tengas mentiras de por medio.
A veces la ficción supera,
me
supera.
Escribí acerca de cómo mi corazón estaba ciego hace años
y yo, daría lo que fuera por que alguien inventara
algo
que
me ayude.
No puedo.
Mi inteligencia tiene un límite como todo en la vida
y si se trata de amor,
no sirve,
no aprende,
no
n
o
martes, 12 de mayo de 2020
Lentes V
Había agendado una sesión con mi psicóloga para hablar acerca de mi situación, ya que no la había visto por más de un mes.
-Y -comenzó -¿cómo has estado?
Le conté acerca del chico de los lentes rosas. Ella sonrió mucho y me pidió que le mostrara una foto de él, asintió. "Es guapo", yo también sonreí.
-Pero, ¿cómo te sientes ahora que estás usando los lentes de nuevo?
-Es extraño, siento como si estuviera siendo vigilada por alguien, es como: no quiero fijarme en las cosas que no me agradan, pero no puedo evitarlo, y en vez de pensar con el corazón, pienso con la cabeza.
-¿Eso es bueno?
Me encogí de hombros. De verdad no sabía, sentía que quizá una parte sumamente importante de mí se perdería si seguía usando los lentes. ¿Quién era yo cuando no estaba enamorándome de chicos?
-Quizá sea hora de que te enfrentes a esa gran pregunta, ¿no crees? -continúo -¿cómo se ve tu vida cuando no te dejas llevar por tus emociones y ves la realidad tal cual es?
Faltaba solamente un día para que el chico de los lentes rosas volviera y yo no sabía cómo sentirme al respeto. Hacía apenas unos días me sentía tan enamorada que las emociones se me desbordaban por los poros, y ahora: ¿qué quedaba?
No quería hablar con él, y tampoco quería engañarlo o engañarme a mí misma quitándome los lentes.
"Cuanto todo falla vuelves a los mismos patrones", escuchaba la voz de mi psicóloga bien grabada en mi mente.
Es decir, era fácil, hablarle a algún otro chico para vernos y así evadir todos mis sentimientos -o falta de ellos.
Pero no me lo merecía, sabía bien cómo terminaría aquello: conmigo sintiendo una culpa que no me dejaría dormir por días. Y no podría volver a ver a los ojos al chico de los lentes rosas, jamás.
Pronto, el momento decisivo llegó. "Estoy de vuelta", el corazón me dio un vuelco. ¿Sería que solo estaba alucinando todo el fin de semana?, sentí como si las dudas se esfumaron al instante. Pensé que tal vez mi corazón me estaba jugando una broma y se había quitado los lentes por sí mismo. Pero cuando revisé, ahí seguían.
Quedamos de vernos a las 7pm. Llegó a mi casa y me abrazó.
-Te extrañé -me dijo al oído.
-Y -comenzó -¿cómo has estado?
Le conté acerca del chico de los lentes rosas. Ella sonrió mucho y me pidió que le mostrara una foto de él, asintió. "Es guapo", yo también sonreí.
-Pero, ¿cómo te sientes ahora que estás usando los lentes de nuevo?
-Es extraño, siento como si estuviera siendo vigilada por alguien, es como: no quiero fijarme en las cosas que no me agradan, pero no puedo evitarlo, y en vez de pensar con el corazón, pienso con la cabeza.
-¿Eso es bueno?
Me encogí de hombros. De verdad no sabía, sentía que quizá una parte sumamente importante de mí se perdería si seguía usando los lentes. ¿Quién era yo cuando no estaba enamorándome de chicos?
-Quizá sea hora de que te enfrentes a esa gran pregunta, ¿no crees? -continúo -¿cómo se ve tu vida cuando no te dejas llevar por tus emociones y ves la realidad tal cual es?
Faltaba solamente un día para que el chico de los lentes rosas volviera y yo no sabía cómo sentirme al respeto. Hacía apenas unos días me sentía tan enamorada que las emociones se me desbordaban por los poros, y ahora: ¿qué quedaba?
No quería hablar con él, y tampoco quería engañarlo o engañarme a mí misma quitándome los lentes.
"Cuanto todo falla vuelves a los mismos patrones", escuchaba la voz de mi psicóloga bien grabada en mi mente.
Es decir, era fácil, hablarle a algún otro chico para vernos y así evadir todos mis sentimientos -o falta de ellos.
Pero no me lo merecía, sabía bien cómo terminaría aquello: conmigo sintiendo una culpa que no me dejaría dormir por días. Y no podría volver a ver a los ojos al chico de los lentes rosas, jamás.
