domingo, 14 de junio de 2015

El Metro

Me perdí a mí misma un día mientras iba en el metro. Iba camino a verte y llevaba el vestido amarillo con flores naranjas, ese que tanto te gusta. Fui a la estación 4 y me puse a escuchar música mientras esperaba, recuerdo las canciones resonando en mis oídos, casi reventándome los tímpanos. Escuché a los Yeah Yeah Yeahs hasta que el vagón llegó. Me subí con cuidado; siempre había tenido un poco de miedo, tanto al bajar como al subir, porque creía que un buen día terminarían por aplastarme. Eran las 10.29 am y ya no había tanta gente como solía haberlo más temprano; logré sentarme en un asiento desocupado. Se subieron varios vendedores ambulantes; primero uno vendiendo dulces, después otros más que a veces sigo viendo. Las miradas en sus ojos no cambias; son las más tristes que he visto en la vida, como si hubieran perdido el sentido de la existencia. Recuerdo que a mi lado iba sentada una señora de aproximadamente 60 años, también traía un vestido y antes de bajarse, me sonrío. Es extraño como eso ocurre a veces: fue como si hubiera adivinado lo que iba a ocurrir y justo antes me envió una señal: sigue siendo positiva ante todo.
Camino a tu casa siempre escuchaba las mismas canciones, todas bastante alegres y una que otra que hablan de amor. Cuando aquello pasó iba escuchando "Hysteric" mientras mis labios se movían al ritmo de la canción.
Y entonces pasó; una avalancha de gente se subió de pronto, como si algo extraño hubiese ocurrido en la ciudad. Me asusté y miré alrededor, "¿qué pasa?" pregunté al chico de al lado, pero no obtuve respuesta alguna, solo una mirada perdida que reflejaba un miedo terrible. Todos tenían la misma expresión, pero conforme avanzábamos parecía que se iban calmando. De nuevo sus ojos encontraban la paz; estaban a salvo en el metro. Pero algo me decía que yo no estaba del todo bien, que algo me había ocurrido, me sentía extraña, como flotando.
Llegamos a la estación donde por fin me bajaría, y cuando quise hacerlo, no pude. Me llevé la sorpresa más grande de mi vida al verme a mí misma tanto afuera como adentro del metro: sí, ahí estaba mi cuerpo, cruzando las puertas del vagón, caminando como si nada extraordinario estuviera pasando, ¡Pero si yo aún estaba dentro!, ¿cómo era posible?, grité, trate de hablar con el mismo chico que estaba parado junto a mi, le dije, "¿qué está pasando?", pero no me contestó, así que lo tomé de los hombros, lo sacudí y le dije que por favor me ayudara:
-¡Mi cuerpo se fue!, ¡Ayúdame!
Pero no hizo nada, yo era invisible o eso parecía,
¿En qué me había convertido?, ¿qué era aquello?, ¿por qué mi cuerpo se había ido dejándome atrás?, ¿cómo se las arreglaría sin mí?, y la pregunta más importante, ¿qué era yo?, ¿un alma?, ¿un fantasma?

Me perdí a mí misma un día mientras iba en el metro.
Esperé y esperé pensando que tal vez mi cuerpo regresaría, que tú tal vez saldrías a buscarme cuando te dieras cuenta de que algo estaba mal conmigo, de que no estaba completa: había una parte de mí vagando por ahí.
Pero cuando el tiempo pasó y memoricé por completo esa ruta del metro, cuando el sonido dejó de parecer nuevo y se volvió completamente familiar, cuando vi todos los rostros de la ciudad pasar por ahí, terminé por rendirme, dejé de esperar. Porque si ni yo misma podría encontrarme, entonces ¿quién lo haría?

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