jueves, 24 de octubre de 2019

Hanna


I

La vi justo al bajarse del metro. Juro que nunca había visto una chica tan linda. Yo no soy uno de esos tipos que pueden simplemente acercarse a una mujer. Mido 1.65 y siempre he estado acomplejado por mi baja estatura, tengo orejas grandes, una nariz que no se puede describir de otra forma más que peculiar y la piel tan pálida como la de un vampiro. Yo nunca he sido de los chicos que se acercan a las mujeres en los bares e inician una conversación, mucho menos en el transporte público, así que cuando la vi bajando del metro, luego pasar a mi lado y comenzar a alejarse, no supe que hacer, me quedé completamente congelado y luego tomé del hombro al hombre que estaba a mi lado, él reaccionó moviéndose rápidamente y haciendo cara de enfado.
-Perdón –le dije –pero es que acabo de ver a la chica más linda del mundo y creo que nunca la volveré a ver.
Él hombre ni siquiera me miro, no le importaba mi historia. Algo dentro de mí me dijo que corriera a alcanzarla, pero si lo hacía iba a perder el próximo tren y entonces sí que llegaría tardísimo a la universidad. Pensé en la clase que tenía a primera hora: Religiones y con el maestro más puntual del mundo, “¿Qué más da si me pierdo una clase?”, me dije y comencé a correr en dirección a la que se había ido la chica. Subí escalones, bajé escalones y no la encontré por ningún lado, estaba casi por llegar a la salida cuando la vi, pero estaba a punto de subirse a un camión, quería gritarle, pero, ¿qué podía decirle en realidad?, “hey tú ya chica de vestido azul, pelo negro y ojos hermosos, espera que si no mi corazón se rompe”, me vería patético. Así que finalmente me detuve y tomé un respiro, me dolían las piernas ya que casi nunca las usaba y mucho menos para correr de aquella manera. Justo en el momento en que vi el camión alejarse supe que nunca la volvería a ver, así que preferí irme a casa. Un día no podía comenzar de aquella manera tan deprimente y luego ponerse bueno, mejor ir a dormir.


Semanas después yo seguía pensando en la chica del metro. Así la bautizó mi mejor amigo ya que al parecer yo no podía dejar de hablar de ella. Lo había intentado de verdad, me despertaba extra temprano para llegar a las 6:45 a la estación y esperar en el mismo punto donde la vi bajar, pero nada, ni un rostro parecido, ni un vestido azul y unos ojos hermosos.
Hasta que un día mí mejor amigo Chris tuvo una idea.
-¡Ezra!, -llegó gritándome como loco: -¡Ezra tengo una idea! – y vi sus ojos brillar como  nunca. –Hay una chica en sexto semestre de medicina y es toda una artista, deberías ver sus dibujos, parecen fotografías –yo no entendía nada pero me estaba contagiando de su entusiasmo –tienes que ir a hablar con ella y decirle los rasgos de la chica del metro para que la dibuje y así…
-¡Así podré encontrarla! –terminé su frase con una sonrisa estúpida en la cara.
Chris me dio el nombre de la chica de medicina y pronto fui a buscarla, era una chica bastante rara y maquillada como una gótica pero no me importaba, solo quería que hiciera mi dibujo. Pronto acordamos que nos veríamos por la tarde para que ella pudiera hacer el boceto, y yo estaba que no cabía de la emoción.


-¡Estás loco amigo mío! –Me gritó Chris al día siguiente cuando nos vimos para desayunar –El dibujo está por todos lados, de verdad, ¡por todos lados!
Yo le sonreí, estaba feliz y emocionado, me había pasado la tarde y noche anterior pegando el dibujo por toda la universidad, y sobre todo, me había levantado temprano para ir a la estación y también pegar dibujos ahí.
-¿Y bien? –Preguntó Chris curioso -¿has sabido algo?
Yo miré a la pantalla de mi celular, y no, ninguna notificación a la vista, así que negué con la cabeza.
-Bueno, no te desanimes, ¿ok?, vas a encontrarla.
Luego caminamos a clases y mucha gente volteaba a verme, no estaba para nada acostumbrado a la atención así que solo sonreía de vez en cuando.
-Ezra –me detuvo una chica a la mitad del pasillo –sé que no soy la chica del tren pero si quieres podemos salir un día, me llamo Hanna y tenemos clase de religión juntos –y sonriendo se alejó. Yo miré a Chris con cara de “qué acaba de pasar” y él no pudo contener una carcajada.
-Bueno, creo que ahora eres popular.