Pronto, el momento decisivo llegó. "Estoy de vuelta", el corazón me dio un vuelco. ¿Sería que solo estaba alucinando todo el fin de semana?, sentí como si las dudas se esfumaron al instante. Pensé que tal vez mi corazón me estaba jugando una broma y se había quitado los lentes por sí mismo. Pero cuando revisé, ahí seguían.
Quedamos de vernos a las 7pm. Llegó a mi casa y me abrazó.
-Te extrañé -me dijo al oído.
domingo, 10 de mayo de 2020
El hueco
Tenía 20 años cuando me dejaron por primera vez, fue en esa habitación de paredes blancas, y yo no hice más que perseguirlo por los siguientes dos años hasta que agoté mi energía por completo.
Descubrí al día siguiente que un hueco se había formado en mi patio, un hueco con la forma de ese amor que se había ido. Y a dónde quiera que fuera, incluso si no podía verlo, lo podía sentir dentro de mi corazón.
No voy a mentir: traté de cubrirlo con todo el material que encontré: tierra, agua, incluso agua de mis propias lágrimas, le aventé mis miedos y finalmente aventé todas las cosas que había dejado en mi casa y hice arder en llamas.
Nada era suficiente para taparlo por completo.
No fue hasta que conocí a otro chico que comprendí: todos andamos cargando con un hoyo, TODOS. Y tontamente tratamos de ocultarlo, pero entendí que cuánto más hablaba de él, más iba sanando.
Y no habrá nada que lo tape por completo, pero he aprendido a vivir con él, con su ausencia, y hemos hecho las pases.
Así fue como las flores finalmente llegaron.
Descubrí al día siguiente que un hueco se había formado en mi patio, un hueco con la forma de ese amor que se había ido. Y a dónde quiera que fuera, incluso si no podía verlo, lo podía sentir dentro de mi corazón.
No voy a mentir: traté de cubrirlo con todo el material que encontré: tierra, agua, incluso agua de mis propias lágrimas, le aventé mis miedos y finalmente aventé todas las cosas que había dejado en mi casa y hice arder en llamas.
Nada era suficiente para taparlo por completo.
No fue hasta que conocí a otro chico que comprendí: todos andamos cargando con un hoyo, TODOS. Y tontamente tratamos de ocultarlo, pero entendí que cuánto más hablaba de él, más iba sanando.
Y no habrá nada que lo tape por completo, pero he aprendido a vivir con él, con su ausencia, y hemos hecho las pases.
Así fue como las flores finalmente llegaron.
sábado, 9 de mayo de 2020
Lentes IV
El chico de los lentes rosas un día se fue de viaje.
-Mi papá quiere que vayamos a la ciudad a visitar a su madre, porque está enferma -ya podía casi adivinar lo que estaba pasando por su mente, así que lo abracé antes de que las lágrimas lo alcanzaran.
-Todo estará bien -le susurré al oído. Él se apartó poco a poco mientras me sonreía. Habían pasado otras dos semanas, el tiempo me parecía eterno, cada día sin poder decirle todas las emociones que se acumulaban en mi pecho y querían salir en forma de abrazos, besos, caricias. Él siempre parecía tranquilo, pero sabía que también sentía lo mismo que yo. "¿Estás feliz usando los lentes?", preguntó hacía apenas unos días, yo dije que no con la cabeza y él se rió fuerte. De verdad, no estaba feliz, ver la vida como realmente era me quitaba un montón de emociones, y también la energía. "Te vas a acostumbrar", decía él y se acercaba tanto a mi boca mientras lo hacía. Casi podía sentirlo, y luego se alejaba rápidamente. Me estaba volviendo loca.
-Vuelvo en 3 días, ¿vas a extrañarme?
-Ni siquiera tienes que preguntarlo.
Se despidió con un tímido beso en la frente, yo no quería soltarlo, pero finalmente se fue.
No había visto a mis amigos desde que el chico de los lentes rosas había aparecido, casi un mes. Mi vida ahora era: trabajar, comer, dormir y estar con él. Sabía lo que mis amigos dirían "otra vez estás haciendo lo mismo, te dejas llevar por tus emociones, te fundes y te dejas moldear al antojo de estos chicos hasta que se terminan hartando de ti y se van", pero esta vez era algo diferente.
