Esto no pasó exactamente en la casa, pero todo comenzó ahí, así que creo que es digno de estar en la serie.
Comenzó un sábado, después de llegar de una cita bastante - mala, llegué a casa y no podía abrir la puerta, entonces alguien me abrió y lo vi por primera vez: con ojos verdes y me recordó a alguien que ya había conocido, y a alguien con quien ya había salido.
"¿Vives aquí?", le pregunté y me respondió que sí, platicamos acerca de las cosas más simples: de dónde es, qué hace en la ciudad, hace cuánto está en la ciudad. Y me dijo "lo más difícil ha sido la soledad", y le respondí que para mi también, que justo el día anterior había estado caminando por la ciudad sin planes y con lágrimas en los ojos, preguntándome, "¿qué rayos estoy haciendo?", ni siquiera tuve tiempo de entrar a mi cuarto porque me preguntó qué planes tenía, era sábado por la tarde después de todo, le dije que no tenía nada de planes. "¿Quieres ir por unas chelas?", y sonreí.
En el camino a comprarlas descubrí más y más de este individuo al que llamaremos Rodrigo. Rodrigo con el acento regio más adorable del mundo. "Hablas muy gracioso", le decía una y otra vez, y él solo se reía y decía no entender de qué rayos estaba hablando. Compramos cervezas y nos sentamos afuera de la casa, en una mesa en el "jardín", y ahí pasamos horas, hablando y escuchando música y quejándonos y chismoseando sobre los demás compañeros de casa. Todo risas y diversión.
Voy a mentir si digo que lo primero que pensé cuando comenzamos a hablar no fue: "vamos a terminar acostándonos", algo en mí lo supo, y además con ya más de dos meses de abstinencia, mi libido estaba al máximo. pensaba, "¿a las cuántas cervezas vamos a irnos a la cama?", y no tardó mucho para pasar de la plática a tocarnos. Empieza siempre de manera inocente: un empujoncito de hombros, decir un chiste y tocar el brazo, recargarse en el hombro. Era tarde ya y tenía sueño, se lo dije, me respondió con un "no te duermas, ven", y me agarró del mentón y me besó. Y finalmente, decidimos que su cuarto era la mejor apuesta.
Al día siguiente me desperté temprano y me fui a mi cuarto, nunca pensé que se pudiera hacer un walk of shame dentro de una casa, pero pasó. Me invitó al zoológico y dije que sí, luego pasamos la tarde viendo películas y teniendo más sexo. Y pronto esa fue la rutina: él llegaba de trabajar y me mandaba un mensaje "¿dónde estás?, ¿qué hacemos hoy?", cómo si no supiera ya lo que nos esperaba. Hasta que un miércoles, sin avisarme, me marcó por teléfono para avisarme que se había cambiado de casa. "¿Hiciste qué?", "Tranquila, estoy cerca, en la noche paso por ti".
Era tarde y sí, pasó por mí y me llevó a su nueva casa, a su nuevo cuarto unas 3 veces más grande que el mío, compró cervezas y de nuevo escuchamos música. "Compré algo, ¿quieres probar?", me dijo de la nada. Yo vi como sacaba una cosa blanca de una bolsita, la metió en una pipa y la calentó con un encendedor para luego fumársela. "¿Qué es?", pregunté. "¿Quieres probar o no?", "ok, ok". Y ahí, en una casa a 4 cuadras de la mía hice por primera vez crystal meth.
"Es cristal", dijo después de que ya había fumado. "¡¿QUÉ?!", "no te espantes, no te va a pasar nada", y en efecto, no me pasó nada, solo me sentía como más despierta, con el corazón acelerado. "¿Quieres fumar más?", y dije que no, gracias, prefería solamente estar borracha. Pero él hizo más y más, y lo juro por Dios, no durmió en toda la noche. Yo me dormí como a eso de las 2am y él estaba viendo videos, de tanto en tanto me despertaba para verlo aún ahí: sentado viendo a la pantalla. Me desperté a las 6 y le dije "bueno, ¿no piensas dormir?", y solo se río. Se hicieron las 9am, dije "me voy", llegué a casa y todo el día me sentí fatal. Supuse que era un efecto secundario de la droga, quién sabe.
Rodrigo me llamó de nuevo hasta el jueves, le dije que no, que no iba a verlo. Ya había tenido suficiente.
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