Cuando era pequeñita me daban miedo
un montón de cosas, así que mamá habló conmigo una noche, me dijo que tenía que
deshacerme de ellos, así que les hablé de uno por uno y los formé en una fila,
una vez que estuvieron todos alineados nos fuimos al bosque donde nos
despedimos y les prohibí rotundamente seguirme. Se veían un poquito tristes
pero yo no tenía opción, mamá había dicho que aquello era lo mejor.
Años
después, mis amigos me preguntaron por qué era tan valiente, "es porque
abandoné a mis miedos en el bosque", les dije, y todos me vieron con cara
de horror y sorpresa, “¿podemos hacer eso?” me respondieron, y yo les dije que
sí, “pero, ¿no crees que ellos te extrañan?” me preguntó mi amiga Melissa, y yo
jamás había pensado en eso así que no supe qué responder.
Regresé
a casa con un montón de dudas, ¿era acaso que los monstruos no eran tan malos
como yo lo había pensado y hasta me extrañaban?, ¿por qué mamá insistió tanto
en que me deshiciera de ellos? Tenía muchísimas ganas de preguntarle pero hace
mucho tiempo que no la veía, un día simplemente salió de la casa y no regresó,
y desde entonces me mudé con mi abuelita, quien es muy buena pero seguro no
sabría las respuestas a mis preguntas.
Pasó
el tiempo y olvidé mis dudas, pero un día en la escuela organizaron una
excursión al bosque, yo soy bastante distraída y me la paso saltando de un
lugar a otro, así que pronto quedé muy atrás del grupo. Al principio no le di
importancia pero pronto comencé a sospechar que estaba perdida.
Una
de las ventajas de no tener miedos es que puedes hacer un montón de cosas que
los demás no se atreven: sabía que podía quedarme días en el bosque y no sentir
nada, pero entonces no tendría que comer y pasaría mucho frío, así que mejor
decidí buscar a mis compañeros.
Después
de gritar y gritar por horas una tristeza profunda se apoderó de mí, ¿y si
simplemente me habían abandonado?, se estaba haciendo tarde y con ello también
hacía más frío y yo había dejado mi chaqueta en el autobús.
Entonces
comencé a escuchar mi nombre por todos lados,
"Daria...Daria...Daria", yo no podía ver nada pero conforme fue
oscureciendo pude ver más claramente a aquellas criaturas horribles.
"¿Quiénes son ustedes?" les pregunté, "¿puedes creerlo?, ni
siquiera se acuerda de nosotros", respondió uno. El más grande de todos,
que parecía un mono de peluche viejo y con tan solo un ojo, se acercó bastante
a mí, "somos tus miedos Daria".
Uno
a uno se fueron presentando: Oscuridad, Tormentas, Serpientes, Extraños,
Payasos, Inyecciones.... los nombres no paraban. "¿Y tú quién eres?"
le pregunté al más grande, "soy Abandono".
Les
pregunté qué habían estado haciendo en el tiempo que habían pasado en el bosque
y para mi propia sorpresa, me dijeron que solo habían estado esperando a mi
regreso y aunque habían querido, no podían ir a buscarme porque estaba prohibido.
¿Sabes qué es lo más triste?" me dijo Extraños, "no somos los únicos,
en el bosque hay un montón de miedos abandonados, y seguro en otros lugares de
la ciudad también los hay”. Me sentí profundamente triste por haberlos abandonado
sin más, sin pensar en las consecuencias. "¿Qué puedo hacer por
ustedes?" les dije. "Daría, somos parte de ti. Aunque hayas aprendido
que lo mejor fue haberte deshecho de nosotros, somos necesarios para que seas
una persona completa", yo estaba a punto de interrumpirlo pero siguió,
"si el miedo a Perderte hubiera estado contigo hoy, no estuvieras aquí a
la mitad del bosque a altas horas de la madrugada, imagina cómo se deben sentir
tus amigos, tu maestro, y tu familia porque no apareces", entonces pensé
en mi abuela, pobrecita, de por sí vivía preocupada y ahora yo desaparecida.
"No quiero vivir
mi vida con miedo", les dije, "no quiero que ustedes me controlen y
me impidan hacer cosas, todo el mundo dice que soy la niña más valiente que han
conocido, no quiero dejar de serlo", entonces todos me miraron con
ternura, un montón de ojos y bocas deformes me sonrieron, "tienes que
aprender a vivir con nosotros Daria, es la única manera en que vas a aprender a
controlarnos, verás cómo poco a poco nos hacemos amigos", yo no estaba del
todo segura, pero prefería aprender a convivir con mis miedos a ponerme en
peligro todo el tiempo. "Está bien", les dije mientras me ponía de
pie, "¿pero cómo rayos vamos a salir de aquí?", "nosotros
conocemos el camino" dijeron, y así, de nuevo hicieron una fila y me
llevaron a casa.
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