-¿Crees en las sirenas? -le preguntó de repente mientras comían.
Ella se detuvo a mirarlo antes de contestar con seguridad:
-No.
-¿Cómo puedes estar tan segura?
-¿Alguna vez has visto una?
Después de un rato, y cuando estaban en la sala viendo la televisión, ella se puso a pensar en las sirenas, en cómo eran las maestras de la conquista y la seducción. Pensó en la última vez que se sintió conquistada.
-¿Recuerdas cuando nos conocimos? -le preguntó entonces.
-Claro.
-¿Recuerdas como me abrazaste de repente en aquella banca? -él asintió -era tarde y ambos teníamos una lata de cerveza en las manos y me incliné tan cerca de ti, ¿lo recuerdas? -ella río -prometiste que me querrías por siempre.
-Aún lo hago.
Ella se levantó del sillón y fue hacía el cuarto, un rato después regresó con su celular en la mano. Tenía una sonrisa en los labios que más bien parecía una burla.
-Tú crees que no me doy cuenta, ¿verdad?
-Jeny, vamos.
-No, espera, espera. Porque según recuerdo cuando estábamos en aquella banca dijiste que irías a visitarme en el invierno, pero no lo hiciste, dijiste que te gustaba la misma música que a mí pero era una mentira, dijiste que leerías cada uno de mis escritos, dijiste que yo era una maravilla -soltó una carcajada -¡Todo fue una mentira!, ¿no es así?, me dijiste las palabras más bonitas solo para conseguir irte conmigo a la cama, y luego pensaste "¿qué puede salir mal si sigo con los engaños? todo el mundo lo hace?" -él también se levantó y quiso abrazarla, pero ella se movió más rápido -¡No!
-Jeny no actúes como si yo fui el único que actuó mal, tú también lo hiciste. ¿Recuerdas que me dijiste que te gustaba la comida japonesa? -ella hizo una mueca de disgusto. -Y si no fui a verte en el invierno fue porque comenzaste con tus celos irracionales y lo sabes.
-Entonces, ¿qué estamos haciendo?
Ambos se miraron por un largo rato de arriba a abajo, luego se sentaron y siguieron viendo la televisión como si nada hubiera pasado.
-Somos un engaño -dijo él después del largo silencio.
-No, somos como las sirenas.
-¿Qué dices?
-Tú y yo y todo el mundo, así que si me repites la pregunta, ¡maldita sea!, sí, ahora creo en las sirenas. Míranos, no somos más que engaño tras engaño y todo con tal de atraer a la otra persona, de tenerla atada a nuestros deseos.
-Jeny, no hablas en serio.
-Las sirenas existen porque de otra manera, ¿de dónde rayos aprendimos a engañar tan bien?
Al día siguiente de nuevo estaban viendo la televisión cuando fue ella quien lanzó la pregunta.
-¿Crees en el amor? -y sonrió.
-Ven aquí -y la atrajo hacía él con fuerza en un abrazo. -No más preguntas por un tiempo, ¿ok?
-Ok.
jueves, 3 de octubre de 2019
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