Reunión en casa de Tomás, a las 5 pm, todos llevando bebidas y comida, y yo entrando triunfante. "Miren quién se digna a venir", dijo Tomás, yo me reí y contesté tantas preguntas que creí que estaba en un interrogatorio oficial.
-Lo conocí en mi café favorito, ajá, el de la vuelta de mi casa. Su papá es mi doctor del corazón. Sí, es mayor que yo, tiene 28 años. Sí, parece normal. No, hasta ahora no han aparecido signos raros. No, ahora no está, pero en cuanto vuelva lo pueden conocer. Sí, bueno, no, aún no somos novios. Es complicado.
Al final de la noche estaba borracha y me sentía feliz.
-Te ves feliz -me dijo Andrés -hace mucho no estabas así, desde ya sabes quién -yo asentí y alcé mi vaso a modo de brindis. Andrés me abrazó y me dió un beso en la mejilla. -¿cómo te irás a casa?
-Creo que me quedaré a dormir en el sofá.
Antes de quedarme dormida le mandé un mensaje al chico de los lentes rosas. "Pienso en ti"
-Mi papá quiere que vayamos a la ciudad a visitar a su madre, porque está enferma -ya podía casi adivinar lo que estaba pasando por su mente, así que lo abracé antes de que las lágrimas lo alcanzaran.
-Todo estará bien -le susurré al oído. Él se apartó poco a poco mientras me sonreía. Habían pasado otras dos semanas, el tiempo me parecía eterno, cada día sin poder decirle todas las emociones que se acumulaban en mi pecho y querían salir en forma de abrazos, besos, caricias. Él siempre parecía tranquilo, pero sabía que también sentía lo mismo que yo. "¿Estás feliz usando los lentes?", preguntó hacía apenas unos días, yo dije que no con la cabeza y él se rió fuerte. De verdad, no estaba feliz, ver la vida como realmente era me quitaba un montón de emociones, y también la energía. "Te vas a acostumbrar", decía él y se acercaba tanto a mi boca mientras lo hacía. Casi podía sentirlo, y luego se alejaba rápidamente. Me estaba volviendo loca.
-Vuelvo en 3 días, ¿vas a extrañarme?
-Ni siquiera tienes que preguntarlo.
Se despidió con un tímido beso en la frente, yo no quería soltarlo, pero finalmente se fue.
No había visto a mis amigos desde que el chico de los lentes rosas había aparecido, casi un mes. Mi vida ahora era: trabajar, comer, dormir y estar con él. Sabía lo que mis amigos dirían "otra vez estás haciendo lo mismo, te dejas llevar por tus emociones, te fundes y te dejas moldear al antojo de estos chicos hasta que se terminan hartando de ti y se van", pero esta vez era algo diferente.
Reunión en casa de Tomás, a las 5 pm, todos llevando bebidas y comida, y yo entrando triunfante. "Miren quién se digna a venir", dijo Tomás, yo me reí y contesté tantas preguntas que creí que estaba en un interrogatorio oficial.
-Lo conocí en mi café favorito, ajá, el de la vuelta de mi casa. Su papá es mi doctor del corazón. Sí, es mayor que yo, tiene 28 años. Sí, parece normal. No, hasta ahora no han aparecido signos raros. No, ahora no está, pero en cuanto vuelva lo pueden conocer. Sí, bueno, no, aún no somos novios. Es complicado.
Al final de la noche estaba borracha y me sentía feliz.
-Te ves feliz -me dijo Andrés -hace mucho no estabas así, desde ya sabes quién -yo asentí y alcé mi vaso a modo de brindis. Andrés me abrazó y me dió un beso en la mejilla. -¿cómo te irás a casa?
-Creo que me quedaré a dormir en el sofá.
Antes de quedarme dormida le mandé un mensaje al chico de los lentes rosas. "Pienso en ti"
jueves, 7 de mayo de 2020
miércoles, 6 de mayo de 2020
Lentes III
-¿Qué te ha hecho pensar que el amor no vale la pena? -me preguntó un día mientras cocinaba unas quesadillas y hacía pequeñas muecas de dolor cada que volteaba una del comal.
-No es el amor quien me ha decepcionado -le respondí mientras mantenía la cabeza agachada - son los chicos.
Se quedó pensativo por unos momentos, sacó una, dos quesadillas y las puso en plato y luego dijo:
-Quizá ese es el problema, ¿no crees? -yo levanté las cejas para dejarle en claro que no sabía a qué se refería -tú no mereces chicos -dijo finalmente -mereces un hombre.
Y sonrío.
Yo me preocupé, pero también sonreí.
Me pasé la tarde sola, pensando en lo que el chico de los lentes rosas había dicho. En primer lugar, me había quitado los lentes casi después de que me los había regalado, sabía que en mí no funcionaban. En segundo lugar, habíamos pasado demasiado tiempo juntos desde que nos encontramos en el café, casi todos los días nos reuníamos para comer juntos, para ver alguna película o simplemente llegaba a mi casa sin invitación, y decía algo como "adivina qué me pasó hoy", acto seguido se acostaba en mi cama y apoyaba su mano en mi hombro. A mí me gustaba escucharlo. Para él todo era digno de contar, a veces las cosas más simples le parecían maravillosas: "¡debiste haberlo visto Jane!", me gritaba y casi siempre terminaba con lágrimas en los ojos. Entonces yo pasaba una mano por su rostro, un rostro al cual ya me estaba acostumbrando. Y por último, en tercer lugar, no me había armado aún con el valor suficiente para preguntarle acerca del amor. Yo sabía que su corazón no funcionaba igual al mío, pero, ¿y si jamás se había enamorado?, ¿y si se había enamorado pero le gustaban los hombres?, ¿y si era asexual?
Decidí que la siguiente vez que lo viera, tendría que confrontar esta duda. No tenía otra opción.
-¿Qué pasa? -dijo mientras entraba a mi casa -me estás mirando muy raro.
Se acostó como de costumbre en mi cara, yo le pasé la mano por su rostro aunque no estuviera llorando. Me miró divertido, luego su semblante cambió.
-Jane -comenzó -¿estás usando los lentes?
-Te dije que me los quité casi cuando me los diste.
Él quitó mi mano de su rostro al instante. Nunca lo había visto tan serio como en este momento. Ahora era yo la que quería llorar.
-Te estás enamorando de mí, ¿verdad? -se levantó de la cama lentamente, luego se puso de cuclillas frente a mí y tomó mi rostro entre sus manos -Jane, tu corazón lo está haciendo de nuevo, ¿no te das cuenta?
-¿Qué dices?, pasamos todas estas semanas juntos, vienes a mi casa, dejas que mis sentimientos crezcan y solo para decirme que mi corazón no puede sentir lo que está sintiendo. ¿Alguna vez te has enamorado?
Sus ojos se encontraron con los míos. Había pasado 26 años, buscándolo como una loca, confundiéndolo con un montón de chicos, pero sabía que era él, y él también lo sabía. No podía ser otro error del corazón ciego.
-Jane, no podemos hacer esto así -sentí como el corazón de nuevo se me que iba encogiendo, y luego dijo algo que jamás esperé -pasemos más tiempo conociéndonos, pero no lo aceptaré de otra manera, tienes que usar tus lentes. Si no quieres usar los rosas, está bien, pero usa tus lentes. Si vas a enamorarte de mí, quiero que te enamores sin ver borroso, quiero que me mires claramente, ¿entiendes? -yo asentí. Me levanté para ir hasta la mesita junto a la ventana, tomé los lentes, escondidos en una caja negra, y me los puse. Volteé a verlo y ahí estaba, sonriendo casi con lágrimas en los ojos. Me tomó la mano mientras se acostaba de nuevo en la cama y decía "tengo mucho que contarte hoy".
-No es el amor quien me ha decepcionado -le respondí mientras mantenía la cabeza agachada - son los chicos.
Se quedó pensativo por unos momentos, sacó una, dos quesadillas y las puso en plato y luego dijo:
-Quizá ese es el problema, ¿no crees? -yo levanté las cejas para dejarle en claro que no sabía a qué se refería -tú no mereces chicos -dijo finalmente -mereces un hombre.
Y sonrío.
Yo me preocupé, pero también sonreí.
Me pasé la tarde sola, pensando en lo que el chico de los lentes rosas había dicho. En primer lugar, me había quitado los lentes casi después de que me los había regalado, sabía que en mí no funcionaban. En segundo lugar, habíamos pasado demasiado tiempo juntos desde que nos encontramos en el café, casi todos los días nos reuníamos para comer juntos, para ver alguna película o simplemente llegaba a mi casa sin invitación, y decía algo como "adivina qué me pasó hoy", acto seguido se acostaba en mi cama y apoyaba su mano en mi hombro. A mí me gustaba escucharlo. Para él todo era digno de contar, a veces las cosas más simples le parecían maravillosas: "¡debiste haberlo visto Jane!", me gritaba y casi siempre terminaba con lágrimas en los ojos. Entonces yo pasaba una mano por su rostro, un rostro al cual ya me estaba acostumbrando. Y por último, en tercer lugar, no me había armado aún con el valor suficiente para preguntarle acerca del amor. Yo sabía que su corazón no funcionaba igual al mío, pero, ¿y si jamás se había enamorado?, ¿y si se había enamorado pero le gustaban los hombres?, ¿y si era asexual?
Decidí que la siguiente vez que lo viera, tendría que confrontar esta duda. No tenía otra opción.
-¿Qué pasa? -dijo mientras entraba a mi casa -me estás mirando muy raro.
Se acostó como de costumbre en mi cara, yo le pasé la mano por su rostro aunque no estuviera llorando. Me miró divertido, luego su semblante cambió.
-Jane -comenzó -¿estás usando los lentes?
-Te dije que me los quité casi cuando me los diste.
Él quitó mi mano de su rostro al instante. Nunca lo había visto tan serio como en este momento. Ahora era yo la que quería llorar.
-Te estás enamorando de mí, ¿verdad? -se levantó de la cama lentamente, luego se puso de cuclillas frente a mí y tomó mi rostro entre sus manos -Jane, tu corazón lo está haciendo de nuevo, ¿no te das cuenta?
-¿Qué dices?, pasamos todas estas semanas juntos, vienes a mi casa, dejas que mis sentimientos crezcan y solo para decirme que mi corazón no puede sentir lo que está sintiendo. ¿Alguna vez te has enamorado?
Sus ojos se encontraron con los míos. Había pasado 26 años, buscándolo como una loca, confundiéndolo con un montón de chicos, pero sabía que era él, y él también lo sabía. No podía ser otro error del corazón ciego.
-Jane, no podemos hacer esto así -sentí como el corazón de nuevo se me que iba encogiendo, y luego dijo algo que jamás esperé -pasemos más tiempo conociéndonos, pero no lo aceptaré de otra manera, tienes que usar tus lentes. Si no quieres usar los rosas, está bien, pero usa tus lentes. Si vas a enamorarte de mí, quiero que te enamores sin ver borroso, quiero que me mires claramente, ¿entiendes? -yo asentí. Me levanté para ir hasta la mesita junto a la ventana, tomé los lentes, escondidos en una caja negra, y me los puse. Volteé a verlo y ahí estaba, sonriendo casi con lágrimas en los ojos. Me tomó la mano mientras se acostaba de nuevo en la cama y decía "tengo mucho que contarte hoy".
martes, 5 de mayo de 2020
BS
Ya ves, es difícil.
Porque quieres salir corriendo pero las cosas no son tan sencillas.
Un día él dice “salgamos, iría corriendo hacia ti de ser posible”, y luego de dos semanas entras a Instagram solo para darte cuenta de que “está enamorándose más cada día” (de otra chica, claro)
Así que se lo cuentas a tu mejor amigo, y él dice: "¿es el mismo chico que cuando fueron a almorzar se quitó la camisa de la nada?", y entonces la risa llega, y luego las lágrimas más tarde.
Así que se lo cuentas a tu mejor amigo, y él dice: "¿es el mismo chico que cuando fueron a almorzar se quitó la camisa de la nada?", y entonces la risa llega, y luego las lágrimas más tarde.
Esto pasa todos los días.
¿Por qué no pueden simplemente decidirse?
¿Por qué no pueden simplemente ser honestos?
Así te ahorrarías tantas palabras, así no tendrías temas para escribir...
lunes, 4 de mayo de 2020
Lentes II
-¿Sabes?, creí que esta vez funcionaría, creí que podría verlo todo de manera positiva, en vez de estar pensando, "a ver, cuándo vas a decepcionarme", sería algo como: sorpréndeme, calla mis palabras, cumple tus promesas.
-Jane, no todo es cómo tú crees. Has pasado demasiado tiempo viviendo y creyendo que nada funcionaría, que nada arreglaría tu corazón, no puedes por lo menos disfrutarlo.
"Pero es que no todos somos cómo tú", pensé, algunos de nosotros hemos pasado por tanta mierda que ya llevamos el olor grabado.
Un buen día el chico de los lentes rosas me contó cómo había sido diagnosticado: Mi padre es oftalmólogo, tú sabes cómo es eso, diario vienen un montón de personas a verlo, así que casi nunca tenía tiempo para estar conmigo. Mamá murió cuando yo apenas tenía 3 años, entonces mi padre contrató a Sofí para que me cuidara. La quiero como una madre, ¿sabes?, ella ha estado conmigo en todos los momentos importantes. Ella fue la primera que se dio cuenta, yo siempre fue un pequeño llorón, o al menos así me llamaban en la escuela, a la menor provocación y ahí me tenías, sentado en un rincón llorando sin poder parar. Nunca me sentí especialmente diferente a los demás, solo creía que yo podía sentir con más intensidad, y Sofí me decía que ese era mi súper poder. "No todos son tan especiales como tú", me decía siempre. Pero a papá no le agradaba nada el verme llorar, todas las noches cenábamos y yo podía sentir cómo estaba avergonzado de mí, de los reportes que le mandaban de la escuela en donde siempre decían que había llorado otra vez. Nuestro caso es diferente porque mientras tu corazón se la pasaba enamorándose de los chicos, el mío no podía dejar de ver el lado sentimental de las cosas. Pero cuando llegaste a consulta, cambiaste mi vida. Papá nunca había tratado con alguien como tú, y justo cuando te fuiste, me metió a su consultorio, ya que por azares del destino ese día Sofí no había podido cuidarme y tuve que quedarme con él. Revisó mi corazón así cómo hizo con el tuyo y entonces sonrió. Al fin me había entendido. Me dio unos lentes inmediatamente.
-No te gustan los lentes, no los uses -me dijo un domingo por la tarde, cuando pasábamos tiempo juntos viendo películas.
-Funcionan para ti pero a mí me hacen sentirme como a una estúpida.
Me miró de nuevo como la primera vez que nos habíamos visto: como a un bicho raro al que no comprendía. La película estaba a punto de acabarse y pude ver como de sus ojos comenzaban a salir lágrimas. Lo abracé.
-Ojalá todos pudieran ser cómo tú -le dije, y nunca había hablado con más verdad en mi vida. Si todos los chicos tuvieran un corazón sentimental, quizá las chicas como yo no sufriríamos tanto.
-Jane, no todo es cómo tú crees. Has pasado demasiado tiempo viviendo y creyendo que nada funcionaría, que nada arreglaría tu corazón, no puedes por lo menos disfrutarlo.
"Pero es que no todos somos cómo tú", pensé, algunos de nosotros hemos pasado por tanta mierda que ya llevamos el olor grabado.
Un buen día el chico de los lentes rosas me contó cómo había sido diagnosticado: Mi padre es oftalmólogo, tú sabes cómo es eso, diario vienen un montón de personas a verlo, así que casi nunca tenía tiempo para estar conmigo. Mamá murió cuando yo apenas tenía 3 años, entonces mi padre contrató a Sofí para que me cuidara. La quiero como una madre, ¿sabes?, ella ha estado conmigo en todos los momentos importantes. Ella fue la primera que se dio cuenta, yo siempre fue un pequeño llorón, o al menos así me llamaban en la escuela, a la menor provocación y ahí me tenías, sentado en un rincón llorando sin poder parar. Nunca me sentí especialmente diferente a los demás, solo creía que yo podía sentir con más intensidad, y Sofí me decía que ese era mi súper poder. "No todos son tan especiales como tú", me decía siempre. Pero a papá no le agradaba nada el verme llorar, todas las noches cenábamos y yo podía sentir cómo estaba avergonzado de mí, de los reportes que le mandaban de la escuela en donde siempre decían que había llorado otra vez. Nuestro caso es diferente porque mientras tu corazón se la pasaba enamorándose de los chicos, el mío no podía dejar de ver el lado sentimental de las cosas. Pero cuando llegaste a consulta, cambiaste mi vida. Papá nunca había tratado con alguien como tú, y justo cuando te fuiste, me metió a su consultorio, ya que por azares del destino ese día Sofí no había podido cuidarme y tuve que quedarme con él. Revisó mi corazón así cómo hizo con el tuyo y entonces sonrió. Al fin me había entendido. Me dio unos lentes inmediatamente.
-No te gustan los lentes, no los uses -me dijo un domingo por la tarde, cuando pasábamos tiempo juntos viendo películas.
-Funcionan para ti pero a mí me hacen sentirme como a una estúpida.
Me miró de nuevo como la primera vez que nos habíamos visto: como a un bicho raro al que no comprendía. La película estaba a punto de acabarse y pude ver como de sus ojos comenzaban a salir lágrimas. Lo abracé.