Dos días más y ninguna respuesta acerca de la chica del metro. Estaba comenzando a darme por vencido, también estaba volviéndome más y más conocido en la escuela, sabía que muchas personas estaban hablando de mí y eso me causaba una mezcla entre gracia y asombro.
Hasta que un día por la tarde, me llegó un mensaje de un número que no conocía: “Sé quién es tu chica pero no te va a gustar” decía, yo marqué rápidamente al número para saber quién era pero la llamada mandaba a buzón, intenté otra y otra vez y nada. Un rato después me llegó otro mensaje, “no te voy a contestar pero te diré esto: tu chica trabaja en la zona Azul.”




II
He estado enamorada de Ezra desde la primera vez que lo vi en la universidad, con sus ojos verdes que destacan entre su piel casi blanca y sus orejas grandes. Me parecía sorprendente que nadie notara lo lindo que era, así que pacientemente traté de acercarme a él una y otra vez, pero nada. Ezra vivía completamente atrapado en su mundo donde solo existían él y su amigo Chris. Me sabía por completo sus horarios, sabía que a las 7am tomaba el metro así que siempre lo tomaba junto con él, pero jamás me notaba. Estaba comenzando a desesperarme cuando todo el alboroto sobre la chica del metro pasó. Me enojé bastante, ¿cómo se suponía que Ezra se fijara en mí si tenía todas sus energías puestas en esa mosca muerta?, además yo era la que siempre estaba al pendiente de él, ¿por qué no podía más bien enamorarse de mí?, incluso fui a decirle, en medio del pasillo, que aunque yo no era la chica del tren estaba interesada en él, y ni siquiera así se dignó en darme atención.
No tuve otra opción, hice lo mejor que sabía hacer: investigar. Así como había investigado cada detalle de la vida de Ezra, iba a investigar cada detalle de esa chica y aunque fue difícil encontrarla, no resultó imposible, incluso me pareció patético que Ezra no la hubiera encontrado. Solo tuve que pasar frío, eso sí, pero el haberme parado durante 3 días seguidos a las 4 am para rondar la estación del metro valió completamente la pena.
La chica se llamaba Diana y tenía 21 años, 2 años más que Ezra y que yo, estudiaba arquitectura al otro lado de la ciudad, así que tenía que pararse temprano para alcanzar el tren, el día en que Ezra la vio, simplemente se le había hecho tarde, y es por eso que por más que Ezra la buscó a las 6:30, no pudo encontrarla, ya que ella tenía que irse a las 5 máximo.
Tuve que hacerme pasar por una estudiante de su universidad, tuve que faltar a mis clases, pero aun así todo valió la pena, porque Diana pronto se sintió en confianza conmigo y me contó un montón de cosas que no me interesaban, la muy tonta pronto me llamó su amiga.  Compré un chip de telefóno, de esos que cuestan apenas 40 pesos, y le mande un mensaje a Ezra, para ese entonces ya me había encargado de quitar todos los papeles con la cara de Diana del metro. Ella, tan estúpida, había visto esos letreros durante más de una semana y ni siquiera se había dado cuenta de que era ella.
La zona azul es la zona de la ciudad donde las chicas van a prostituirse. Yo le pedí de favor a Diana que me encontrara cerca de ahí un viernes a las 8 pm, le dije que me quedaba de pasada a mi casa, que solo se anduviera con cuidado. Habíamos quedado de ir a uno de esos antros nuevos que abren cada fin de semana, ella aceptó pues nunca había ido a uno, yo le sonreí mientras le prestaba “uno de mis vestidos” que en realidad había comprado en el tianguis y parecía de prostituta.



III
Ezra fue a buscar a su chica a la zona azul el viernes a las 8, la vio parada en una esquina esperando a alguien y vestida en un diminuto vestido negro de encaje, sintió como su corazón se rompió otra vez. La chica del metro no era más que una ilusión que se había tomado demasiado en serio.
Quería ir a hablar con ella pero pensó que lo mejor sería irse, se dio la vuelta y justo en ese momento le llegó un mensaje a su celular. “Hola, soy Hanna, quizá no te acuerdas, pero vamos juntos en la clase de religión, hace unos días te saludé en el pasillo y me preguntaba si quieres salir uno de estos días”. Erza sonrió, su corazón ya no se sentía tan roto después de todo.

No hay comentarios: