I
La vi
justo al bajarse del metro. Juro que nunca había visto una chica tan linda. Yo
no soy uno de esos tipos que pueden simplemente acercarse a una mujer. Mido
1.65 y siempre he estado acomplejado por mi baja estatura, tengo orejas
grandes, una nariz que no se puede describir de otra forma más que peculiar y
la piel tan pálida como la de un vampiro. Yo nunca he sido de los chicos que se
acercan a las mujeres en los bares e inician una conversación, mucho menos en
el transporte público, así que cuando la vi bajando del metro, luego pasar a mi
lado y comenzar a alejarse, no supe que hacer, me quedé completamente congelado
y luego tomé del hombro al hombre que estaba a mi lado, él reaccionó moviéndose
rápidamente y haciendo cara de enfado.
-Perdón
–le dije –pero es que acabo de ver a la chica más linda del mundo y creo que
nunca la volveré a ver.
Él
hombre ni siquiera me miro, no le importaba mi historia. Algo dentro de mí me
dijo que corriera a alcanzarla, pero si lo hacía iba a perder el próximo tren y
entonces sí que llegaría tardísimo a la universidad. Pensé en la clase que tenía
a primera hora: Religiones y con el maestro más puntual del mundo, “¿Qué más da
si me pierdo una clase?”, me dije y comencé a correr en dirección a la que se
había ido la chica. Subí escalones, bajé escalones y no la encontré por ningún
lado, estaba casi por llegar a la salida cuando la vi, pero estaba a punto de
subirse a un camión, quería gritarle, pero, ¿qué podía decirle en realidad?, “hey
tú ya chica de vestido azul, pelo negro y ojos hermosos, espera que si no mi
corazón se rompe”, me vería patético. Así que finalmente me detuve y tomé un
respiro, me dolían las piernas ya que casi nunca las usaba y mucho menos para
correr de aquella manera. Justo en el momento en que vi el camión alejarse supe
que nunca la volvería a ver, así que preferí irme a casa. Un día no podía
comenzar de aquella manera tan deprimente y luego ponerse bueno, mejor ir a
dormir.
Semanas
después yo seguía pensando en la chica del metro. Así la bautizó mi mejor amigo
ya que al parecer yo no podía dejar de hablar de ella. Lo había intentado de
verdad, me despertaba extra temprano para llegar a las 6:45 a la estación y
esperar en el mismo punto donde la vi bajar, pero nada, ni un rostro parecido,
ni un vestido azul y unos ojos hermosos.
Hasta
que un día mí mejor amigo Chris tuvo una idea.
-¡Ezra!,
-llegó gritándome como loco: -¡Ezra tengo una idea! – y vi sus ojos brillar
como nunca. –Hay una chica en sexto
semestre de medicina y es toda una artista, deberías ver sus dibujos, parecen
fotografías –yo no entendía nada pero me estaba contagiando de su entusiasmo –tienes
que ir a hablar con ella y decirle los rasgos de la chica del metro para que la
dibuje y así…
-¡Así
podré encontrarla! –terminé su frase con una sonrisa estúpida en la cara.
Chris
me dio el nombre de la chica de medicina y pronto fui a buscarla, era una chica
bastante rara y maquillada como una gótica pero no me importaba, solo quería que
hiciera mi dibujo. Pronto acordamos que nos veríamos por la tarde para que ella
pudiera hacer el boceto, y yo estaba que no cabía de la emoción.
-¡Estás
loco amigo mío! –Me gritó Chris al día siguiente cuando nos vimos para
desayunar –El dibujo está por todos lados, de verdad, ¡por todos lados!
Yo le
sonreí, estaba feliz y emocionado, me había pasado la tarde y noche anterior
pegando el dibujo por toda la universidad, y sobre todo, me había levantado temprano
para ir a la estación y también pegar dibujos ahí.
-¿Y
bien? –Preguntó Chris curioso -¿has sabido algo?
Yo miré
a la pantalla de mi celular, y no, ninguna notificación a la vista, así que
negué con la cabeza.
-Bueno,
no te desanimes, ¿ok?, vas a encontrarla.
Luego
caminamos a clases y mucha gente volteaba a verme, no estaba para nada
acostumbrado a la atención así que solo sonreía de vez en cuando.
-Ezra –me
detuvo una chica a la mitad del pasillo –sé que no soy la chica del tren pero
si quieres podemos salir un día, me llamo Hanna y tenemos clase de religión
juntos –y sonriendo se alejó. Yo miré a Chris con cara de “qué acaba de pasar”
y él no pudo contener una carcajada.