-Ojalá todos pudieran ser cómo tú -le dije, y nunca había hablado con más verdad en mi vida. Si todos los chicos tuvieran un corazón sentimental, quizá las chicas como yo no sufriríamos tanto.
domingo, 3 de mayo de 2020
Cosas que me digo a mí misma para justificar mis errores
De vez en cuando está bien, pero no pasará otra vez, e incluso si pasa, ya estaré preparada para lo que viene.
A todos se les va la mano de vez en cuando, se caen de boca o alguna de esas metáforas que la gente usa.
Estamos en cuarentena, ¿qué más da?
Ok, sí prometí que no lo volvería a hacer pero, ¡estoy aburrida!, ¿ok?, no me juzguen (y no te juzgues a ti misma).
Después que esto termine no volverá a pasar (al menos ya solo falta un mes).
Soy lo suficientemente inteligente como para aprender de ello e irme.
Si no lo sobre-pienso no es error.
Ay, pero ya estoy pensando de más.
Está bien, se me olvidará a fin de cuentas.
Vas a olvidarlo
as a olvidarlo
s a olvidarlo
a olvidarlo
olvidarlo
lvidarlo
vidarlo
idarlo
darlo
arlo
rlo
lo
o
A todos se les va la mano de vez en cuando, se caen de boca o alguna de esas metáforas que la gente usa.
Estamos en cuarentena, ¿qué más da?
Ok, sí prometí que no lo volvería a hacer pero, ¡estoy aburrida!, ¿ok?, no me juzguen (y no te juzgues a ti misma).
Después que esto termine no volverá a pasar (al menos ya solo falta un mes).
Soy lo suficientemente inteligente como para aprender de ello e irme.
Si no lo sobre-pienso no es error.
Ay, pero ya estoy pensando de más.
Está bien, se me olvidará a fin de cuentas.
Vas a olvidarlo
as a olvidarlo
s a olvidarlo
a olvidarlo
olvidarlo
lvidarlo
vidarlo
idarlo
darlo
arlo
rlo
lo
o
sábado, 2 de mayo de 2020
Lentes
Cuando era niña y mi abuela y el doctor dijeron que tenía un corazón sentimental como diagnóstico, no me pareció la gran cosa.
"Voy a sobrevivir", me dije.
Pero ahora, con 26 años de usar unos lentes en mi ciego corazón, y todo para que pudiera darse cuenta de las verdaderas intenciones de las personas y así evitar que me hirieran, tengo algo que decir: NO FUNCIONAN.
Y es que nadie me lo advirtió, pero una vez que el amor se apodera de mi cerebro, el corazón pierde la batalla también y termina por quitarse los lentes, los deja un lado y dice "aquí vamos otra vez", y al final, todos sabemos cómo termina la historia: conmigo escribiendo otro poema que habla de lo mal que me ha ido.
Y justo la semana pasada conocí a un chico.
-Te conozco -me dijo mientras caminaba a mi cafetería favorita, era muy temprano y apenas había dormido 4 horas. Así que no supe qué contestar, pero él seguía viéndome como a un bicho raro así que tuve que mirarlo más a detalle: el pelo alborotado y chino, color café oscuro, unos ojos café-verdosos y alto, muy alto, quizá debía ponerme dos pares de tacones juntos para alcanzarlo.
-No tengo idea de quién eres -terminé por decirle mientras pedía lo usual: un matcha latte con leche de coco para llevar.
-Tienes un corazón sentimental, ¿no? -y entonces los tres: el corazón, el cerebro y yo nos asustamos. ¿Cómo lo sabía? -No te asustes -se apresuró a contestar -sería hace unos 20 años que te vi en el consultorio de mi padre y nunca te olvidé porque nunca habían diagnosticado a alguien con la misma condición que a mí.
-Pero, ¿qué dices? -y entonces lo recordé, sentado en la pequeña sala de espera, jugando con su nintendo o alguna de esas cosas raras que los chicos usan para entretenerse. -Tu padre es el oftanmologo que me atendió -él sonrió.
-¿Cómo te ha ido con los lentes?
-Mal, pésimo. No sirven -él se rió bastante, luego me enseñó algo que me dejó con la boca abierta. -¡¿Tú tienes lentes color rosa?!
-¿Quieres unos?, mi padre acaba de conseguirlos, son su más reciente inversión, no sé dónde los hacen pero todos hablan maravillas de ellos.
-¿Funcionan? -le dije mientras no podía parar de sonreír, ¡unos lentes color rosa!, qué gran idea, él también sonreía de vuelta, y sonreía bastante.