-Bueno,
creo que ahora eres popular.
Dos
días más y ninguna respuesta acerca de la chica del metro. Estaba comenzando a
darme por vencido, también estaba volviéndome más y más conocido en la escuela,
sabía que muchas personas estaban hablando de mí y eso me causaba una mezcla
entre gracia y asombro.
Hasta
que un día por la tarde, me llegó un mensaje de un número que no conocía: “Sé
quién es tu chica pero no te va a gustar” decía, yo marqué rápidamente al número
para saber quién era pero la llamada mandaba a buzón, intenté otra y otra vez y
nada. Un rato después me llegó otro mensaje, “no te voy a contestar pero te
diré esto: tu chica trabaja en la zona Azul.”
II
He
estado enamorada de Ezra desde la primera vez que lo vi en la universidad, con
sus ojos verdes que destacan entre su piel casi blanca y sus orejas grandes. Me
parecía sorprendente que nadie notara lo lindo que era, así que pacientemente
traté de acercarme a él una y otra vez, pero nada. Ezra vivía completamente
atrapado en su mundo donde solo existían él y su amigo Chris. Me sabía por
completo sus horarios, sabía que a las 7am tomaba el metro así que siempre lo
tomaba junto con él, pero jamás me notaba. Estaba comenzando a desesperarme
cuando todo el alboroto sobre la chica del metro pasó. Me enojé bastante, ¿cómo
se suponía que Ezra se fijara en mí si tenía todas sus energías puestas en esa
mosca muerta?, además yo era la que siempre estaba al pendiente de él, ¿por qué
no podía más bien enamorarse de mí?, incluso fui a decirle, en medio del
pasillo, que aunque yo no era la chica del tren estaba interesada en él, y ni
siquiera así se dignó en darme atención.
No tuve
otra opción, hice lo mejor que sabía hacer: investigar. Así como había
investigado cada detalle de la vida de Ezra, iba a investigar cada detalle de
esa chica y aunque fue difícil encontrarla, no resultó imposible, incluso me
pareció patético que Ezra no la hubiera encontrado. Solo tuve que pasar frío,
eso sí, pero el haberme parado durante 3 días seguidos a las 4 am para rondar
la estación del metro valió completamente la pena.
La
chica se llamaba Diana y tenía 21 años, 2 años más que Ezra y que yo, estudiaba
arquitectura al otro lado de la ciudad, así que tenía que pararse temprano para
alcanzar el tren, el día en que Ezra la vio, simplemente se le había hecho
tarde, y es por eso que por más que Ezra la buscó a las 6:30, no pudo
encontrarla, ya que ella tenía que irse a las 5 máximo.
Tuve que
hacerme pasar por una estudiante de su universidad, tuve que faltar a mis
clases, pero aun así todo valió la pena, porque Diana pronto se sintió en
confianza conmigo y me contó un montón de cosas que no me interesaban, la muy
tonta pronto me llamó su amiga. Compré un
chip de telefóno, de esos que cuestan apenas 40 pesos, y le mande un mensaje a
Ezra, para ese entonces ya me había encargado de quitar todos los papeles con
la cara de Diana del metro. Ella, tan estúpida, había visto esos letreros
durante más de una semana y ni siquiera se había dado cuenta de que era ella.
La zona
azul es la zona de la ciudad donde las chicas van a prostituirse. Yo le pedí de
favor a Diana que me encontrara cerca de ahí un viernes a las 8 pm, le dije que
me quedaba de pasada a mi casa, que solo se anduviera con cuidado. Habíamos quedado
de ir a uno de esos antros nuevos que abren cada fin de semana, ella aceptó
pues nunca había ido a uno, yo le sonreí mientras le prestaba “uno de mis
vestidos” que en realidad había comprado en el tianguis y parecía de
prostituta.
III
Ezra
fue a buscar a su chica a la zona azul el viernes a las 8, la vio parada en una
esquina esperando a alguien y vestida en un diminuto vestido negro de encaje,
sintió como su corazón se rompió otra vez. La chica del metro no era más que una
ilusión que se había tomado demasiado en serio.
Quería
ir a hablar con ella pero pensó que lo mejor sería irse, se dio la vuelta y
justo en ese momento le llegó un mensaje a su celular. “Hola, soy Hanna, quizá
no te acuerdas, pero vamos juntos en la clase de religión, hace unos días te
saludé en el pasillo y me preguntaba si quieres salir uno de estos días”. Erza sonrió,
su corazón ya no se sentía tan roto después de todo.
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