"¿Hace cuánto los usas?", le pregunté camino a casa y él me contó que apenas llevaba unos cuantos días pero se sentía bastante bien. "¿Notas algo diferente?", y él puso mi mano en su pecho, lo que hizo que mi corazón de pronto latiera más deprisa.
Después de unos días el chico de los lentes rosas me entregó unos, le había dicho que no podía ni siquiera pagarlos ya que eran carísimos pero dijo que no importaba. "En el mundo somos cada vez menos las personas con corazón sentimental, creo que te mereces unos"
Así que hoy mismo voy a comenzar a usarlos. Veremos qué pasa.
"Voy a sobrevivir", me dije.
Pero ahora, con 26 años de usar unos lentes en mi ciego corazón, y todo para que pudiera darse cuenta de las verdaderas intenciones de las personas y así evitar que me hirieran, tengo algo que decir: NO FUNCIONAN.
Y es que nadie me lo advirtió, pero una vez que el amor se apodera de mi cerebro, el corazón pierde la batalla también y termina por quitarse los lentes, los deja un lado y dice "aquí vamos otra vez", y al final, todos sabemos cómo termina la historia: conmigo escribiendo otro poema que habla de lo mal que me ha ido.
Y justo la semana pasada conocí a un chico.
-Te conozco -me dijo mientras caminaba a mi cafetería favorita, era muy temprano y apenas había dormido 4 horas. Así que no supe qué contestar, pero él seguía viéndome como a un bicho raro así que tuve que mirarlo más a detalle: el pelo alborotado y chino, color café oscuro, unos ojos café-verdosos y alto, muy alto, quizá debía ponerme dos pares de tacones juntos para alcanzarlo.
-No tengo idea de quién eres -terminé por decirle mientras pedía lo usual: un matcha latte con leche de coco para llevar.
-Tienes un corazón sentimental, ¿no? -y entonces los tres: el corazón, el cerebro y yo nos asustamos. ¿Cómo lo sabía? -No te asustes -se apresuró a contestar -sería hace unos 20 años que te vi en el consultorio de mi padre y nunca te olvidé porque nunca habían diagnosticado a alguien con la misma condición que a mí.
-Pero, ¿qué dices? -y entonces lo recordé, sentado en la pequeña sala de espera, jugando con su nintendo o alguna de esas cosas raras que los chicos usan para entretenerse. -Tu padre es el oftanmologo que me atendió -él sonrió.
-¿Cómo te ha ido con los lentes?
-Mal, pésimo. No sirven -él se rió bastante, luego me enseñó algo que me dejó con la boca abierta. -¡¿Tú tienes lentes color rosa?!
-¿Quieres unos?, mi padre acaba de conseguirlos, son su más reciente inversión, no sé dónde los hacen pero todos hablan maravillas de ellos.
-¿Funcionan? -le dije mientras no podía parar de sonreír, ¡unos lentes color rosa!, qué gran idea, él también sonreía de vuelta, y sonreía bastante.
"¿Hace cuánto los usas?", le pregunté camino a casa y él me contó que apenas llevaba unos cuantos días pero se sentía bastante bien. "¿Notas algo diferente?", y él puso mi mano en su pecho, lo que hizo que mi corazón de pronto latiera más deprisa.
Después de unos días el chico de los lentes rosas me entregó unos, le había dicho que no podía ni siquiera pagarlos ya que eran carísimos pero dijo que no importaba. "En el mundo somos cada vez menos las personas con corazón sentimental, creo que te mereces unos"
Así que hoy mismo voy a comenzar a usarlos. Veremos qué pasa.
viernes, 1 de mayo de 2020
Palabras
¿De qué me sirven las palabras si no son para regalártelas?
Un puente
entre la distancia
entre tu piel y mis ganas de ella.
Una vez que te conocí, flores en mi interior.
¿Esto tiene sentido?
Pienso en ti y con eso me conformo
dicen que eso es el amor verdadero.
Y yo construyo un puente solo para ti
cuando la noche sea oscura
cuando ni las estrellas puedan brillar
ahí estará, esperando.
Sal y deja a los miedos encerrados con llave, o liberalos,
deja que se vayan lejos mientras cruzas.
Te estaré esperando con un montón de palabras que me he guardado
en cualquier lugar con espacio:
la piel, las ventanas y el papel
soy toda para ti
soy porque tu eres
y si un día somos,
así juntos
todo habrá valido la pena.
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